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Claves para aprovechar la "financiarización" de la economía.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Cae el empleo, el dólar se dispara y los fondos buitres siguen acechando. Panorama sombrío, ¿no es así?

El deterioro de las variables macroeconómicas de la economía real debería impactar fuertemente en las empresas, en sus rentabilidades y ganancias. Sin embargo, algunos sectores como el bancario se encuentran pasando por su mejor momento de los últimos años, mientras que en otros rubros de consumo masivo el retroceso en las ventas comienza a preocupar.

¿Es real este divorcio entre la economía real y la financiera? ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo puede un inversor minoritario aprovechar este contexto para poner a salvo sus ahorros? Abordaremos estos temas a continuación.

FINANCIARIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

La “financiarización” es un término utilizado para describir un proceso de cambio económico en el cual el apalancamiento (inversión con dinero prestado) ha tendido a sobrepasar el capital genuino y los mercados financieros han tendido a dominar sobre la economía industrial y agrícola tradicionales.

“Financiarización” es un término que describe un sistema o proceso económico que intenta reducir el valor intercambiado (tanto tangible como intangible o promesas de pago futuras y presentes) a un instrumento financiero y, a su vez, a instrumentos financieros derivados de este.

El propósito original de la “financiarización” era el de lograr reducir cualquier producto del trabajo o servicio en un instrumento financiero intercambiable, como una divisa, y así hacer que sea más sencillo para las personas comercializar estos instrumentos financieros. Sin embargo, en ciertas ocasiones esta meta se ha desvirtuado hasta niveles peligrosos, y un claro ejemplo de ello es la crisis de las hipotecas que tuvo que afrontar Estados Unidos en el año 2008 y que puso al mundo al borde de una crisis global que de la que aún hoy Europa no pudo salir del todo.

El uso de herramientas financieras avanzadas ha creado un diferencial de rentabilidad entre el sector productivo y el financiero, y esta brecha no hace más que agrandarse con el paso del tiempo como si formase parte de una inercia capitalista.

Los bancos y los fondos alternativos (fondos de cobertura o hedge founds, fondos soberanos, etc…) ganan protagonismo vía el uso del apalancamiento y su habilidad para jugar a “dos puntas” y crear condiciones win-win (ganar o ganar): en el caso de los bancos, si el país devalúa ganan por sus tenencias en dólares y si las tasas suben para evitar este escenario gana vía spread bancario y mayor captación de depósitos, mientras que los fondos buitres ganan si la Argentina les paga la deuda y también si no lo hace y entra en default, gracias a los seguros que contrajeron para cubrirse de ello.

Esta creciente complejización de la economía produce un contexto cada vez más difícil para las unidades familiares gracias a un doble efecto: los salarios en términos reales tienden a bajar al encontrar las empresas fuentes alternativas de ganancias por el lado financiero y reducir su oferta laboral y, por otro lado, las opciones para invertir los ahorros se vuelven cada vez más difíciles de entender para el común de los ciudadanos.

LA BOLSA COMO VÍA DE ESCAPE

El 3 de diciembre del año pasado, en mi columna semanal en el diario escribí una nota titulada “Invertir en la Bolsa: claves para ganar”. El tiempo parece haber jugado a favor de aquella visión: En lo que va del año, el Merval (índice que nuclea a las acciones de empresas líderes de la Argentina) ha subido casi un 80%, que se suma al 90% de ganancias que tuvo en 2013.

Para ponerlo en números: aquel que invirtió 10.000 pesos en la Bolsa comprando acciones líderes en enero de 2013 debería tener ahora una cifra cercana a los 34.200 pesos.

Así es que al mismo tiempo que la economía local debe lidiar con problemas cada vez mayores tanto en el frente interno como el externo, la Bolsa sigue su marcha imparable registrando nuevos máximos día a día. ¿Cómo se explica ello? Muy simple: por la financiarización de la economía que produce una transferencia de riqueza entre la economía tradicional y la economía financiera.

Sumado a ello y como he expresado en reiteradas ocasiones, mientras que la inflación y el dólar sigan su tendencia alcista las acciones de las empresas en la Bolsa tenderán a subir más que proporcionalmente, dado que sus activos se revalorizan día a día gracias a las estrategias financieras con las que suelen aprovechar este contexto.

CONCLUSIÓN

La “financiarización” de la economía es un fenómeno real e imparable y se puede estar a favor o en contra de que ello suceda; pero esa posición ideológica no debería actuar como el árbol que tapa un bosque lleno de oportunidades para poder multiplicar los ahorros.

Lejos de significar una “timba”, como es la visión errónea de muchos argentinos, la inversión en Bolsa de largo plazo ha representado desde la salida de la convertibilidad la mejor alternativa de inversión, superando a la suba del dólar (oficial y paralelo) e incluso a la fuerte apreciación de las propiedades que se vivió hasta la aparición del cepo cambiario en 2011.

¿Cuál es la opinión que tenemos acerca de las capacidades que tienen para afrontar contextos inflacionarios y recesivos empresas tales como Banco Macro, Tenaris, YPF, Irsa o Grupo Financiero Galicia, por nombrar algunas? ¿Qué pensamos acerca de la capacidad de sus departamentos financieros, compuestos por profesionales que vienen estudiando y aplicando conceptos referentes a la “financiarización” de la economía desde hace ya varios años?

Estas preguntas deberían estar en la mente de cualquier inversor, ya que comprar acciones de estas empresas no es ni más ni menos que asociarse a las potenciales utilidades que las mismas puedan obtener de este extraño y nuevo contexto económico.

La “financiarización” de la economía vino para quedarse, y se profundizará con el paso del tiempo. La brecha entre aquellos que buscan entenderla y beneficiarse con ella versus los que no quieren saber nada del tema seguirá agrandándose en términos de ingresos reales percibidos, dado que ya forma parte de la inercia de crecimiento de un régimen capitalista cada vez más desigual.

Quizá sea hora de tomar ciertos riesgos, abandonar la “zona de confort” e ir en busca de nuevas maneras de generar ingresos e invertir.


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