Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
“Todos nacemos ricos. Todos recibimos la palanca más poderosa del mundo: nuestra mente. Úsala para ganar dinero y no para idear excusas”
Donald J. Trump
Excusas, excusas, excusas. Solemos dar y recibir decenas o más por día, y ni siquiera lo percibimos. O sí: algunas personas dominan a la perfección el arte de las excusas, y construyen para los demás (y lo que es peor, para sí mismos) historias intelectualmente válidas para justificarse.
De alguna manera, las excusas suelen utilizarse para no confrontar una realidad. Pero al mismo tiempo existen diferentes estímulos para utilizarlas, como por ejemplo evitar respuestas incómodas cuando nos proponen un plan que no nos interesa, a fin de no manifestar falta de interés y herir con ello susceptibilidades. O cuando se llega tarde a algún lugar o no se cumple con una fecha de entrega, entre muchos otros casos.
Pero también existen las “excusas internas”, que son las que nos damos a nosotros mismos para disminuir el descontento y tristeza que produce el fallar en las metas propuestas, en el trabajo que hacemos y no nos gusta o en los ahorros que no podemos generar por más que queramos.
A continuación, analizaremos juntos una gama de excusas comunes referidas al gasto y al ahorro.
EXCUSAS PARA GASTAR Y NO AHORRAR
A la hora de gastar de más, las excusas buscan justificar algo que sabemos que no debemos hacer. Los gastadores compulsivos suelen ser unos verdaderos maestros a la hora de explicar con mentiras el origen de su comportamiento desordenado en lo referente a lo material.
Sumado a esto, es importante tener en cuenta que dado que más del 67% de los argentinos no ahorra, es de esperar encontrarnos con un caudal de excusas crecientes y variadas.
La realidad marca que este déficit de ahorro se debe, por lo general, a la tumultuosa relación con el dinero que tiene la mayoría de los argentinos, marcada por conceptos equivocados y antiguos en cuanto a lo material y su naturaleza intrínseca.
Algunas de las excusas para gastar todo lo que entra sin guardarse nada son:
1) “Cuando gasto soy feliz”
La idea del dinero como disparador de la felicidad puede servir como motivación, como potenciador de las ambiciones personales, pero es, al fin de cuentas, una idea vacía de sustento.
Y si de gastar para ser feliz se trata, está demostrado que existe una gran diferencia entre gastar en objetos materiales o experiencias.
El efecto del gasto sobre la satisfacción vital tiende a ser momentáneo: uno se “acostumbra” pronto a gastar mucho y ello, lejos de producirle satisfacción, puede transformarse en una adicción peligrosa para nuestra economía.
2) “Me lo merezco”
Nadie pone en tela de juicio que una persona no merezca disfrutar de lo ganado con tanto esfuerzo: darse los gustos en la vida es sin dudas una de las mejores sensaciones.
Pero el “gasto porque me lo merezco” puede llegar a ser muy peligroso para las finanzas personales.
Si de merecimientos se trata, hay que tener en cuenta que nos merecemos también llegar bien a fin de mes, cortar el estrés por temas económicos y contar con la seguridad y el resguardo que nos pueden dar unos ahorros o fondo de emergencia.
Es cuestión de poner en la balanza cuál de estos “merecimientos” es más importante: el que reporta satisfacción inmediata pero poco duradera o el que nos da la tranquilidad y la satisfacción de estar haciendo lo correcto para nuestra tranquilidad presente y futura.
3) “Con esta inflación, lo único que conviene hacer es gastar los pesos lo antes posible”
La inflación es, sin dudas, un problema importante que perjudica a la gran mayoría de los argentinos, pero sobre todo a los de menos recursos. Pero de ahí a utilizarla como excusa para “sacarse de encima” los pesos comprando “lo que venga” hay una enorme diferencia.
La alternativa al gasto “sin puntería” es el ahorro y luego la inversión. Y aún en épocas de tasas de rendimientos reales negativas en plazos fijos, existen opciones superadoras como la Bolsa (200% de suba en los últimos dos años) o las monedas duras (50% de suba para el dólar paralelo en lo que va del año), que son solo algunos de los ejemplos.
4) “Comprar todo en cuotas es inteligente”
La facilidad para la compra en cuotas, fogoneada incluso por el propio Gobierno puede ser un arma de doble filo para aquellos que no tienen cultura financiera.
El sistema “perverso” del crédito funciona así: el individuo ve la posibilidad de comprar muchas cosas en cuotas de bajo monto con poco o nulo interés y lleva el uso del plástico al límite de sus posibilidades. Al llegar el resumen a fin de mes no puede pagar el mismo y opta por realizar el pago mínimo, asumiendo con ello una deuda con intereses que superan el 70% anual y entrando en un espiral crediticio muy peligroso que se vuelve difícil de cortar.
El gasto en cuotas se considera como gasto corriente que, en casos como el planteado, puede ser incluso más perjudicial que la compra en efectivo.
5) “Mi sueldo es demasiado bajo como para ahorrar”
Claramente, hay hoy en día sueldos en la base de la pirámide que ni siquiera alcanzan para cubrir las necesidades básicas de alimentación, salud, educación y vivienda. Pero también hay mucha “clase media” argentina que podría, si realmente tuviese la determinación, destinar al menos un 10% de sus ingresos al ahorro, achicando algunos gastos y disciplinando sus finanzas personales.
Ahorrar menos de 500 pesos por mes puede parecer algo insignificante para muchos, pero la realidad marca que no lo es en absoluto: lo que importa aquí es el hábito de ahorro, el triunfo de la “personalidad futura” versus la “personalidad presente” en la injusta batalla que debe librar a diario, y luego el interés y la dedicación para transformar ese ahorro en una inversión que valga la pena.
Es muy difícil que todos los planetas se alineen y los semáforos se pongan en verde al mismo tiempo para que podamos comenzar a accionar nuestro futuro económico vía el ahorro. Por ello, el mejor momento de comenzar es ahora, independientemente que el monto a resguardar sea importante o no en términos absolutos.
CONCLUSIÓN
Una potencial solución a lo planteado es detenerse unos minutos y detectar todas las excusas relacionadas con el gasto y el ahorro que decimos y nos decimos en nuestras vidas. Luego, es el momento de analizar cuidadosamente las verdaderas razones que nos llevan a autoengañarnos para pensar luego, de manera objetiva, cuál es la verdadera utilidad de todo ello.
La madre de todas las excusas, que dejé a adrede para el análisis final, es “no me preocupan estas cosas porque en realidad a mí no me importa el dinero”.
A los que afirman eso, cabría preguntarles si trabajan por fines caritativos, es decir, si no reciben dinero a cambio por su trabajo. El 99% responderá que vive de lo que gana, entonces: ¿es importante o no el dinero? Sin duda, es una de las principales razones que nos hace levantarnos de la cama todas las mañanas para viajar hasta nuestro trabajo y pasar luego el día en él cumpliendo funciones que nos pueden gustar más o menos, pero que difícilmente sean las que se elegirían hacer en caso de no recibir una retribución monetaria a cambio.
En todo caso, lo que no les interesa a quienes pronuncian esa frase es aumentar su cultura financiera y accionar desde el esfuerzo y la responsabilidad para poder llevar su vida hacia otro nivel, ubicado en algún lugar más allá de las excusas.
Ganar en honestidad, comprometernos con nuestras finanzas personales y nuestro futuro dejando de lado explicaciones infructuosas que no nos aportan nada más que autocompasión parece ser el camino indicado para comenzar a cambiar nuestra realidad financiera.
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