El alquiler turístico o temporario a través de Internet dejó de ser una costumbre de unos pocos; la formalización del sistema atrajo a un público familiar y masivo
Sebastián Ríos/ LA NACION
“Es un monoambiente de 39 metros cuadrados, no muy amplio, pero bastante funcional y bonito que se encuentra prácticamente frente al shopping Abasto.” Así presenta Esteban Álvarez su departamento, el mismo donde vive, pero que también alquila en forma temporaria cada vez que viaja, para tener un ingreso extra. “Como viajo con cierta frecuencia, dejar la casa deshabitada era perder plata -dice Esteban, de 30 años, corresponsal de la revista Proyecto Diseño-. Lo intenté por primera vez el año pasado que tuve un evento de una semana en Brasil y anduvo bárbaro, después tenía una conferencia en Colombia e hice lo mismo, y me fui dando cuenta de que era una muy buena opción.”
Alquilar la propia casa por breves lapsos -días generalmente, a veces una semana o más- ya no es la curiosa decisión de algunos pocos aventureros, sino una opción que cada vez más gente adopta, y no sólo cuando deben ausentarse por un viaje de trabajo o por vacaciones. En Europa, por ejemplo, se apoda “la generación boomerang” a aquellos que -con más de 30 años, ya independizados, con trabajo y muchas veces incluso con familia a cuestas- deciden volver temporariamente a la casa de sus padres para poder alquilar su propio hogar y así obtener un ingreso extra.
La masificación de este fenómeno responde en buena medida a la aparición y el desarrollo en Internet de plataformas que eliminan al intermediario habitual -las inmobiliarias-, para poner en diálogo directo a las personas que quieren alquilar su casa o departamento con aquellas otras que están buscando un alojamiento temporario. Airbnb, una de las más conocidas plataformas del rubro, moviliza a 60 millones de huéspedes en 34.000 ciudades del mundo; en la Argentina ya son más de 12.000 las propiedades registradas en Airbnb, lo que la convierte en la segunda ciudad con mayor oferta de la región.
“Para quienes buscan alojamiento, las ventajas económicas son innegables, ya que el trato virtualmente directo entre las partes y con mínimas comisiones por parte de los sitios Web permite reducir los gastos de alquiler”, dice Nicolás Litvinoff, economista y director de www.estudinero.net. En todo caso, lo más innovador del fenómeno es el cambio que opera del otro extremo del intercambio. “Para las personas, estas plataformas suponen un cambio importantísimo, que es la posibilidad de transformar un pasivo, como es la casa o el departamento propio, que genera gastos y no da ingresos, en un activo”, agregó.
“Estas plataformas habilitan modos más flexibles de acceder a ingresos extras, cuando y como se quiera. Es un mundo menos profesionalizado, lo que algunos llaman am pro, el mundo del amateur profesional o profesional amateur -comenta Marcela Basch, periodista especializada en economía colaborativa-. Gracias a estas plataformas, cualquiera puede jugar a ser anfitrión de un bed & breakfast cuando y como quiera, sin necesidad de inversión siquiera: el mercado se encarga de que haya demanda para cada oferta, y un precio acorde a lo que cada uno pueda y quiera ofrecer.”
“Cuando mi hermana se fue a vivir afuera, su departamento quedó armado y amoblado. No sabíamos qué hacer con todas las cosas y decidimos probar el alquiler temporario: guardamos objetos personales, como portarretratos y adornos frágiles, compramos nuevas sábanas y toallas y ¡listo! -cuenta Martina, de 29 años, que trabaja en marketing online-. Con el tiempo, Airbnb surgió como una opción, ya que por inmobiliaria tradicional no teníamos consultas ni alquileres. Hace casi dos años que alojamos turistas y locales, y ya conseguimos estatus de SuperHosts”.
El caso de Martina es similar al de Constanza, licenciada en Comunicación Social, de 30 años: “Cuando me fui a vivir con mi novio me pareció una buena oportunidad alquilar mi departamento, porque ya estaba amueblado -dice Constanza-. Yo analizo los pedidos de reservas que me llegan antes de aceptarlos, veo si tienen otras evaluaciones, la información que brindan, cómo se presentan y? mi instinto. En general han sido muy buenas experiencias”.
Ambos casos, al igual que el de Esteban, comparten el hecho de haber hallado un canal -Airbnb, ZukBox, Segundo Hogar, entre otros- a través del cual convertir en algo práctico, seguro y transparente la posibilidad de transformar ese departamento o casa vacía en una nueva fuente de ingresos. De hecho, según precisó Jordi Torres Mallol, gerente general de Airbnb para América latina, el 82% de los usuarios alquila su propia residencia en la plataforma.
Litvinoff establece un paralelo entre estas plataformas de alquiler temporario de propiedades y Über: “Über da la posibilidad de convertirse en taxista o remisero en los ratos libres, generando un ingreso secundario, lo mismo que ocurre con Airbnb; todo esto es posible gracias al desarrollo de Internet y la democratización de la información, que permite puentear a los intermediarios tradicionales”, afirma.
Simple y barato
“Nuestro propósito es el de simplificar el proceso de alquiler de un inmueble vacacional que habitualmente demanda mucho tiempo y esfuerzo. No hasta hace mucho tiempo los argentinos se tomaban el feriado del 12 de octubre para viajar al destino, verificar la veracidad de las ofertas y reservar -recuerda Patrick Summers, de la plataforma ZukBox-. Nuestra visión es la de replicar la simplicidad que ofrecen los hoteles a la hora de reservar; no demanda más de 5 minutos confirmar una reserva en cualquier parte del mundo”.
Antes de la aparición de estas plataformas, comenta Diego Noriega, de Segundo Hogar, “la persona que quería alquilar se enfrentaba con el problema de que no sabía dónde buscar, pues la oferta está muy fragmentada. Nuestra propuesta es eficientizar la forma en que los viajeros buscan y reservan casas y departamentos”.
“En realidad, el alquiler a particulares existe desde hace décadas, lo que cambia es la forma de intermediación, que es cada vez más delgada, automatizada e invisible (pero no por eso desaparece), y las condiciones de alquiler, que se vuelven más flexibles -sostiene Basch, que es editora del portal de economía colaborativa www.elplanc.net-. Antes uno alquilaba una casa de veraneo por medio de la inmobiliaria, y ésta, una entidad comercial acorde con la ley y de alcance local, corría con las responsabilidades, los riesgos y las cargas impositivas, y se llevaba una parte importante de las ganancias. Las plataformas que conectan anfitriones y huéspedes son empresas pequeñas que, como casi no tienen gastos, pueden permitirse un margen menor. Así, el propietario gana más y el turista paga menos”.
“Sumado a la facilidad en el uso de la plataforma y la ausencia de todo tipo de regulación, atrae al mercado más propietarios que, de otro modo, en condiciones más rígidas y complicadas, no pensarían en ofrecer sus espacios a turistas”, completa Basch. Esteban coincide: “En las inmobiliarias tienes un intermediario y un muro burocrático insalvable. Creo que aplicaciones como Über, Airbnb o incluso Tinder lo que hacen es dinamizar las relaciones de intercambio eliminando instancias de intermediación”.
¿Qué otros diferenciales hallan quienes prefieren plataformas como Airbnb y no inmobiliarias? “El sistema de Airbnb es muy confiable, porque podés ver las evaluaciones de los huéspedes anteriores, leer las opciones sobre el barrio, sobre el anfitrión, e incluso ver las calificaciones por limpieza, calidad, contacto con el host, entre otras. Cuando se alquila por inmobiliaria, más allá de que la empresa sea confiable, no tenés referencias sobre el departamento en particular -explica Constanza-. Muchas personas valoran tener contacto con una persona local, que los puede ayudar si pasa algo, les puede recomendar sus restaurantes y bares preferidos, y orientar sobre el transporte”.
En ese sentido, señala Torres Mallol, “el latinoamericano y el argentino puntualmente tienen una cultura de acoger al extranjero, recibirlo y darle un buen trato, por lo que este modelo se adecúa muy bien a la forma de ser argentina y latina”.
Las plataformas que ponen en contacto a huéspedes y anfitriones incluso plantean una atractiva alternativa a quienes optaban por los hoteles. “La primera vez que viajé a Buenos Aires fui a un hotel, y no me sentí muy cómodo. La verdad es que no se puede compartir con alguien dentro de la habitación de un hotel; creo que un hotel es para cuando alguien quiere llegar a dormir solamente pero no para estar con alguien. Por esa razón la segunda vez que viajé elegí un departamento por su comodidad; te podés cocinar, es mas cómodo para estar, es como si fuese tu casa de veraneo o segunda casa”, cuenta Patricio Romero Boada, de 25 años, ingeniero comercial de Las Condes, Chile, que en su última visita a Buenos Aires alquiló un departamento a través del portal Segundo Hogar.
Ventajas como las que cita Patricio se repiten en boca de quienes -de uno y otro lado del mostrador- hacen uso de estas plataformas de alquiler. “Los departamentos temporarios ofrecen varias ventajas frente a un hotel: al tener cocina se puede cocinar y ahorrar plata en eso, pero además ir al supermercado y elegir productos locales que quizá no se conocían. Los huéspedes se sienten más locales de esta manera, es una experiencia más auténtica. Además pueden conseguir un lugar más grande que una habitación de hotel”, comenta Constanza.
De alguna forma, el avance de estos métodos de intercambio da lugar a un cambio de hábitos, sostiene Basch. “Primero se adopta su uso por razones sencillas: ganar plata, ahorrar plata. Pero una vez que su uso se populariza, lleva al cambio cultural: se hace aceptable alojarse en casa de extraños, y hasta se considera divertido, más humano y sustentable. Y poquito a poco, lentamente y con ayuda, en todos los ámbitos de la economía colaborativa la confianza empieza a pasar de las empresas (inmobiliarias, hoteles u hostales “oficiales”) a los individuos, apoyados por las plataformas y sus mecanismos de reputación online moderada por la comunidad”.
Nuevos intermediarios
Ningún sistema es perfecto, y tampoco lo son los que ofrecen la posibilidad de alquilar sin más intermediario que un formulario en la Web. Del lado de quienes ponen su casa, las quejas suelen ser muy parecidas a las que relata Constanza: “Una vez unos huéspedes se olvidaron la hornalla prendida (es eléctrica) y se manchó de negro por el hollín todo el techo y parte de la pared, por lo que tuve que pintar. A veces también hay huéspedes que son muy demandantes y siempre les falta algo y hay que ocuparse más de lo habitual”, dice Constanza, al tiempo que reconoce que en la mayoría de los casos Airbnb se ha hecho cargo de los problemas.
Esteban, por su parte, reconoce que “lo único molesto que llegó a pasarme fue que unos huéspedes se llevaron (quiero pensar que accidentalmente) un par de discos a los que les tenía mucho apego. Salvo por los discos perdidos y una fiesta que hizo uno de los visitantes, todo ha fluido muy bien”.
Puede sonar a contrasentido, pero la masificación de estos tipos de intercambios que apuntan a eliminar -aunque no lo hacen del todo- al intermediario de la transacción lleva a la aparición de nuevas figuras, que de cierta manera funcionan como nuevos intermediarios entre los dueños de casa y la plataforma de alquiler.
En algunos casos, la aparición de estas figuras se debe a que los anfitriones no tienen ganas de lidiar con tareas inherentes a estos sistemas, como es recibir al huésped para darle la llave o controlar que a su partida todo este tal como lo encontró al llegar. En otros, lo que lleva a la aparición de nuevos intermediarios es la dificultad o falta de ganas o tiempo para hacerse cargo de los pequeños trámites burocráticos digitales necesarios.
“Estando en Airbnb, me llegan dos millones de mensajes de consultas al celular, lo que genera una suerte de adicción a contestar, porque si uno no los contesta le bajan la calificación”, cuenta Carina López Aguado, de 45 años, que a través de Baplanner (www.facebook.com/baplanner) gestiona los alquileres de otras personas.
“Me encargo de responder todas las consultas, de gestionar la reservas y de reunirme con los huéspedes cuando llegan”, agrega Carina, que señala que en su experiencia una de las características de los alquileres a través de Airbnb es la inmediatez: “en general consultan el día antes de llegar”.
Elena, de 29 años, creó el sitio MoreStays para la gestión de alquileres temporales a partir de su experiencia como usuaria de Airbnb: “Una vez que probé Airbnb no hubo vuelta atrás: empecé a convencer a mis amigos y familia de probar el sistema y con eso vinieron pedidos de ayuda. ¿Cómo hago? ¿Qué respondo? ¿Cuáles son las fotos más lindas? -recuerda-. Junto a una socia nos dimos cuenta del nicho que existía: propietarios que no viven en Buenos Aires y no alquilan por no poder hacer el check-in, gente que solo habla en español y no podía responder consultas en otros idiomas, miedosos de lo nuevo que buscaban asesoramiento… Así que lo que empezó como ayuda a nuestros amigos se convirtió en MoreStays”.
Con más o menos intermediarios, la masificación de estas plataformas introduce cambios, quizá no tan perceptibles para aquellos que ingresan en este nuevo mundo de pensar a su casa como un lugar posible para ser ofrecido temporariamente a otras personas.
“Provoca cambios en la percepción de uno mismo y del otro: de ser el cliente a ser el huésped, y, forzando un poco la comunicación corporativa, de sentirse turista a viajero, por esto de conocer espacios reales donde vive gente real, muchas veces en barrios que no son los más destacados para el turismo -concluye Basch-. Y también provoca cambios en la percepción del espacio que se visita, y de las propias posibilidades: todos podemos ser anfitriones.”
El aumento de usuarios de estos sistemas indica que llegaron para quedarse.
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