Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
La palabra recursos suele utilizarse para un sinfín de situaciones en el mundo económico y empresarial: recursos humanos, recursos materiales, recursos naturales, etc.
Es tan relevante en este ámbito, que suele definirse a la economía como la “ciencia que estudia el arte de administrar los recursos escasos con el fin de producir aquellos bienes o servicios imprescindibles para la satisfacción de las necesidades individuales o colectivas de la sociedad”.
En la columna de hoy abordaremos el término desde una visión más personal, buscando aplicar los beneficios que brinda el hecho de conocer los recursos internos y externos con que contamos y las técnicas para transformarlos a fin de generar en nuestra vida abundancia en lugar de escasez.
Como primera medida, recurriremos a la raíz de la palabra en estudio: del latín recursus, se encuentra compuesta por re (nuevamente) y currere (correr). A lo largo de esa carrera con obstáculos que es la vida, deberemos recurrir a los recursos una y otra vez. Seremos capaces de saltar las vallas si utilizamos de la mejor manera los recursos que encontremos en el camino. Cuanto mejor lo hagamos, más chances tendremos de llegar a nuestras metas materiales y, también, espirituales.
Recursos internos
Los recursos internos más importantes con los que cuenta una persona son tres: hábitos, conocimientos y habilidades. Repasémoslos con el lente de las Finanzas Personales:
Hábitos: Desde la psicología se entiende al hábito como la repetición de conductas que lleva a cabo un sujeto y que pueden automatizarse, de manera tal que una vez incorporadas aparecen de modo natural y pasan a formar parte de la personalidad de quien las practica. Al adquirir cultura financiera, comprendemos que la prosperidad económica es consecuencia -y no causa- de la postura que tenemos hacia lo material, de nuestros hábitos.
Algunos de los hábitos financieros que practico consisten en completar periódicamente un panel de control financiero personal a través de una app o planilla de Excel a fin de no perder de vista lo que entra y lo que sale, revisar los tickets de las cuentas cuando compro algo en un comercio o voy a un restaurante, observar detenidamente los resúmenes de las tarjetas de crédito, priorizar el pago en efectivo o con débito frente a la posibilidad de pagar a crédito, no tomar deuda de ningún tipo, estar siempre atento a posibilidades de inversión y calcular los gastos superiores a 1000 pesos a partir del tiempo que me demanda generar ese dinero.
La buena noticia aquí es que los hábitos se pueden trabajar en el día a día hasta internalizar las conductas saludables. Llegado ese punto, uno no siente que está realizando un esfuerzo y puede hablar con orgullo de su cambio para mejor.
Conocimientos: Podemos definirlos como los hechos o la información asimilada por una persona a través de la experiencia o la educación, la comprensión teórica o práctica de un tema de la realidad. En el plano financiero, este recurso es escaso en la currícula educativa tradicional: no existe la materia Finanzas Personales en las carreras vinculadas a la ciencia económica.
Para potenciar este recurso, debemos invertir tiempo y fijar la atención en adquirir la información necesaria para aprender cómo funciona el sistema financiero y cómo se relacionan nuestras emociones con el manejo del dinero.
Aquí, otra buena noticia: lo que estás haciendo al leer esta columna es adquirir conocimiento sobre la cuestión de la formación financiera. Ahora bien, ¿cuál es la razón para que sea una de las materias menos difundidas? Posiblemente, que tanto a los bancos como a las financieras les conviene que la gente carezca de formación para cobrar más por los préstamos, las tarjetas, los planes de ahorro, etc.
Habilidades: La habilidad se suele asociar al talento, a lo que podemos hacer bien sin demasiado esfuerzo. Yo sostengo que la habilidad está íntimamente vinculada al deseo: cuando deseamos mucho algo, mediante prueba y error adquirimos las habilidades necesarias para alcanzarlo.
Será cuestión de practicar hábitos financieros saludables y sumar conocimientos financieros para convertir en recurso esa habilidad. La fórmula sería así: Hábitos Financieros Saludables + Conocimiento Financiero = Habilidad Financiera.
Encontraremos la habilidad financiera (¿en el ahorro?, ¿en la generación de ingresos?, ¿en el gasto inteligente?, ¿en la inversión?) por decantamiento una vez que trabajemos sobre los hábitos y el conocimiento.
Recursos Externos y conversión
Los recursos externos son aquellos que podemos definir como nuestra propiedad, sea tangible o no. Hablamos de inmuebles, dinero, herramientas, etc.
La diferencia más importante que presentan los recursos externos con respecto a los internos es que, por lo general, los primeros se gastan con el uso, mientras que los segundos aumentan a medida que los utilizamos (cuanto más conocimiento adquiramos, más habilidades tendremos).
A partir de esta distinción, podemos abordar ahora el tema de la conversión de un recurso en otro, siempre pensando en nuestro provecho.
Convertir recursos internos en recursos externos: Cuando adquirimos el hábito de leer noticias financieras a diario y nos enteramos de una inversión que tiene un riesgo similar al plazo fijo pero con mayor rendimiento (Lebacs, Lestes, Fondos Comunes de Inversión de renta fija), al llevarla a la práctica y cobrar los intereses, estaremos convirtiendo un recurso interno (hábito) en un recurso externo (dinero).
Convertir recursos internos en más recursos internos: al adquirir conocimientos, desarrollamos habilidades que pueden servirnos, por ejemplo, para invertir dinero. Si aprendemos cómo funciona la Bolsa, podremos realizar prácticas y luego descubrir que somos hábiles para elegir acciones que se encuentran subvaluadas por el mercado.
Convertir recursos externos en internos: hay veces que se pueden adquirir recursos internos gratis o sin demasiado esfuerzo, pero en muchas otras ocasiones debemos invertir recursos externos para ello. Internet, por caso, es una fuente gratuita de obtención de conocimientos, pero no siempre de calidad. Muchas veces, deberemos pagar por ellos. Hablamos entonces de dinero que se invierte en conocimientos.
Convertir recursos externos en más recursos externos: un caso típico es el de quien carece de conocimientos sobre inversiones y compra un departamento (recurso externo) para alquilarlo, a fin de generar más dinero (recurso externo).
Conclusión
Un buen ejercicio para comenzar a aplicar lo analizado en esta columna consiste en confeccionar una lista de nuestros recursos internos y externos actuales. Acto seguido, repasar aquellos que nos gustaría poseer en un futuro cercano. Finalmente, se arma una hoja de ruta para convertir los recursos actuales en esos recursos proyectados y se define un plan de acción (o conversión).
Reconocer nuestros recursos y potenciarlos es la mejor manera de ser auténticos y trabajar para nosotros.
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