Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
A esta altura del partido, luego de tantas décadas conviviendo con la inflación y habiendo sido uno de los pocos países en tener que soportar también los efectos devastadores de la hiperinflación, los argentinos ya tendríamos que manejar este tema con tranquilidad y holgura.
Sin embargo, cuando se le pregunta a la población cuál es la mayor preocupación que tienen para su futuro, la inflación figura como el temor central, superando incluso a la inseguridad (que había liderado la lista durante muchísimos años).
En la presente columna analizaremos cuatro medidas a tomar para que este temor no se transforme en un miedo de esos que paralizan, pero sin profundizar en responsabilidades ni orígenes sino más bien concentrándonos en lo que puede hacer cada persona para salir airosa de este dilema.
Primera medida: dejar de quejarse y actuar
Pelearse con la realidad nunca sirvió de mucho. Podemos manifestar nuestra queja cada vez que vamos al supermercado, tomamos en taxi, o nos llega la boleta de la luz. Seguramente tendremos eco en la gente que nos rodea y podremos sentirnos acompañados en la desgracia. Pero crear nuestro propio “muro de los lamentos” pensando que con ello lograremos algo positivo es una utopía.
La inflación, esto es el aumento generalizado y sostenido de precios, afecta a todos aunque no por igual.
¿Cómo podemos comenzar a accionar de manera asertiva frente a la inflación? Comencemos por el lado contrario: si nos entregamos a la queja, entonces podríamos tender a pensar que vivimos en un universo en donde todos los precios aumentan y por lo tanto lo único que podemos hacer para aliviar nuestra economía doméstica es gastar hasta donde nos alcance.
Sin embargo, en todo proceso inflacionario existe en mayor o menor medida lo que se conoce como dispersión de precios.
Esto sucede porque no todos los comerciantes tienen las mismas expectativas con respecto a los aumentos de precios futuros, ni los mismos márgenes de ganancia para la venta de sus productos.
Por ello, diferencias de precio de más del 60% son posibles en una economía como la actual.
Dicho esto, la primera medida es redireccionar la energía que gastamos en quejarnos de la realidad que nos toca vivir hacia una actividad más provechosa, que tiene que ver con la averiguación de precios en distintos comercios, barrios y localidades.
Resignarse y pagar el primer precio que nos piden por un producto o servicio es lo mismo que comenzar a perder el partido antes de jugarlo.
Segunda medida: no intentar apagar el incendio con más gasolina
“Cuando hay inflación, el efectivo quema” es una frase muy divulgada que tiene su razón de ser: El principal flagelo económico de hoy tiene que ver con la pérdida del poder adquisitivo y la devaluación del peso, lo que hace que mantener el efectivo durante un tiempo sea directamente un “suicidio financiero”.
Los consumistas ven a la inflación como la excusa perfecta para malgastar compulsivamente todo dinero que entra en su órbita. Creer que porque hay inflación y el dinero “quema” tenemos que salir a gastar presurosamente equivale a querer apagar el fuego con gasolina.
La alternativa pasa por desprendernos de nuestro dinero pero no para intercambiarlo por bienes y servicios, si no para invertirlo aprovechando las altas tasas de interés actuales que el gobierno está convalidando en su lucha contra el aumento del dólar.
¿Cuál sería la tasa a la cual tendríamos que invertir para ganarle a la inflación? Nadie puede saberlo con exactitud, porque conocemos la inflación pasada pero no la futura.
Es difícil pensar que una inflación del 4% mensual como la que tenemos desde diciembre se mantenga en el tiempo habida cuenta de las políticas monetarias contractivas que está llevando a cabo el Banco Central.
Si pensamos en lo dicho por el ministro de hacienda Prat Gay acerca de una fuerte baja en la inflación para el segundo semestre del año, entonces tasas del 30% en pesos o más pueden ser una excelente y única oportunidad para colocaciones a un año vista.
Para ponerlo en perspectiva: el dólar sólo podría ganarle a este tipo de inversiones en pesos superando el nivel de los 20 pesos por unidad.
Combatir el alza de precios poniendo parte de nuestro dinero a trabajar surge como una buena forma de comenzar a atacar el incendio.
Tercera medida: no ser el “paraguas” de bancos y tarjetas de crédito
En el punto anterior, hemos argumentado las razones por las cuales es inteligente pensar en la inversión como una forma de cubrirse de un proceso inflacionario. este concepto es muy bien manejado por los bancos y emisores de tarjeta de crédito, que buscan hacerse cargo de la financiación de los distintos bienes y servicios ofreciendo tasas de interés que en este momento se encuentran en niveles inusitadamente altos.
Esto es así porque la suba de tasas de interés de referencia conocida como Lebac por parte del Banco Central produce un efecto distorsivo en todo el mercado financiero, incluyendo la tasa activa (tasa que se cobra por los prestamos) y la tasa pasiva (tasa que se paga por los depósitos).
Este accionar, como dijimos, produce un efecto positivo en cuanto a las tasas de interés que nos pagan por los plazos fijos y el resto de las colocaciones, pero a la vez es sumamente negativo con respecto a la tasa que nos cobran cuando decidimos comprar en cuotas.
Dicho esto, la creencia de que se le puede ganar a la inflación comprando en cuotas es totalmente errónea, ya que en momentos de alta inflación como los actuales el costo financiero total de los préstamos y de las financiaciones con tarjeta de crédito se dispara exponencialmente.
Comprar en cuotas y sacar préstamos en un contexto como el actual equivale a actuar como un “paraguas protector” de la inflación para con los bancos y tarjetas de crédito, descuidando nuestros propios intereses.
Cuarta medida: aplique el “acopio tornado”
Dijimos anteriormente que salir a gastar el dinero buscando que los pesos no se deshagan en nuestras manos gracias a la inflación equivalía a tratar de apagar el fuego con más gasolina. Pero esto aplica para el consumo regular y no para el adelanto de consumo corriente.
Si se cuenta con un espacio físico en la casa en donde se pueda acopiar mercadería, se presenta como una buena oportunidad la compra adelantada de productos con fecha de vencimiento alejada, como ser alimentos no perecederos, de higiene personal y de la casa.
Si la misma se planifica cuidadosamente y se realiza en mayoristas, el ahorro puede llegar a ser del 70%, si sumamos el casi 40% de ahorro por comprar al por mayor con la inflación proyectada para el resto del año.
Esto puede llevarse a cabo también juntándose varias personas y repartiéndose las tareas de compra y acopio de la mercadería.
Llamamos a esta medida “acopio tornado” dado que la idea es stockearse de la misma manera que lo hacen los habitantes de la ciudades amenazadas por tornados inminentes.
Conclusión
La inflación es un flagelo que perjudica a todos, pero no es el fin del mundo. Incluso, distintos agentes económicos y comerciantes ganan mucho dinero en contextos inflacionarios, al encontrar oportunidades en el desconcierto general para aumentar sus márgenes de ganancias.
Las políticas monetarias contractivas aplicadas deberían reducir la demanda agregada, lo que traducido significa una disminución de las ventas para la economía en su conjunto.
Esto debería hacer que los precios primero se estanquen y luego cedan buscando encontrar el nuevo punto de equilibrio de la economía.
Pero hasta que ello suceda debemos presentarle batalla a la inflación mediante la toma de medidas individuales como las aquí planteadas.
Quedarse de brazos cruzados o entregarnos al miedo paralizante que esta situación nociva para nuestros bolsillos trae aparejada es sin duda la peor opción de todas.
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