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Tres creencias que debés abandonar para ganar más dinero

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Aprender significa incorporar nuevas herramientas, pero para poder dar este paso fundamental muchas veces es necesario abandonar ciertas concepciones anticuadas y equivocadas sobre la realidad que nos rodea.

Si el dinero es un recurso abundante en tu vida, leer esta columna te permitirá contar con argumentos para compartir con familiares o amigos y ayudarlos a gozar de un buen pasar.

Si, por el contrario, el dinero te resulta escaso y es protagonista de tus preocupaciones, entonces el primer paso que tenés que dar consiste en aceptar que estás fallando en la mirada de las cosas y que necesitás correrte de ese lugar de observador para actuar de manera distinta.

A continuación, repasaremos tres creencias que conviene derribar para tomar el camino del éxito financiero.

Pensamientos negativos respecto del dinero

El dinero no es no bueno ni malo. Simplemente es un medio que nos permitirá o nos impedirá cumplir deseos. No tener en cuenta al dinero en nuestra vida es tan dañino como estar todo el tiempo pensando en él.

El relato que construimos en torno al dinero marcará la forma en la cuál nos relacionaremos con él. Por eso, hay que desterrar tanto prejuicios como miradas pesimistas que nos lo hagan ver como algo muy difícil de generar.

¿Acaso creés que el dinero puede corromperte y mutar tu forma de ser o cambiar para mal tu relación con la gente? Si tenés esta concepción, entonces es muy probable que lo malgastes y te lo quieras sacar de encima con malas decisiones financieras.

El conocer personas acaudaladas que son egoístas y ventajeras no dice nada sobre dinero en sí sino sobre la persona en cuestión.

El dinero no tiene por qué cambiar tu forma de ser. Una buena persona no pierde su esencia cuando gana en recursos. En todo caso, sabe utilizarlos para su bien y el de los demás.

Ejercicio propuesto: Tomá tu ingreso actual y multiplicalo por 10. Escribí luego en un cuaderno cómo sería una semana en tu vida con ese dinero en tus manos. Qué actividades harías, en qué gastarías, cuánto ahorrarías y en qué invertirías. Imaginate cada día, incluyendo fin de semana. Guardá el cuaderno y consultalo dentro de un tiempo. Puede que tus propios avances te sorprendan.

Necesidad de impresionar a otros

Suena lógico que en una economía capitalista las habilidades para generar dinero estén sobrevaloradas. Pensar que una persona es más inteligente que otra porque tiene recursos financieros es un sinsentido que se quedó en el tiempo: Conozco personas muy capaces a la hora de generar ingresos pero toscas a la hora de disfrutarlo, personas a las que les va muy bien en lo económico pero que son incapaces de vincularse con otros o compartir buenos momentos.

Nadie vale más por lo que tiene. Sin embargo, la sociedad en la que vivimos navega en un mar de prejuicios que ubica al poder adquisitivo como una cualidad inherente a las personas y pretende definir como más importante a quien puede deslumbrar al resto con su ropa, su celular, su reloj, su auto, su casa, etc.

Lo cierto es que hacer gala de una supuesta opulencia no genera ningún rédito económico sino más bien grandes riesgos: los gastos pueden descontrolarse al punto de exponernos tanto a robos como a deudas incontrolables o sencillamente agobiantes.

No tiene nada de malo querer comprar bienes de lujo, aunque se cae en un error si se piensa que todo aumento en los ingresos activos nos habilita a hacerlo. Como vimos en columnas anteriores, la generación de ingresos pasivos por encima de nuestros gastos totales (fijos y variables) puede convertirse en una razón válida para darnos gustos, siempre y cuando nazcan de un deseo genuino y no de la intención manifiesta u oculta de que los demás vean lo bien que nos va.

Warren Buffett, uno de los tres hombres más ricos del mundo, vive en la misma casa hace más de 30 años. Su vivienda representa apenas el 0,001% de su patrimonio.

Ejercicio propuesto: Tomate unos minutos para pensar en las últimas 10 cosas que compraste por un valor superior a los 2000 pesos. Analizá esos gastos a partir de las siguientes preguntas: ¿Qué uso les das actualmente y en cuánto pensás que contribuyen a tu felicidad diaria? ¿Estás conforme con las compras o, si pudieras retroceder en el tiempo, las evitarías? Por último, actualizá el importe total de esas adquisiciones incorporándole un 30% de inflación anual y calculá qué intereses estarías obteniendo si lo hubieras invertido al 27% anual. Dividilo por 12 para saber cuánto dinero obtendrías por mes. Finalmente, pensá cuál de las dos opciones (las compras que hiciste o la inversión que no hiciste) te parece más inteligente y provechosa.

La mentalidad de “empleado”

Aquí no hablamos de tu situación laboral actual (trabajo en relación de dependencia, por tu cuenta, etc.) sino de tu forma de pensar. La mentalidad de empleado aparece cuando uno calcula con frecuencia cuánto le correspondería de indemnización en caso de ser despedido, cuando uno piensa seguido en los feriados, las licencias que se puede tomar y las vacaciones, cuando uno se amarga porque considera que la empresa le debe algo por las horas extras trabajadas o por los días que no faltó pese a estar enfermo o sentirse mal, cuando uno teme que otro le ¨serruche el piso¨, cuando uno toma un crédito especulando con la estabilidad de ingresos que le ofrece la compañía a la que dedica sus horas más productivas o cuando uno posterga ideas y proyectos personales (comerciales o no) porque considera que aún no es el momento de encararlos.

La falsa certidumbre que ofrece la mentalidad de empleado es una de las armas más peligrosas contra la realización personal. Actualmente, la presión por flexibilizar las condiciones de trabajo en la región encuentra cada vez más adeptos en los gobiernos y ya sabemos que, ante una crisis económica, las empresas no dudan en reducir su personal. Es casi un acto reflejo en su comportamiento.

En un futuro, los robots vendrán por nuestros trabajos menos complejos y aumentarán sensiblemente las tasas de desempleo.

La mentalidad de empleado limita tu crecimiento personal y económico.

No es verdad que se deba abandonar con decisiones drásticas o radicales. El nuevo sendero se puede ir tomando suavemente y sin saltos al vacío.

Ejercicio propuesto: analizá qué tareas de tu trabajo actual podés realizar desde tu casa bajo el formato de teletrabajo. Proponé esta modalidad a tu empleador a cambio de un aumento de productividad. Finalmente, dedicá el tiempo que ahorrás en viajes y reuniones laborales improductivas a “cranear” tu propio proyecto laboral.

Conclusión

Las creencias que te proponemos abandonar suelen encontrarse muy arraigadas en la sociedad. Muchos verán estos consejos como cambios imposibles de implementar. Comenzá por uno y notarás la diferencia. El desaliento solo nos hace más cobardes. Dejá a un lado el pesimismo y alimentá tus sueños.

No hay nada más estéril que actuar siempre de la misma manera: jamás obtendrás resultados distintos a los actuales.

Mediante la implementación de los ejercicios mencionados en este artículo podrás cambiar tu lugar de observador y transformar con ello tu realidad financiera y de vida.


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