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¿Endeudamiento heterodoxo?

De Nicolás Litvinoff, especial para el Diario La Nación.

Aunque parezca mentira, el año ya se está terminando. Y de manera un tanto convulsionada en el frente político y económico a raíz de los cambios de ministros implementados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su vuelta tras la operación que la mantuvo alejada del poder durante más de un mes.

Guillermo Moreno dejó finalmente su cargo, luego de 10 años en los cuales se especuló con su salida innumerable cantidad de veces, y Axel Kicillof “blanqueó” su condición de ministro de Economía, reemplazando a Hernán Lorenzino, quien contrariamente a lo que piensa la mayoría, ocupará un lugar que podría ser clave para las aspiraciones del Gobierno, tal como explicaré en esta columna.

Con movimientos de ajedrez precisos y estudiados, el kirchnerismo pateó el tablero político y se jugará el todo por el todo en sus últimos dos años de poder hasta las próximas elecciones, tratando de frenar la caída de las reservas mediante políticas que no afecten al consumo ni la marcha de la economía. Estoy hablando del “endeudamiento heterodoxo”.

KIRCHNERISMO Y DEUDA: NUNCA DIGAS NUNCA

Los argentinos no tenemos precisamente un buen recuerdo de la deuda externa: el pago de su interés asfixió las arcas del gobierno de De la Rúa y el despiadado control ejercido por el FMI (Fondo Monetario Internacional) solo echó más leña al fuego, convirtiendo al país en un infierno económico y social en el 2001.

El default y su posterior reestructuración propiciaron un desendeudamiento necesario que liberó fondos para ser usados en el frente social y que fue esgrimido por el Gobierno como uno de los grandes logros de su gestión.

A partir de allí, el río se abrió en dos: en una orilla se encontraban “los progresistas” que se jactaban de no tener que volver endeudarse y haber sacado al país adelante con “fondos genuinos”, y en la otra, los “liberales”, que presionaban para tomar capitales en el mercado internacional con el fin de aprovechar un contexto de tasas de interés a la baja como pocas veces se dio en la historia.

Los ataques y acusaciones volaban de lado a lado sin miramientos: los “progres” eran miopes que emitían pesos innecesariamente provocando más inflación mientras que los “gorilas” respondían a intereses de bancos privados americanos y europeos interesados en quedarse con las suculentas comisiones por colocar deuda nueva en las bolsas internacionales.

Mientras las acaloradas discusiones se prolongaban sin llegar nunca a una conclusión válida, una variable de suma importancia dejó de responder positivamente a partir del año 2010: las reservas en dólares del Banco Central, nada más ni nada menos que el respaldo de todos los billetes y monedas en poder del público, se estancaban primero y comenzaban su camino descendente poco tiempo después.

La cuestión es muy simple: como sucede en la economía doméstica de cada unidad familiar, cuando los egresos son mayores a los ingresos la única forma de mantener el ritmo es “desahorrando”. Y, como también sucede en casa, cuando las reservas comienzan a caer, la sangría solo puede frenarse ajustando el cinturón o pidiendo dinero prestado afuera para no tener que tocar lo que queda.

Las promesas de no “transar” con los grandes capitales impulsaron al Gobierno a ir por la primera opción e implementar una serie de restricciones en donde el cepo cambiario fue su máximo exponente.

Los resultados fueron positivos en un primer momento, y la hemorragia de 2011, (cuando se fugaron 11 mil millones de dólares) pudo ser controlada. Pero todo parche deja grietas y los capitales encontraron una y otra vez la manera de seguir el lento pero sostenido drenaje de fondos, desde el “contado con liqui” hasta los viajes al exterior, a lo cual se sumó la caída del precio del oro (componente importante de las reservas), produciendo que el Gobierno vuelva a estar otra vez en la misma encrucijada: seguir ajustando o pedir prestado.

Seguir ajustando en una economía que no tiene el brío de años atrás es doblemente peligroso: nuevas restricciones podrían hacer crecer el malhumor de la población para propiciar solo unos meses de estabilidad en las reservas y arrastrar al mismo tiempo a uno de los peores escenarios económicos posibles: la estanflación, esto es, estancamiento con inflación.

Por ello, el Gobierno podría estar sembrando el campo para volver sobre sus pasos e ir por la segunda opción: tomar deuda por primera vez en mucho tiempo, pero hacerlo de una manera “heterodoxa”, como veremos a continuación.

¿QUÉ ES LA DEUDA HETERODOXA?

Algunas de las medidas tomadas en los últimos meses cobran ahora trascendencia, luego de los cambios en el gabinete y los dichos del nuevo ministro de Economía. De alguna manera, parecen cuadrar cual pieza en puzzle a medio armar: esfuerzos por arreglar con los fondos buitres, acuerdo de pago al Club de París, promesas de un nuevo Indec para 2014 y la palabra inflación sonando por primera vez en boca de los ministros, o variación de precios.

Parecería ser que el Gobierno está preparando el terreno para volver a endeudarse y reponer reservas sin implementar restricciones que dinamitarían del todo las posibilidades del Frente para la Victoria en las próximas elecciones.

Pero esta vez, el endeudamiento se buscaría de una manera heterodoxa: en vez de emitir bonos en Wall Street, se buscaría que el ingreso de divisas ponga un ancla al dólar paralelo y con ello frene la inflación, al mismo tiempo que se abrirían solo líneas de crédito en organismos multinacionales como el FMI y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), entre otros.

Los dólares irían a las reservas y los pesos resultantes se destinarían a infraestructura, un enfoque bien “keynesiano”, en línea con el nombramiento de Axel Kicillof al frente del ministerio económico.

La externalidad positiva que el Gobierno busca como objetivo final con la creación del nuevo Indec y un dólar oficial más cerca del paralelo es que la IED (Inversión Extranjera Directa) retorne al país luego de varios años en los cuales los departamentos de finanzas de las multinacionales no han podido evaluar proyectos de inversión en la Argentina, al no poder aplicar una tasa de descuento creíble con la cual evaluar el riesgo a tomar.

CONCLUSIÓN

Decodificar la realidad nunca fue tarea fácil, y menos en un país tan complejo y con una historia económica tan virulenta como la nuestra.

Pero en caso de verificarse esta interpretación, deberíamos observar anuncios importantes para fin de año, que tengan que ver con los cambios en el Indec, nuevas e importantes líneas de crédito, inversiones en infraestructura (autopistas, puentes, YPF) y relajamiento en el ingreso de las importaciones. A todo esto, se buscaría que el dólar paralelo se mantenga cerca de los 10 pesos mientras se acelera la devaluación del dólar oficial al 30% para 2014.

 La nueva etapa ya está en marcha y de las decisiones próximas depende el rumbo de todos nosotros.


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