Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
Hemos estudiado en estas columnas semanales el ahorro, el gasto y los ingresos en reiteradas ocasiones a partir de un enfoque distinto al tradicional, buscando sentar las bases para unas Finanzas Personales más sanas.
Ahora es el turno de hacer foco en las inversiones para analizar juntos la enorme influencia del plano emocional en lo que refiere a la generación de dinero con dinero. Como suele afirmarse en el mercado: “el peor enemigo del inversor es el propio inversor”.
Por eso, hoy trabajaremos sobre la necesidad de incorporar un jugador fundamental a nuestra estrategia inversora: el tiempo, ese amigo que, en caso de ignorarlo, puede convertirse inmediatamente y sin vueltas en enemigo.
El tiempo se respeta a través de la paciencia. Paciencia a la hora de poner el dinero a trabajar, paciencia a la hora de elegir un activo donde invertir y paciencia a la hora de observar la evolución de ese activo elegido.
A modo de ejemplo, vamos a tomar dos casos puntuales, reales y documentados, donde las emociones pueden engañarnos y jugarnos una mala pasada, haciéndonos creer que estamos perdiendo cuando en realidad estamos ganando.
El análisis nos servirá para comprender por qué toda inversión debe estar bien fundamentada y por qué, una vez que tomamos una decisión muy meditada, debemos confiar en nosotros mismos y nuestra conducta en el largo plazo, independientemente de los obstáculos que se presenten en el corto plazo.
Entender los vaivenes del camino es tan importante como no perder de vista las metas.
Bitcoins: cómo salir último en una competencia profesional
En 2013 fui invitado al programa CQC, conducido por Roberto Pettinato. Participé de una competencia de inversiones junto con dos colegas, Matías Tombolini y el recordado y muy querido Tomás Bulat.
Debíamos elegir una inversión para evaluar al cabo de un mes cuál había resultado ganadora.
Bulat se alzó con el primer puesto gracias a la elección del viejo y conocido plazo fijo, mientras que Tombolini salió segundo con bonos del Estado en su cartera de fantasía y quien suscribe finalizó último con la moneda virtual bitcoin en su bolsillo. Por entonces, cada bitcoin cotizaba a 70 dólares.
Lejos de deprimirme por el resultado y confiado en lo que podía representar el bitcoin como inversión en el largo plazo, seguí refiriéndome a la moneda en los medios. Lo hice, incluso, cuando el mundo financiero lo vio caer por debajo de los 70 dólares de 2013.
¿Cuál es el resultado de esa misma inversión al día de hoy? Cada bitcoin se cambia a 1.258 dólares (aquí se puede ver la cotización en tiempo real). Por lo tanto, en apenas cuatro años la ganancia roza el 1700% en dólares.
¿Por qué me mantuve firme en la mirada positiva sobre el bitcoin? La principal razón es que había estudiado seriamente el tema, había concurrido a charlas de especialistas y había entendido que el valor oculto de la moneda virtual no se encontraba justamente en su naturaleza como criptomoneda sino en la revolucionaria tecnología que utiliza, conocida como Blockchain, que creó una verdadera autopista informática para transferencias internacionales a un costo marginal y realmente despreciable comparado con el de grandes compañías como MoneyGram o Western Union.
Acciones de Facebook: del papelón a la suba astronómica
En una nota publicada en LA NACION en febrero de 2012, hablé sobre el potencial que tenían las acciones de la red social Facebook, que se encontraban listas para salir a cotizar en la Bolsa de Nueva York.
Tres meses más tarde, la Oferta Inicial de Acciones (IPO, por sus siglas en inglés) fue lanzada a un precio de 38 dólares por acción. Contrariamente a lo que suele suceder en las IPO (el ejemplo más cercano es el de Snapchat, que escaló hasta 44% en el primer día de operaciones), las acciones de Facebook cerraron prácticamente sin cambios en su debut, para iniciar en los días subsiguientes una caída muy abrupta. En agosto de 2012, Facebook había perdido el 50% de su valor de mercado y se negociaba a menos de 19 dólares por acción como consecuencia de la desconfianza de los inversores con respecto a su modelo de negocios.
A pesar de tamaña pérdida, mis argumentos de suba se mantuvieron firmes basados en la potencial incursión de la empresa en el negocio de la publicidad móvil (en celulares), lo que redundaría en una monetización de su billonaria base de usuarios.
Un año más tarde, en julio de 2013, Facebook reportó ganancias provenientes de ese nicho de mercado y sus acciones comenzaron un recorrido alcista que las llevó hasta los actuales 136 dólares. En consecuencia, en 5 años el rendimiento en dólares fue superior al 250% en dólares.
Lo que parecía ser un gran fiasco en un principio terminó siendo una excelente inversión si tomamos el recorrido de la cotización punta a punta.
Conclusión
Hemos vistos dos casos reales que hablan de la importancia de mirar la película completa y no una foto o un cortometraje para sacar conclusiones y tomar decisiones.
El principio de “ganar cuando parece que estás perdiendo” se basa en fundamentos consistentes, en raíces que sostienen el árbol a pesar de los vientos fuertes.
Uno debe abstraerse de los exitistas de siempre que pululan por los medios y los foros de Internet buscando criticar a los que están perdiendo momentáneamente con sus inversiones. Los futboleros sabemos que algo no muy distinto pasa en el ámbito de la pelota, donde abunda el periodismo que critica por una derrota o elogia por una victoria sin analizar ni el trabajo ni las metas.
Interiormente, lo más difícil es vencer el miedo que producen las pérdidas parciales, que siempre son potenciales y nunca realizadas, porque sabemos que el activo elegido es el correcto y, por lo tanto, no lo vendemos. Es una tarea titánica pero clave en nuestra vida como inversores.
Dicho esto, vamos al otro extremo: ¿Existe entonces la posibilidad de “perder cuando parece que estamos ganando”? Ciertamente, existe. Suele darse cuando otro sentimiento, el de la codicia, gana la partida y domina nuestras emociones. Nos lleva por el camino equivocado de no tomar ganancias parciales y asegurar la inversión inicial. En futuras entregas lo analizaremos.
Hoy hemos comprendido el peso de las emociones en la toma de decisiones financieras y en la necesidad de encontrar buenos argumentos para nuestras inversiones. Aprender a distinguir las pérdidas momentáneas y no realizadas de las reales es el primer paso para obtener ganancias exponenciales con nuestro dinero.
No dejemos que otros incidan en nuestro juego, que limiten nuestras ganancias y eleven nuestras pérdidas. Tomemos el control de nuestras inversiones de largo plazo y de nuestras emociones.
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