Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
Todos los días sin darnos cuenta muchos de nosotros utilizamos la locución “OK” para prestar conformidad ante determinadas preguntas o situaciones, pero poco o nada sabemos acerca de sus orígenes y su significado real.
En 1963, el etimólogo Allen Walker demostró que el término procede de Estados Unidos, de los tiempos no muy lejanos en que todavía al menos una parte de la batalla se daba cuerpo a cuerpo.
Al volver hacia su base sin bajas, los miembros del ejército estadounidense sintetizaban la jornada con la expresión “zero killed”, que en español significa “cero muertos”. De ello se desprende que no es una letra “O” sino que en realidad se hace alusión al numero cero, una confusión casi irremediable.
En finanzas personales, la “muerte financiera” puede suceder cuando una persona ingresa como deudor insolvente en el VERAZ. Se trata de una base de datos que recopila información sobre la vida crediticia y de solvencia económica de una persona.
Estar registrado en el VERAZ equivale a tener prácticamente vedada la posibilidad de abrir una cuenta bancaria, poseer tarjeta de crédito o solicitar un préstamo, entre otras prohibiciones que impone el sistema.
La mayoría de la gente entra en el VERAZ por un mal manejo de sus tarjetas de crédito u otro tipo de préstamos contraídos “a sola firma”.
Si entendemos a las finanzas personales como una batalla donde la “muerte financiera” equivale a sucumbir frente al peso de las deudas tomadas sin control, veremos a continuación distintas estrategias que nos permitirán retornar a nuestros hogares con un mensaje “OK” bajo el brazo y otras que nos alejan peligrosamente de ese objetivo.
1) Tanques blindados de gran alcance: los plásticos, solo en casos de emergencia
Blindar al 100% nuestras finanzas equivale a utilizar la tarjeta de crédito unicamente en casos de absoluta necesidad y manejarse con débito o efectivo para el resto de las operaciones diarias.
Sabido es que numerosas transacciones se complican si no contamos con tarjetas de crédito. Hablamos de viajar al exterior, alquilar un auto, reservar un cuarto de hotel o trasladarse a bajo costo con Uber. Sin embargo, la mayoría de las operaciones no las demandan.
Aquellos que tienen plásticos y los utilizan solo en casos puntuales están combatiendo al enemigo con las mejores armas posibles: reducen a la mínima expresión el riesgo de sufrir “bajas financieras” y se acercan cada día más al OK.
2) Disparando desde la trinchera: saldar las deudas mensualmente y realizar aforos personales
Utilizar las tarjetas de crédito para gran parte de nuestras operaciones cotidianas tiene siempre implícito el riesgo de sucumbir ante las tentaciones con que busca encandilarnos la sociedad consumista o realizar un mal cálculo del límite disponible.
Sin embargo, existen dos mecanismos por los que podemos mantenernos a salvo de bajas financieras: instrumentar aforos personales y pagar siempre a término el total del resumen mensual.
Las tarjetas de crédito son otorgadas con un límite de gastos mensual. Ese límite puede depender del ingreso del cliente, la cantidad de tiempo que lleva como tenedor del plástico y su historial de pago, entre otros factores.
Un mal manejo de la tarjeta de crédito ocurre cuando una persona tiene varias en su poder y las lleva al límite, generando un gasto total que puede exceder sus ingresos mensuales. La posibilidad de sufrir bajas financieras crece notablemente cuando esto último ocurre.
Esta conducta irresponsable es más común de lo que imaginamos. Por ese motivo, aconsejamos establecer un aforo (un margen de garantía) de un 30% inferior al límite del crédito.
Por ejemplo, si el límite de gastos de mi tarjeta es de $ 15.000 por mes, con un aforo de seguridad del 30% me impongo un límite de gasto de $10.500. El monto es el resultado de la siguiente fórmula 15.000 x (1 – 0,30) = 10.500.
Esta estrategia de combate es efectiva si además se cumple en tiempo y forma con el pago total del resumen mensual, logrando una prolijidad financiera que nos acerca a la condición OK.
3) Peleas cuerpo a cuerpo en el campo de batalla: los que compran todo en “cómodas” cuotas sin interés
Hablamos de peleas extremadamente sangrientas y riesgosas que pueden provocar gran cantidad de bajas en muy poco tiempo.
Usar la tarjeta de crédito para comprar en numerosas cuotas equivale a dejarse tentar por la ficción favorita del consumismo, esa que nos vende la idea de que podemos apropiarnos de un bien o disfrutar de un servicio pudiendo pagarlo más adelante, como si ese compromiso futuro nunca llegara.
La sensación que producen estas operaciones es que nuestro poder de compra aumenta, cuando en realidad lo que sucede es que sumamos una trinchera más al ejército enemigo, quizá demasiado cercana a nuestra base financiera.
La realidad que emergerá de esta estrategia fallida es que más temprano que tarde deberemos afrontar el costo de pagar una multiplicidad de pequeñas cuotas. Juntas se convertirán en una gran mochila financiera.
En tiempos inflacionarios, se potencia la creencia de que las compras en cuotas nos permiten ganarle al índice de precios. De esta forma, aumentan las operaciones innecesarias con plásticos y el ideal del “zero killed” se aleja de nuestro horizonte.
4) Prisioneros del escuadrón enemigo: los que piden prestado para pagar la tarjeta
Aquí superamos límites muy peligrosos. Imaginémonos en el campo de batalla. Si tras una lucha cuerpo a cuerpo nos encontramos prisioneros en campo enemigo, comprenderemos inmediatamente que estamos en serios problemas, aunque aún con vida. Nuestra condición sigue siendo OK, más allá de que probablemente hayamos perdido varios soldados.
Esta temida situación es equivalente a pedir dinero prestado a financieras, familiares o amigos para saldar nuestra deuda mensual con las tarjetas, que se fue y posiblemente seguirá agrandando debido a las compras en cuotas y al pago de intereses ocultos en el contrato inicial.
“Pedirle prestado a Juan para pagarle a Pedro” nos permite evitar el VERAZ, pero el costo financiero de mantenernos con vida crece a diario, más aún en un escenario de inflación y altas tasas de interés.
¿Quién nos prestará dinero con un interés inferior al 30% anual? ¿Cuántas amistades pondremos en riesgo por nuestras conductas negligentes? El accidente financiero está a la vuelta de la esquina y la posibilidad de terminar malheridos es muy elevada.
5) Dead man walking (hombre muerto caminando): los que cancelan el pago mínimo
El pago mínimo es una opción que nos ofrece el banco o el emisor de la tarjeta de crédito para cumplir con el resumen mensual y seguir utilizando el plástico pero con un saldo deudor.
Este pago mínimo puede ser de apenas el 5% del total del gasto, es decir que si el total del resumen es de 15.000 pesos, pagando apenas 750 podremos seguir “como si nada”.
Esta fantasía nos demandará pagar intereses que pueden superar el 60% anual sobre los 14.250 pesos adeudados.
Esta situación es igual o más peligrosa que la anterior, puesto que los intereses que cobran las emisoras de plásticos por las deudas impagas superan claramente lo que puede reclamar un familiar o un amigo.
El OK comienza a desdibujarse y la probabilidad de caer en el VERAZ aumenta considerablemente. Nos convertimos en una especie de dead man walking, aunque tratemos de disimularlo.
Esta forma de “patear el problema para más adelante” solo hará que quedemos atrapados en una bola de nieve cada vez más grande y que tiene como desenlace la muerte financiera, a menos que reaccionemos antes.
Conclusión
Puede sonar un poco fuerte comparar una batalla con una situación financiera personal. El objetivo de esta columna es generar conciencia acerca del peligro que esconden ciertos hábitos relacionados con el manejo del dinero: pueden ser una fuente de angustia y causar malas decisiones en otros ámbitos aparentemente alejados de lo material.
La utilización que se hace de los recursos es responsabilidad de cada uno. En mi caso, me hace muy feliz ver cómo la gente que quiero regresa a sus casas tal vez agotada por un largo día de trabajo pero con la tranquilidad de que sus finanzas personales están OK.
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