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Rutinas y hábitos financieros.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

“No sé en que se me va el dinero”, “ahorrar no es para mi”, “soy un desastre con la plata”, “me queda mucho mes al final del sueldo”.

Estas son algunas de las frases que suelo escuchar de la gente cuando en una reunión, una fiesta o un bar se habla de dinero. Por lo general, encuentran rápidamente uno o más interlocutores que coinciden o se identifican con esas afirmaciones.

Sucede que la mayoría de la gente tiene problemas financieros como consecuencia de la falta de control de sus ingresos y sus gastos. Esta conducta perniciosa los lleva “vivir al día” en lugar de poder manejarse con previsión y tranquilidad.

¿Cuál es el origen de este mal? La experiencia me indica que estas personas desconocen un aspecto muy importante de la vida financiera: la diferencia entre rutinas y hábitos.

Vamos a introducirnos en el mundo de las finanzas personales para ver de qué se trata esta diferencia y descubrir cómo, a partir de pequeños cambios cotidianos, podemos mejorar notablemente nuestra economía.

Rutinas y hábitos: de lo aburrido a lo superador

“El esfuerzo sin visión es una rutina y la visión sin esfuerzo es una fantasía”. Anónimo

La palabra rutina viene del francés, donde ruote significa ruta. Su significado está directamente asociado a un camino ya conocido de antemano, algo que se repite.

La connotación negativa que podemos otorgarle responde al carácter repetitivo y, en muchas ocasiones, monótono de la rutina. Solemos decir que lo rutinario genera falta de interés y se siente como una tarea obligada que debe llevarse adelante, que nos resta fuerzas y cercena nuestro deseo de aventurarnos por otros caminos.

La gente que detesta ir al gimnasio, por ejemplo, critica lo rutinario del ejercicio semanal. Los beneficios quedan a un lado a la hora de buscar excusas.

En el plano financiero ocurre lo mismo. Poner en marcha una rutina es visto como algo engorroso. Por ese motivo, mucha gente termina eligiendo por el supuesto el relax económico de manejarse de manera intuitiva, siguiendo lo que dicten su conciencia y su deseo a cada momento, para terminar ahorrando dinero o planificando gastos solo en casos muy puntuales, como cuando aparece algún objetivo realmente deseado (vacaciones, productos de electrónica, regalos para personas importantes en sus vidas, etc).

Lo que les propongo en esta columna es reemplazar las rutinas por una instancia superadora: los hábitos.

La palabra hábito proviene del latín habitus, que a su vez es el participio pasivo del verbo habere, del que se desprenden las palabras haber, habilidad y habitar.

Los hábitos se vinculan con una determinada habilidad en lo cotidiano, en lo que “se habita”.

Desde la psicología se entiende al hábito como la repetición de conductas que lleva a cabo un sujeto y que pueden automatizarse, de manera tal que una vez incorporadas aparecen de modo natural y pasan a formar parte de la personalidad de quien las practica.

A partir de esta definición, entendemos que existen diferencias fundamentales entre una rutina y un hábito: mientras que la primera se lleva a la práctica por condiciones externas, ajenas a la propia voluntad, que reinan en el presente, el hábito es una conducta más bien elegida y que se proyecta a futuro para cambiar nuestra situación preferentemente en lo inmediato.

A modo de ejemplo: Hábitos financieros personales

“Si no cambia lo que está haciendo hoy, todas sus mañanas se verán como ayer” Jim Rohn.

Al adquirir cultura financiera, nos damos cuenta que la prosperidad económica es consecuencia -y no causa- de la postura que tenemos hacia lo material, de nuestros hábitos.

Compartiré con ustedes algunos de mis mejores hábitos financieros:

1) Panel de control financiero: Llevo a cabo en una planilla básica de Excel un panel de control financiero personal donde anoto mis ingresos mensuales y su procedencia, actualizo mi stock (dinero o bienes que poseo valuados en términos actuales) y los gastos fijos proyectados (expensas, Internet, gas, luz, ABL, etc).

No anoto cada gasto que realizo sino que lo gastado mensualmente sale por la diferencia entre el stock acumulado al mes siguiente y los ingresos obtenidos. Por ejemplo, si tenía 100 a principios de mes, ingresaron 20 y a fin de mes tengo 105, quiere decir que gasté 15 y ahorré 5.

Este hábito me permite construir estadísticas personales de ingresos y gastos, entender al detalle la dinámica de mis finanzas personales y proyectar mi evolución económica.

2) Revisar siempre los resúmenes de las tarjetas y los tickets: Parece obvio que todos deberíamos revisar siempre los resúmenes de las tarjetas y, por ejemplo, el ticket que nos trae el mozo cuando vamos a cenar afuera, pero se sorprenderían de la cantidad de gente que no lo hace por pereza o incluso por miedo a “quedar mal” con quien le puede estar cobrando de más.

El hábito de revisar lo que nos cobran en cualquier instancia no solo puede permitirnos evitar pérdidas de dinero sino que además representa un compromiso serio con nuestras finanzas.

3) Preferir siempre el pago con débito o en efectivo: Las tarjetas de crédito crean una disociación entre el momento de la compra o adquisición y el desembolso de dinero producto de la transacción. Esto es peligroso porque puede llevarnos a gastar de más.

En mi caso, utilizo solo una tarjeta de crédito y la destino preferentemente a gastos recurrentes que no quiero olvidar, como la prepaga, la factura de la telefonía móvil, Internet y otros servicios.

No obstante, en los comercios siempre pregunto antes de pagar: puede haber alguna promoción o descuento para operaciones con tarjeta que abaraten la operación. Eso sí, procuro pagar en una sola cuota para evitar comisiones ocultas.

Manejarse solo con débito o en efectivo hace que uno gaste menos y nos ayuda a ahorrar, puesto que el ahorro se practica tanto cuando acumulamos un excedente de dinero como cuando gastamos inteligentemente.

4) Estar siempre atento al escenario de tasas de interés: Periódicamente investigo sobre el nivel de tasas de interés del mercado, que suele determinar “el piso” al que podría invertir mi dinero para generar ingresos pasivos.

En períodos como el actual, donde las tasas de interés se encuentran altas en términos históricos, trato de consumir menos que de costumbre para poder invertir y generar más dinero. Cuando ocurre lo inverso, me permito “aflojar” un poco el control de los gastos.

5) Calcular el gasto equivalente en tiempo para erogaciones mayores a los 1000 pesos: ¿Cuánto tiempo deberé trabajar para pagar esto que voy a comprar? No es dinero el que destinamos a determinadas compras sino tiempo.

Cuando se trata de gastos mayores a los 1000 pesos, divido el precio del producto o servicio por el ingreso por hora que tengo actualmente (previamente calculado) y así tengo una idea de las horas de trabajo que necesito para generar el dinero que pienso destinar a la operación. Muchas veces el resultado hace que desestime la compra.

Conclusión

De acuerdo con lo analizado, debemos comprender la importancia de incorporar hábitos financieros saludables a nuestras vidas para comenzar a ordenarnos económicamente.

Pero así como existen hábitos positivos, también los hay negativos. Son aquellos que nos impiden cumplir nuestras metas, por lo que debemos “desprogramarlos”.

Cuando no existen los hábitos saludables, el dinero se vuelve un recurso escaso en nuestras vidas, aún cuando los ingresos sean altos. Esta situación nos obliga a trabajar a sol y sombra para generar más recursos, haciendo que nuestras vidas se vuelvan más rutinarias y aburridas.

Es un error pensar que los hábitos financieros vuelven aburridas nuestras vidas. Todo lo contrario: nos permiten liberarnos de trabajo y hacernos más tiempo para llevar a cabo actividades que nos resulten atractivas o divertidas.


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