Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
¿De qué hablamos cuando hablamos de dinero? Como cualquier palabra dentro del universo lingüístico, “dinero” tiene múltiples significados. Es decir que dos personas distintas no necesariamente deben entender lo mismo cuando se les habla de dinero. La idea que se genera en sus mentes cuando escuchan el término o piensan en dinero puede ser muy diferente.
En nuestra sociedad, se trata de todo activo o bien que sea aceptado como unidad de cuenta, depósito de valor y medio de pago para el intercambio de productos. Pero más allá de la definición social, cada uno de nosotros le pondrá una carga subjetiva y tendrá una mirada distinta sobre este bien tan particular. Con tres ejemplos lo entenderemos mejor.
Incluso una misma persona puede cambiar su concepción del dinero con el tiempo. Este fenómeno nos permite corregir miradas y conductas financieras para aprovecharlo mejor.
Ahora, concentrate. Yo escribo “dinero” y vos pensás en:
Un medio para consumir
Aunque una reciente encuesta ubicó a los argentinos entre los menos materialistas del mundo, lo cierto es que el significado de dinero como medio de consumo está presente en gran parte del población.
El razonamiento es sencillo: Si gano más, consumiré más. Si gano menos, consumiré menos. Cuando vemos un billete de 500 pesos, automáticamente asociamos su significado con la cantidad de bienes y servicios que podemos adquirir teniendo uno o más de esos billetes.
Las personas que comprenden al dinero como medio de consumo pueden ganar mucho o poco, ser profesionales o no, trabajar en relación de dependencia o por su cuenta, pero siempre tendrán algo en común: Viven al día y piensan que se capitalizan si compran una casa más grande o un coche nuevo, cuando en realidad, como vimos en notas anteriores, lo único que se logra con esta conducta es tener pasivos más costosos.
Algunos tips para nuestros amigos consumistas:
Cortar con los hábitos negativos que impiden ahorrar y bajar el nivel de gastos variables implementando la regla 50-30-20, que consiste en destinar un 50% del ingreso para los gastos necesarios, 30% para los gastos deseados y 20% para el ahorro.
Un medio para sentirnos seguros
Hay gente que busca la calma en su cuenta bancaria. Ve ahorros suficientes como para salir airoso de cualquier evento no deseado que surja en su vida y se tranquiliza. Para estas personas, la concepción del dinero se vincula directamente con la seguridad y su significado apunta a la cantidad de tiempo que uno puede sobrevivir con el monto atesorado si dejara de percibir ingresos, se enfermara o sufriera un robo importante.
Si bien el comportamiento típico que genera esta mirada cuenta con varios rasgos positivos (comenzando por la capacidad y habilidad para ahorrar), existe un riesgo implícito: Sentir que nunca es suficiente y sacrificar el disfrute presente por un temor constante acerca de lo que deparará el destino.
Vamos con un tip para los precavidos de más:
El ahorro considerado “eficiente” para hacer frente a la mayoría de las eventualidades equivale a 6 meses de ingresos. El monto debe invertirse en un activo de bajo riesgo y fácil acceso, como un fondo común de inversión de cualquier banco que destine el capital a Lebacs y otros instrumentos financieros con renta de corto plazo. Acumular dinero por encima de ese nivel sin invertirlo buscando generar ingresos pasivos a mediano y largo plazo no resulta conveniente para nuestra salud financiera.
Un medio para trabajar menos
Me incluyo dentro del conjunto de personas que comparten este significado. Implica pensar al dinero como un generador de ingresos pasivos que actúa como liberador de tiempo. A más ingresos pasivos, más tiempo libre.
Si uno sabe que puede conseguir tasas del 30% en pesos y del 6% en dólares, entonces cada billete de 500 pesos que ahorre e invierta representará automáticamente para mí 150 pesos anuales o 2 dólares anuales de ingresos pasivos, dependiendo de la moneda que elija a la hora de invertir.
Con este grupo nos identificamos quienes apenas vemos un billete en papel o un monto en nuestra cuenta bancaria calculamos cuánto aportará a nuestro “cash flow de la felicidad”, que representa el flujo de dinero que uno necesita para cubrir sus gastos fijos y variables. Ese flujo lo podemos conseguir si invertimos en los instrumentos que ofrezcan una buen retorno en relación con su riesgo.
Va el tip para los que quieren trabajar menos sin resignar ingresos:
La primera inversión consiste en formarnos en Finanzas Personales para comprender cabalmente el significado de “riesgo” y calcular cuán riesgosos son los activos en los que pretendemos invertir. Además, el conocimiento del mercado financiero nos permitirá conocer los distintos instrumentos y recorrer la plaza en busca de las mejores tasas dentro del nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir.
Si nuestra meta es obtener ingresos pasivos equivalentes a nuestros gastos mensuales (fijos y variables), debemos saber que cuanto más alto sea el interés que nos paguen, menos capital necesitaremos para invertir. Por ejemplo, si adquirimos un título público de muy largo plazo que paga el 8% anual en dólares, con US$ 10.000 invertidos conseguiremos un retorno anual de US$ 800. El riesgo, tratándose de un bono argentino de largo plazo, reside en que el Estado vuelva a caer en default y deje de pagar, forzándonos a renegociar o ir a un juicio extenuante. En cambio, si compramos un bono argentino con vencimiento a dos o tres años, la tasa que conseguiremos será mucho menor, pero el riesgo de default se reducirá notablemente. Necesitaremos el doble de capital para obtener 800 dólares anuales.
En concreto, para conseguir más ingresos pasivos hay dos caminos: Asumir más riesgo en las inversiones (por lo general, no recomendado) o aumentar nuestra cultura financiera, lo que nos permitirá acceder a inversiones más lucrativas sin incrementar el riesgo.
Conclusión
Uno puede pensar que elige libremente cómo concebir al dinero. Lamento decirles que eso no es así. Numerosos estudios confirman que nuestra conducta financiera se relaciona con mandatos o valores incorporados desde pequeños antes que con nuestra capacidad de decidir a partir de la razón.
El primer paso para librarse de esa pesada herencia consiste en acoplar la definición de dinero a nuestros intereses. Es un círculo virtuoso: Otra mirada genera otra conducta y ésta, a su vez, alimenta el optimismo sobre la nueva mirada acerca del dinero.
En la palabra “hábito” reside una de las claves para cambiar nuestra mirada y accionar en este campo. Puedo garantizarlo.
¿Quiere que el dinero se transforme en una fuente de satisfacción en vez de una fuente de preocupación en su vida?
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