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Historias de éxitos y fracasos, codicia y ambición.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

“Es un mal soldado el que no aspira a ser general.”
Napoleón Bonaparte.

La ambición es un estado que no suele gozar de buena prensa. Muchas veces incluso suele ser usado, erróneamente, como sinónimo de la codicia, siendo que el significado de ambos posee importantes diferencias, como veremos más adelante. Analizaremos en esta oportunidad las implicancias y consecuencias de la ambición en el plano económico en contraste con la codicia, persiguiendo la meta de desenmascarar una falsa moral que aplicada en este campo produce que muchas personas no puedan superarse a si mismas en lo referente a sus metas personales.

LA HISTORIA DEL REY MIDAS.

“Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro, las funde”
Wiliam Shakespeare.

La leyenda del Rey Midas nos puede enseñar mucho en lo referente a la ambición y la codicia.
Midas fue un rey muy acaudalado que gobernó el antiguo país de Frigia (que ocupaba la mayor parte de lo que hoy es Turquía) entre los años 740 a.c. y 696 a.c.
Tenía todo lo que un mortal podía desear: un enorme castillo rodeado de grandes jardines y bellísimas rosas, una hija hermosa llamada Zoe y todo tipo de riquezas y placeres.
Pero aún con toda esa abundancia, el rey sentía que la mayor felicidad que experimentaba se la debía a su posesión de oro. Cuando se levantaba por las mañanas, lo primero que hacía era contar sus monedas de oro, y llegaba incluso a tirárselas encima en forma de lluvia. Esos parecían ser sus momentos de mayor felicidad.
Un día Sileno, que era un soldado del dios Dionisio, retornaba con su ejército de una batalla y decidió apartarse del resto y tomar hasta emborracharse y caer rendido en un jardín, que terminó siendo propiedad de Midas. Los jardineros del rey lo encontraron, lo ataron y lo llevaron ante él.
Midas, de haber querido, hubiese podido ejecutar a Sileno por su negligencia, pero este le narró al rey historias sobre un inmenso continente ubicado al otro lado del Atlántico, en donde no faltaban ciudades magníficas habitadas por personas gigantes, felices y longevos. Todo esto maravilló al monarca, que decidió no solo liberar a Sileno de sus cadenas sino también agasajarlo durante cinco días y cinco noches, antes de enviarlo escoltado nuevamente hacia el cuartel general de Dionisio, quien se puso muy contento al recuperar a su soldado, y fue a verlo a Midas para ofrecerle que le pidiese cualquier cosa con tal de recompensarlo.
Midas no lo pensó ni un segundo y dijo:
-Quiero que me concedas el don de que todo lo que toque se convierta en oro.
Al día siguiente, su deseo se había vuelto realidad. Al tocar una silla que se encontraba al lado de su cama pudo observar extasiado como se transformaba en oro puro al instante. Caminó por su castillo y la historia se repetía: todo lo que tocaba se convertía en objetos de oro brillante.
En un principio, Midas estaba muy feliz. Pero al sentarse a desayunar, comprobó horrorizado que no solo los muebles de la casa se convertían en oro al tocarlos, sino que también el pan, la leche y las frutas sufrían la misma alquimia, lo cuál le hacía imposible ingerir alimentos. Comenzó a llorar desesperado y su hija Zoe, al escucharlo, se acerco a consolarlo y al querer abrazarlo se convirtió en segundos en una estatua de oro macizo.
Midas se dirigió velozmente al lugar donde se encontraba Dionisio para pedirle de rodillas que lo eximiese de su deseo y poder recuperar a su hija. Dionisio le dijo que la única manera de cancelar ese deseo era que visitara el nacimiento del río Pactólo, cercano a la costa de egea, y se lavase en él, cosa que Midas hizo inmediatamente. En el acto, vio cómo unas pepitas de oro se desprendían de su cuerpo y se depositaban en la orilla del río, y se dice desde entonces que esa es la causa por la cuál la arena de ese lugar es más brillante y dorada de lo normal.
El rey tomó un recipiente, lo llenó de agua y lo llevó a su palacio para bañar a Zoe, que enseguida volvió a la normalidad. Luego, para celebrar que su hija estaba bien, donó todas sus posesiones materiales y se retiró a vivir junto a ella a una cabaña, sintiéndose muy feliz por el tesoro más importante que tenía que era el amor de su hija.
Esta leyenda puede dejarnos varias enseñanzas. En primer lugar, se puede reemplazar el oro por el dinero, los autos lujosos, el poder y/o cualquier otro tipo de materialismo. En Midas el deseo pasaba por lo material, y ponía en el oro el sentido de su dicha y felicidad, hasta que pudo darse cuenta de las cosas que eran realmente importantes en su vida.
¿Era el rey una persona ambiciosa? Contestar afirmativamente esta pregunta sería un error de concepción, ya que Midas puede ser acusado de codicioso, pero no de ambicioso.
Analicemos juntos la diferencia de concepto ente un término y otro.

CODICIA Y AMBICIÓN: DESDE GORDON GEKKO A EIKE BATISTA

“Que tu evolución sea tu ambición”
Abel Pérez Rojas.

La introducción de la codicia dentro de la economía tiene sus orígenes en las ideas de Adam Smith, quien en el año 1759 en su libro Teoría de los sentimientos morales utiliza por primera vez el término “Mano Invisible”. En estos escritos, la conjunción del interés personal de cada individuo, expresada a través de la competencia, la oferta y demanda, funciona como mecanismo capaz de, por sí mismo, asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica. De tal manera, la mano invisible hace que, en su afán “egoísta o codicioso” de ganar dinero, un individuo termine ayudando al resto al crear puestos de trabajos, demandar insumos, etc… sin ser este su objetivo consciente.
Luego, esta concepción “benévola” de la codicia fue retomada por el personaje de Gordon Grekko, interpretado magistralmente por Michael Douglas en la película Wall Street. Frente a los accionistas de una empresa, Gekko pronuncia un discurso en donde afirma:

“El punto es, damas y caballeros, que la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena. La codicia funciona. La codicia es necesaria. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de la evolución. La codicia en todas sus formas: la codicia de vivir, de saber, de amar, de dinero; es lo que ha marcado la vida de la humanidad…”

No obstante estos inequívocos, existe una delgada línea que separa la ambición de la codicia. La ambición bien entendida tiene que ver con el deseo propio de superación, con la imposición de metas y el logro de objetivos. La codicia, en contraste, forma parte de los siete pecados capitales (para muchos autores es sinónimo de la avaricia), y hace mención al deseo de una persona de conseguir lo que quiere, generalmente en el campo material, sin importarle si con su accionar puede dañar a otras personas.
Un claro ejemplo de esto es la historia del brasileño Eike Batista, quien supo ser uno de los 100 hombres más ricos del mundo antes de perder casi toda su fortuna por malas inversiones. Algunos medios achacaron su caída a la “ambición” , cuando justamente fue ese rasgo de su personalidad el responsable de su éxito. En todo caso, la codicia puede haber tenido parte de la responsabilidad en sus pérdidas al llevarlo a mentirles a sus accionistas en lo referente a la producción de su empresa petrolera OGX, situación que originó la pérdida de confianza hacia su figura y el principio del fin de su reinado financiero.

CONCLUSIÓN

El dinero, lo sabemos, suele tener una connotación negativa en la mayoría de la gente. Términos como “el vil metal” hacen alusión a ello.
Al juntar ambición con dinero, esta visión parcial se potencia, cayendo muchas veces en el equívoco de confundir ambición con codicia, generando con ello confusiones en la estructura moral y mental de mucha gente que luego termina sintiendo culpa por desear lo que no tiene.
En el plano de las finanzas personales, la ambición debe actuar como un disparador que nos impulse a superarnos y mejorar la relación con el dinero, pero siempre atentos a no caer en patologías como la codicia, la avaricia o la tacañería.
Lograr ese delicado equilibrio puede significar un antes y un después para nuestra vida laboral y económica..


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