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Inversores lentos y dinero veloz

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Más rápido o más despacio, gran cantidad de pesos cambian de mano todos los días. En momentos de estabilidad, la gente no tiene apuro por desprenderse de ese efectivo, mientras que en momentos como el actual, se da el efecto contrario: los pesos parecen “quemar” en las manos de quienes los reciben, que buscan canjearlos por bienes, dólares o lo que sea con tal de no seguir teniéndolos encima.

Esta dinámica es lo que se conoce como “velocidad de circulación del dinero”, que aumenta cuando es menor el tiempo que las personas o empresas retienen los pesos en su poder sin gastarlos.

Este indicador nos muestra el número de veces que la suma de dinero circulante y los depósitos a la vista en los bancos rota íntegramente, tomando un período anual.

Para establecer un marco de referencia, hacia fines del año pasado, la velocidad de circulación del dinero en nuestro país era de 8,50, mientras que en economías estables oscila entre 1,5 y 4 rotaciones anuales.

En junio de 1989, plena época de hiperinflación, este indicador llegó a 102 rotaciones anuales, equivalente al 2 semanal.

Cuando la velocidad de circulación del dinero aumenta sostenidamente, nos encontramos frente al fenómeno de “huida del dinero”, y la mayor rotación hace que se incremente la inflación induciendo al público a desprenderse de los pesos de manera más veloz, pudiendo desembocar esto en un espiral peligroso que caracteriza a las hiperinflaciones.

El dinero como gasolina y los esfuerzos del Banco Central

Con una inflación en febrero del 3,4% reconocida por el Gobierno, la discusión en este momento pareciera ser si en términos anuales la misma se situará en torno al 30 o al 40% para 2014. Algunos piensan incluso que este número podría ser aún mayor, lo cual podría influenciar negativamente en el comportamiento de los consumidores al buscar cambiar sus pesos por “cualquier cosa y a cualquier precio” con tal de no quedárselos y ver cómo pierden valor en sus manos.

Hay otro indicador relacionado con el visto anteriormente que puede darnos una pista sobre lo que puede pasar con los precios en el futuro inmediato, y tiene que ver con el dinero en manos del público en relación al PBI (Producto Bruto Interno). Actualmente, ese nivel se encuentra en un 25% del PBI, el nivel más alto en más de cuatro décadas.

El Gobierno parece haber entendido que este fuerte aumento del dinero circulante se asemeja a un río de gasolina que circula por las calles y que puede causar un incendio importante en la economía si no se lo logra controlar a tiempo, y por ello es que está intentando por todos los medios disponibles “chupar” pesos de la economía a través de instrumentos como las Levac y Novac y una menor emisión monetaria. En lo que va del año, el BCRA ya lleva retirado casi 45.000 millones de pesos del circulante con este mecanismo.

¿Cuáles podrían ser las consecuencias de este fuerte accionar de la entidad monetaria? Sin dudas, una ralentización de la actividad económica y un ajuste que deberán experimentar gran parte de los asalariados a través de la disminución de sus ingresos reales luego de cerradas las paritarias.

Ligereza mental del inversor

Cuando aumenta la velocidad de circulación del dinero, no son solamente los precios los que cambian a un ritmo más elevado, sino que también la ligereza mental del inversor debe tender a agudizarse si no quiere perder la carrera contra la inflación: determinadas inversiones que en un momento sirvieron de “refugio” dejan de ser útiles y es necesario encontrar rápidamente otro tipo de alternativas.

Podemos citar algunos ejemplos de lo dicho:

Bonos que ajustan por CER: cuando aparecieron producto de la reestructuración de la deuda hace más de 10 años, representaban una excelente oportunidad para proteger al inversor de una inflación que comenzaba a ganar terreno y obtener nuevamente rentabilidades reales positivas. La inversión funcionó bastante bien durante varios años. Luego, los cambios en el Indec y la deformación de los números reales hicieron que el objetivo principal con el que fueron creados dejase de tener efecto, y el inversor que se quedó con los bonos perdió dinero (en términos reales) durante varios años.

Ahora, a raíz de los cambios en la medición oficial de la inflación, pueden volver a ser un negocio interesante.

Cupones de PBI: de difícil valuación en sus comienzos, los bonos cuyo valor y pago dependían del crecimiento del PBI argentino fueron un excelente negocio durante varios años, llegando incluso a duplicar varias veces su valor.

Luego, el cambio en la medición (relacionado con el “sinceramiento” del Gobierno en cuanto a las variables inflación y crecimiento) produjo una histórica caída de precio y cuantiosas pérdidas para aquellos que no pudieron salir a tiempo.

Quizá, en un futuro vuelvan a ser un buen negocio como ocurrió con los bonos que ajustan por CER, pero por ahora el inversor que no pudo responder con velocidad a estos cambios ha tenido que asimilar dolorosas pérdidas monetarias en sus tenencias.

Dólar: comprar dólares para atesorar fue un pésimo negocio en la década del 90 y lo mismo ocurrió hasta 2011, donde el cepo cambiario hizo “volar” su cotización. Desde fines de ese año hasta principios de 2014 fue una de las mejores maneras de cubrirse de la inflación, pero en los últimos meses y a raíz de las políticas monetarias comentadas al principio de esta nota, el atesoramiento de dólares no está resultando un buen negocio, ya que el precio se encuentra “clavado” en 8 pesos para el oficial y 10,80 para el paralelo, mientras la inflación sigue aumentando a tasas superiores al 3% mensual.

Algunos inversores comienzan a pasar parte de sus tenencias a pesos para aprovechar las altas tasas ofrecidas por entidades financieras y otras variantes como la Bolsa local, que luego de subir casi 90% en 2013 se encuentra ya un 20% arriba en lo que va del 2014.

Conclusión

La velocidad de circulación del dinero, el coeficiente de efectivo en poder del público sobre el PBI y demás variables macroeconómicas, corresponde a datos técnicos que la gente no tiene ningún interés en seguir ni interpretar, aunque podría sacar de allí valiosas conclusiones.

Pero la devaluación del peso, el aumento de los precios, el alza de las tasas para los préstamos personales y la complejidad a la hora de invertir los ahorros son cuestiones con las que se debe lidiar en el día a día, se quiera o no, al compás de una economía que se complejiza con el correr del tiempo.


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