A los doce años, un chico ya puede tener una tarjeta de crédito, una de débito e incluso hacer transferencias como si fuera un adulto. ¿Están preparados para el manejo de la moneda electrónica? ¿Qué cosas deben tenerse en cuenta?
Laura Reina, La Nación.
Cuando Lautaro terminó séptimo grado, en diciembre pasado, la mamá lo premió con un viaje a Estados Unidos, donde paró en la casa de sus tíos. A los 13 años, el adolescente no sólo saltó del nivel primario al secundario, también empezó a usar dinero electrónico: una extensión de la tarjeta de sus padres a la que pronto se le sumará una tarjeta de débito. “Ahora que empieza el secundario queremos que tenga una para que se maneje con cierta independencia. Muchas veces necesitó comprar algo para la escuela y como no tenía suficiente plata en la billetera no podía. En principio, es para los gastos del colegio y alguna salida”, dice Leticia De Lucca, que sostiene que la ventaja de la tarjeta de débito por sobre la de crédito es que puede extraer dinero si lo necesita.
“Al tener que ir a un cajero y no tenerlo a mano, hace que gaste menos y piense antes de hacer una compra. No me gusta que ande con plata en efectivo pero sabe que si lo necesita tiene acceso a él. Cuando le daba plata se la gastaba toda y yo no sabía bien en qué. Así, puedo tener un control de sus gastos y ponerle un límite. Es una responsabilidad mayor pero él sabe que si se hace el vivo se termina”, advierte Leticia, que trabaja en la gerencia de marketing de una empresa de consumo masivo. ¿Otra ventaja del dinero electrónico? “Las promociones. Lautaro sabe que hay días que hacen descuentos y eso le va a permitir gastar ahorrando y que ese ahorro sea beneficioso para él.”
Los chicos habitan a edades cada vez más tempranas espacios que eran propios del mundo adulto, como el de las finanzas. La disposición del Banco Central de la República Argentina (BCRA) que habilita desde enero a los menores a abrir cuentas (asociadas a las de sus padres) y tener tarjetas de débito para pago, extracciones y transferencias abre un debate acerca del manejo de dinero electrónico, que implica, necesariamente, un nivel de abstracción mucho mayor -y por lo tanto un grado de madurez superior- que el manejo del billete físico.
La especialista en crianza plantea, además, un problema adicional respecto de la bancarización precoz: el retraso de la entrada al mundo adulto. Contradicciones de época: se pasa de ser niños adultos a adultos aniñados. “Antes, una de las cosas que marcaba la entrada a la adultez era la apertura de una cuenta bancaria. Era un estandarte de la adultez porque era a partir de tu dinero, de tu trabajo. Hoy los chicos dan esos pasos basados en recursos que no son propios sino de sus padres. Esos signos que marcaban la entrada a una nueva etapa están desdibujados. No hay ritos que marquen claramente el inicio de un ciclo. Hoy la adultez tarda más o se nota menos porque hay una facilitación cultural que lo avala”.
Una mirada positiva
Sin embargo, para los especialista en economía, la bancarización precoz, y todo lo que ella implica, no sólo es positiva, sino también necesaria: “Diferenciar el dinero físico del electrónico es una necesidad para una mente análoga como la de la Generacion X -dice Nicolás Litvinoff, economista y director de Estudinero.net-. Los millennials y los post millennials, que nacieron después de la explosión de Internet, están acostumbrados a manejarse sin dinero o con dinero electrónico. Tienen muy en claro el manejo, les resulta muy amigable. No hay que explicarles nada. Hoy la masa de dinero no tiene un correlato físico -sostiene-. No es que lo valoran más por tenerlo en la mano”.
“Nuestra generación suele referirse a la tarjeta de débito como algo especial y único, porque no crecimos con ella. Sin embargo, es algo que utilizamos todos los días para manejar nuestras finanzas. Desde ese punto de vista y teniendo en cuenta que nuestros hijos están creciendo en un mundo donde cada vez más las transacciones se hacen online y vía aplicaciones en el celular, no está mal enseñarles cómo funciona el mundo financiero”, plantea Ángel Elgier, director de la carrera de Psicología de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
El docente sostiene que “utilizar una tarjeta puede ser una oportunidad para aprender hábitos relacionados al gasto y al ahorro. De este modo, los chicos pueden ir desarrollando autonomía y a regular su consumo. Y para algunos padres la tarjeta de débito es vista como una forma más segura de otorgarles la mensualidad a sus hijos, en lugar de que utilicen efectivo”.
Por su parte, Mariano Otálora, director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales y autor de ¿Qué hacemos con los pesos? sostiene que lo positivo de la bancarización temprana es que permite abrir el diálogo familiar en torno a las nociones básicas de ahorro, gasto e inversión: “Es superpositivo que los chicos empiecen a manejar dinero desde chiquitos. Es importante que los niños de 3, 4 años tengan una aproximación al tema del manejo del dinero. Los chicos ven que todo se compra electrónicamente: desde apps, hasta el viaje en taxi. Son los padres los que tienen que abrir su cabeza. Así como se los educa desde el punto de vista cívico o sexual, también hay que educarlos desde el punto de vista financiero”.
En este sentido, muchos juegos y sitios en Internet les permiten a los chicos administrar recursos y surgen como una ventana que se abre hacia la “alfabetización financiera” virtual antes de dar el gran salto al mundo real. En Agente Piggy, una plataforma web, los padres pueden pagar una mensualidad a sus hijos y proponer tareas a cambio de dinero virtual. También crear cuentas de ahorro que no puedan tocar y les generen un interés. Parte de la educación que le dio Leticia a Lautaro ya rindió sus frutos: “¿Vamos a comprar los libros de inglés, que hoy hay descuento con la tarjeta?”, le propuso la mamá. “¿Qué día es?”, preguntó el adolescente. “Jueves, ¿por?”. Quería saber para cuando tenga mi propia tarjeta”.
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