Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
Dice la mitología griega que la Hidra de Lerna era una serpiente venenosa que vivía en las profundidades de un lago cerca de Argólida, y se destacaba por su enorme tamaño, aliento venenoso y múltiples cabezas. Hija de Tifón y Equidna, por cada una de sus cabezas que era cortada emergían al instante otras dos de similares características, por lo cual fue considerada como invencible.
Pero un día Hércules logró lo imposible: vencer a la enorme serpiente tan temida por todos aplicando antorchas con fuego en los muñones de las cabezas cortadas, evitando con esto que las mismas vuelvan a crecer y dando muerte así al monstruo de múltiples cabezas.
En el campo de las finanzas personales los miedos suelen tener un componente exógeno y otro endógeno, el primero relacionado con la situación económica del país (inflación, ajuste, despidos, cepo, corralito, etc.) y el segundo con cuestiones de índole personal (gastadores compulsivos, avaros, eternos deudores, etc.).
En el presente, podemos decir que existe un miedo latente hacía una especie de Hidra de Lerna compuesta por varias cabezas, siendo las más importantes la de la inflación y el ajuste, responsables de innumerables pesadillas por parte de aquellas familias que ven en peligro su estabilidad económica y con ello su futuro inmediato.
¿Qué hacer para imitar a Hércules y generar respuestas ingeniosas que nos permitan vencer nuestros miedos? ¿Cómo accionar para no caer en el mito paralizante de que no hay nada que pueda hacerse frente a tamaña amenaza?
En la nota de hoy analizaremos juntos como enfrentar a la Hidra de Lerna que atenta contra tus finanzas personales y doblegarla con valentía y arrojo.
Primera cabeza de la Hidra de Lerna: Ajuste
Frente al miedo podemos paralizarnos, que es la opción más “cómoda”, o accionar. Desde el punto de vista del Coaching (disciplina muy efectiva para el logro de objetivos) la acción siempre genera resultados, que pueden ser deseados o no deseados. Si estamos obteniendo resultados no deseados con nuestro accionar (por ejemplo: buscamos ajustar nuestras finanzas pero a pesar de ello el dinero no nos alcanza para llegar a fin de mes y sentimos que somos cada vez más pobres) debemos modificar nuestro lugar de observador para poder accionar de manera distinta y lograr resultados deseados, caso contrario caeríamos en la locura según la definición de Albert Einstein: “Locura es hacerlo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
Cada persona tendrá seguramente su manera de cambiar su lugar de observador, pero yo voy a contar cuál fue la transformación que me trajo buenos resultados.
Mi análisis fue que ante al ajuste yo tenía tres opciones:
1) Enojarme, criticar y sumergirme en un lago de negatividad en donde la Hiedra de Lerna es infranqueable.
2) Ajustar “intuitivamente” mis gastos: recorto por aquí, recorto por allá según lo que me parezca caro o barato.
3) Tomar el ajuste como una posibilidad de analizar a fondo mis erogaciones respetando la regla 50/30/20
Claramente la opción 3 fue la que elegí para llevar adelante, para lo cuál realicé el siguiente plan:
i) Desechar las soluciones y explicaciones propuestas por la mayoría y estudiar por mi cuenta la diferencia entre gasto y costo. Mientras que el gasto es una pérdida económica para una actividad que queda consumada en el momento, el concepto de costo hace referencia a una erogación de dinero que conlleva un beneficio a futuro. Ejemplo: Un desayuno en el bar de la esquina del trabajo a las apuradas es un gasto, mientras que el pago del gimnasio es un costo. Luego, concentré el ajuste en los gastos, excluyendo del mismo a los costos.
ii) Analicé mis gastos y me dí cuenta que los “gastos hormiga” (taxis, bebidas y comidas “de paso”, compras callejeras por oferta, etc.) constituían un 20% de mis gastos totales (gastos, no costos).
iii) Descargué en mi celular las app iGasto para contabilizar todos mis gastos diarios. Podés encontrar otras app convenientes aquí.
iv) Me propuse no hacer “la fácil”, que es dejar de ahorrar porque tengo que ajustar. Decidí entonces no alterar los porcentajes de la regla 50/30/20 y concentrar los ajustes en el 30% pertenecientes a los gastos deseados y no tocar el 20% del ahorro mensual.
De esta manera, logré realizar un ajuste profesional y estudiado en vez de uno intuitivo, aumentando mis chances de éxito en este campo.
Segunda cabeza de la Hidra de Lerna: La inflación
Siguiendo la línea metodológica anterior, instrumenté el siguiente plan para “cortar la cabeza” de la inflación del monstruo tan temido.
i) Desechar las soluciones y explicaciones propuestas por la mayoría y estudiar por mi propia cuenta cuál era el aumento menos comentado y a la vez más significativo para mis finanzas personales, y llegué a un hallazgo interesante: nadie habla del aumento de las tasas de interés para préstamos de todo tipo derivado de la suba de las LEBACs implementada por el Banco Central.
Servicios financieros que producen gastos derivados de la financiación con tarjetas de crédito (por pago mínimo del resumen), giro en descubierto en el banco o descuento de cheques para Pymes y particulares prácticamente se duplicaron en los últimos meses, quedándose con un “pedazo de torta” cada vez más importante dentro del presupuesto personal.
ii) Decidí dejar de comprar en cuotas y demás comportamientos financieros que deriven en gastos como los enunciados anteriormente.
iii) Opté luego por implantar otras medidas como las propuestas en esta nota para adoptar una actitud asertiva frente al miedo de la inflación
iv) No me resigné a quedarme solamente con los aspectos negativos de la inflación y me concentré en los positivos: La suba de tasas descriptas aumenta las ganancias de las colocaciones. Invertir dinero en plazos fijos y comprar LEBACs equivale a aprovechar la inflación para aumentar nuestros ingresos pasivos y al mismo tiempo proteger nuestro patrimonio.
Conclusión
Si Hércules hubiese creído lo que decía todo el mundo referente a que el monstruo de múltiples cabezas era invencible de seguro que ni siquiera lo hubiese intentando.
Lo que quiero decir con esto es que más allá de los cientos de argumentos que encontremos en nuestro camino referidos a la peligrosidad del ajuste como un proceso inevitable y doloroso, lo que debemos hacer al igual que con la inflación es evitar que el miedo nos paralice y nos instale en la queja permanente que retroalimenta la negatividad y los falsos mitos.
Estas son mis propuestas para lograrlo, pero como dijo Groucho Marx al referirse a sus principios, si no les gustan tengo otras.
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