Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
El dinero, por un lado, posee una cualidad objetiva, matemática y cuantitativa: podemos calcular ingresos brutos y netos de un país o de una persona, gasto, inversión, etcétera.
Pero por otro lado, cuando nos remitimos al campo de las finanzas personales, se activa un universo de posibilidades subjetivas en donde el dinero se vuelve un objeto simbólico, que agrupa creencias y emociones dispares que mutan en función del individuo en cuestión.
Para algunos es un símbolo de poder mientras que para otros es un medio de supervivencia. Muchos creen que el dinero es un fin mientras que otros lo piensan como un medio. Ciertas personas matarían por él, mientras que a otros no les importa en lo más mínimo.
Cada uno interpreta al dinero de forma distinta en función de su sistema de creencias y le da con ello un uso congruente con lo que ve en él.
Para entender mejor esto, podemos imaginar que existen billetes que en vez de tener la foto de un prócer tienen inscripto el valor subjetivo que cada uno le asigna.
Si Ernesto ha vivido su vida con inseguridades financieras y temiendo una crisis inminente, los pesos que lleguen a sus manos tendrían inscripto “salvavidas para crisis” y el uso que le daría tendrá que ver seguramente con el atesoramiento. Ernesto no verá sentido en usar sus “salvavidas para crisis” en pagar unas buenas y merecidas vacaciones.
Si Juan tiene su deseo puesto en el consumismo, cada billete que llegue a su poder podría tener una inscripción que diga “intercambiar por objetos”, y ese será el uso que rápidamente le dará no bien pase por un negocio. Convencer a Juan de que ahorre dinero para su futuro será imposible porque no es el valor subjetivo que él le asigna de manera inconsciente al tomar contacto con el papel moneda.
¿De qué depende este valor subjetivo que cada uno atribuye al dinero? Muy simple: herencia, mandato, aprendizaje familiar, antepasados.
La mayoría aprendió a administrar el dinero observando cómo lo hacían sus padres y abuelos, quienes se adaptaron a las condiciones reinantes en su época.
Pero el problema de manejarse con una ideología heredada de nuestros antepasados es que quizá no sea la adecuada para los tiempos modernos. Estas ideas viejas y desactualizadas pueden estar afectando seriamente nuestros ingresos, gastos, ahorro o inversión, y lo peor de todo es que ni siquiera nos damos cuenta sino que pensamos que es approach genuino y personal, cuando en realidad no estamos haciendo más que repetir el comportamiento financiero que nuestros abuelos inmigrantes tuvieron cuando llegaron a la Argentina, por ejemplo.
Desarrollar un criterio propio e independiente de los padres que se ajuste a nuestras propias necesidades y deseos de vida surge como paso necesario para consolidar nuestra identidad y acceder a una mejor calidad de vida.
Veremos a continuación un análisis distinto con respecto a uno de los pilares que más cuesta disciplinar en lo referente a la economía doméstica: el gasto.
EJERCICIO: CÓMO ALCANZAR LOS GASTOS INTELIGENTES
El dinero entra y sale de nuestra órbita. Si hacemos las cosas bien, saldrá menos cantidad de la que entró. Para algunos, el objetivo es que, aunque sea, salga la misma cantidad que entra.
Posicionarnos en uno u otro escenario tendrá que ver en gran parte con nuestras creencias respecto al dinero, que se corresponden con nuestro “núcleo duro” en lo referente a lo material. Ideas que, como vimos anteriormente, pensamos que son nuestras pero en realidad representan una herencia anticuada y desactualizada que debemos sacrificar, y ese será nuestro objetivo de hoy: sacrificar el que somos por el que queremos ser.
Para ello, entender y disciplinar el gasto aparece como un obstáculo ineludible, y gracias a las nuevas herramientas que nos brindan las finanzas del comportamiento podemos en la actualidad arribar a conclusiones interesantes con respecto a nuestra propia conducta y accionar a la hora del egreso de dinero.
Para comenzar, debemos analizar cómo repercute cada gasto que hacemos en dos dimensiones distintas: la experiencia que nos deja y el impacto que genera en nuestras finanzas.
Como ejercicio personal, se puede entonces tomar un lápiz y un papel y pensar en los últimos 6 gastos realizados de más de 300 pesos en los últimos meses, y elegir luego la descripción que mejor se ajuste.
Por cada opción A elegida, hay que sumar 1 punto. Por cada opción B, 2 puntos, por cada opción C sumar 3 puntos y por cada opción D adicionar 4 puntos.
Al finalizar el recuento se puede ver el resultado y diagnóstico que aparece más abajo.
a)Fue una mala experiencia y tuvo un impacto negativo en mi economía personal.
Esto se da cuando gastamos bastante dinero en algo que no satisface nuestras expectativas previas.
Ejemplo: compro unas costosas zapatillas para correr que se rompen al mes, voy a cenar a un restaurante carísimo y la comida tarda 2 horas, además de no ser especialmente rica.
b)Fue una buena experiencia y tuvo un impacto negativo en mi economía personal.
Cuando aun teniendo un presupuesto limitado, decidimos hacer una erogación importante de dinero en algo que deseamos.
Ejemplo: gasto todo mis ahorros en una bicicleta para ir al trabajo, y luego estoy feliz porque tardo menos, hago ejercicio y disfruto del viaje. Para festejar un aniversario invito a mi pareja a una escapada romántica a Río de Janeiro gastando una suma importante de mis ingresos pero viviendo experiencias increíbles.
c)Fue una mala experiencia y tuvo un impacto positivo en mi economía personal.
Logramos ahorrar dinero en la compra luego de comparar precios, pero lo adquirido no satisface las expectativas.
Ejemplo: saco las entradas más baratas para un recital de mi grupo favorito pero la ubicación es pésima y lo tengo que ver por la pantalla gigante del estadio, me voy en tren a Mar del Plata para ahorrar dinero y tardo 10 horas en llegar.
d)Fue una buena experiencia y tuvo un impacto positivo en mi economía personal.
Felicitaciones, ¿se trata de un gasto inteligente!
Gastamos el menor dinero posible y el resultado cumple o supera nuestras expectativas.
Ejemplo: planeo las vacaciones un año antes y consigo los mejores precios en pasajes y alojamiento, aplico las ideas de un libro sobre superación personal comprado en una mesa de saldos que mejora notablemente mi calidad de vida.
RESULTADO Y DIAGNÓSTICO
Entre 4 y 6 puntos: la manera de gastar dinero dista mucho de ser la ideal, ya que en la mayoría de los casos la erogación es exagerada y lo adquirido no llega a cumplir las expectativas previas. Hay que barajar y dar de nuevo, modificando de manera radical los hábitos de consumo.
Entre 7 y 10 puntos: hay cuidado del dinero, sin derrocharlo, lo que representa un muy buen punto de comienzo. Los gastos inteligentes se encuentran cerca, y es solo cuestión de trabajar un poco más en las motivaciones y creencias con respecto al dinero. ¿Qué valor subjetivo tiene el dinero para mí? ¿Qué porcentaje de mis ideas sobre la material son propias y que ponderación asigno a los hábitos heredados? Estas son las preguntas cuya respuesta posibilitará el salto de calidad en los gastos.
Más de 11 puntos: no hay mucho más que aprender con respecto a los gastos porque ya se están experimentando los beneficios y la satisfacción de gastar inteligentemente.
Solo queda mantenerse en esta línea y no dejarse tentar por las avalanchas consumistas como las de fin de año.
¿Quiere que el dinero se transforme en una fuente de satisfacción en vez de una fuente de preocupación en su vida?
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