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El horizonte material.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Si tuviera que elegir el factor que más incide en mi economía no lo dudaría un segundo: el tiempo, mejor amigo o peor enemigo de las finanzas personales.

Desde la filosofía, podríamos explayarnos durante horas sobre el tema, pero hoy seremos pragmáticos: realizaremos un experimento que tendrá por objetivo comprender el comportamiento financiero de la mayoría de la población para dejar los malos hábitos en el pasado, redireccionar el presente y construir así un futuro más sólido.

Caminaremos juntos hacia el “horizonte material”, allí donde el tiempo y el dinero se unen para mejorar nuestra calidad de vida.

El tiempo y el gasto

Pasado del gasto: ¿En alguna clase del colegio primario, del secundario, del terciario o la universidad nos enseñan a gastar el dinero? No. En las currículas no existe materia alguna sobre el manejo de las finanzas personales. Esta carencia deja abandonada a la gente a su propia suerte, incluso a los profesionales que deben tomar decisiones importantes para la sociedad. Un médico, un político o un juez pueden actuar de manera diferente dependiendo de su salud financiera.

Por lo tanto, el aprendizaje ocurre principalmente en nuestros hogares. Desde pequeños, vemos a nuestros padres manejar el dinero de una forma determinada. ¿Qué gastos priorizaban? ¿Se desprendían fácilmente del dinero? ¿Sufrían a la hora de gastar? ¿Realizaban “gastos inteligentes” o amaban derrochar?

A menos que logremos tener un criterio propio que se ajuste a nuestra realidad, la conducta de nuestros progenitores incidirá directamente sobre nosotros. Haya resultado efectiva o no para ellos, lo cierto es que debemos evaluar el escenario donde vivimos, nuestras necesidades y deseos. Solo así construiremos una identidad financiera propia y podremos acceder a una mejor calidad de vida.

Presente del gasto: Disciplinar el gasto es fundamental para que aparezca un excedente entre el dinero que entra a nuestra caja y el que sale.

Gasto y ahorro mantienen un vínculo estrecho: Cuando el gasto se vuelve ingobernable, el ahorro se ausenta sin aviso. En consecuencia, es necesario realizar un análisis exhaustivo de los bienes y servicios que consumimos a diario para evaluar si tienen peso desde el punto de vista contable y si realmente son importantes desde el punto de vista emocional. En esta nota nota encontrarás un test muy eficaz.

Futuro del gasto: Si hacemos las cosas bien, el gasto será creciente en nuestra vida, dado que a medida que pasen los años podremos gastar cada vez más sin que nuestra salud financiera empeore. Por el contrario, si actuamos mal, el gasto deberá ser decreciente , puesto que acumularemos deudas y nos veremos obligados a reducir el consumo.

Los sacrificios financieros que hacemos hoy nos permitirán disfrutar más el mañana. Lo veremos a medida que podamos destinar cada vez más dinero a “gastos de inversión” y no a “gastos de consumo”.

Los “gastos de inversión” son aquellos que se realizan en el presente pero con un objetivo futuro. Incluyen desde la cuota de la universidad, hasta el gimnasio o las herramientas de trabajo.

Los “gasto de consumo” abarcan al dinero destinado a bienes o servicios que se agotan en el momento y no generan beneficios futuros: cenar afuera, tomar un taxi, comprar cigarrillos o prácticamente cualquier “gasto hormiga”.

Dicen que la vida tiene una forma de “U”, donde el eje vertical es la felicidad y el horizontal es el tiempo: la felicidad es mayor al comienzo de la vida, luego va decreciendo hasta llegar a la adolescencia y crece al llegar a la edad adulta.

En términos económicos, podemos utilizar el mismo modelo para hablar de nuestra relación con el dinero: no debemos preocuparnos por él cuando somos pequeños, pero luego comenzamos a entender su peso en la sociedad y la necesidad de esforzarnos para conseguirlo, lo cual genera un aumento de la infelicidad. Ya más grandes, si hacemos bien las cosas, podremos disfrutar nuestros ingresos. Completar la “U” dependerá de nuestra capacidad para controlar el gasto y generar ahorros.

El tiempo y la inversión

Pasado de la inversión: Aquí no hay demasiadas vueltas: debemos preguntarnos si la vocación por invertir existía o no en nuestra familia cuando éramos pequeños, y en caso de que la respuesta sea afirmativa, analizar qué inversiones eran las elegidas.

Mi experiencia como Coach Financiero me permite sostener que la gran mayoría de la gente creció en un entorno donde se denominaba “inversión” a la toma de deuda para comprar un auto o un inmueble. Por lo tanto, solo una pequeña minoría pudo aprender de padres que invertían en activos financieros que generan un flujo de dinero en las cuentas de sus tenedores. Hablamos de plazos fijos, bonos u obligaciones negociables, fondos comunes de inversión, etc.

Sea cual fuese el caso, existe actualmente un amplio menú de activos disponibles tangibles e intangibles que debemos incorporar a nuestra cultura inversora.

Presente de la inversión: He aquí el quid de la cuestión: el presente es el momento en que debemos focalizarnos para llegar al horizonte financiero deseado. El mayor obstáculo para lograrlo tendrá que ver la emoción más dañina de todas: la ansiedad, que buscará denodadamente desacreditar cualquier tipo de inversión que no logre resultados positivos inmediatos.

Financieramente hablando, el valor temporal del dinero nos marca la diferencia que existe entre un peso de hoy y un peso de mañana de acuerdo con su poder de compra y las tasas de interés vigentes en el mercado. La inversión generará un rendimiento que será mayor mientras más tiempo estemos dispuestos a inmovilizar nuestro capital sin preocuparnos por las variaciones de corto plazo.

Como vengo afirmando en columnas anteriores, la inversión en la Bolsa está muy poco valorada en Argentina. Quienes no la comprenden, la consideran “timbera” o demasiado riesgosa, pero esta última es una apreciación cortoplacista. Esas variaciones positivas o negativas pronunciadas que puede tener una acción no se reflejan en el largo plazo. La rentabilidad promedio supera el 50% anual en los últimos 15 años. Pensar en el largo plazo (más de 3 años) para evaluar el éxito o fracaso de nuestras inversiones hará que podamos colocar dinero en los vehículos de mejor desempeño y eliminar el riesgo inherente a la volatilidad de corto plazo.

Futuro de la inversión: La parte final de la “U” que abordamos en el futuro del gasto se relaciona directamente con el futuro de nuestras inversiones. Conseguir más dinero invirtiendo dinero es clave para construir un futuro próspero. Es una conducta que conviene hacer propia y natural buscando siempre invertir en activos de largo plazo que generen un flujo de dinero positivo en lugar de especular con acciones, opciones y otros activos de corto plazo que prometen dinero fácil en poco tiempo.

Conclusión

Nuestro tiempo en esta tierra es finito: o bien “le ponemos el cuerpo” al trabajo en una lógica de 10/6 (diez horas por día, 6 días a la semana) o bien comenzamos a imaginar un horizonte donde esa carga laboral disminuya de la mano de nuestras inversiones.

“Siempre es hoy”, cantaba el inmortal Gustavo Cerati y es verdad, pero nuestro hoy también es nuestro mañana: si no actuamos proyectando un futuro de prosperidad, difícilmente actuaremos en beneficio propio.

El “horizonte material” al que pretendemos llegar se acercará o alejará dependiendo de nuestra capacidad de dominar ansiedad que emerge a la hora de gastar e invertir. Una vez más, el control de nuestra conducta lo es todo. Disfrutemos lo que podamos disfrutar a cada momento.


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