Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
Hemos abordado el tema del ahorro desde distintos ángulos en entregas pasadas. Hoy nos toca dar un paso más, puesto que aquello que muchas veces se piensa como la meta es en verdad el punto de partida hacia la inversión, palabra clave si las hay en el mundo de las finanzas personales.
Generar un excedente, aun sabiendo lo difícil que resulta por el contexto económico y la escasa cultura financiera de la mayoría de las personas, más que un alivio puede significar una preocupación para muchos. ¿Qué hacer con el dinero ahorrado? ¿Cómo evitar que la inflación lo licúe? ¿Dónde ponerlo a trabajar?
A continuación, elaboraremos una checklist o lista de control que permitirá iniciar el camino de la inversión. Detallaremos lo que se debe tener en cuenta para incrementar un patrimonio. No se necesita contar con un conocimiento financiero exhaustivo para ponerla en práctica.
1. Elegir la moneda
Para la mayoría de los argentinos (54%), la respuesta es una sola: se ahorra en dólares. Esta decisión responde a la pérdida constante de valor del peso y la tranquilidad que en muchos puede generar ahorrar en una moneda fuerte. Sin embargo, una estrategia rígida puede generar costos que el promedio de las personas prefiere ignorar, pero existen. En numerosas ocasiones se puede obtener un rendimiento muy superior a la inflación esperada con inversiones en pesos.
De hecho, si en los próximos meses continúan los denodados esfuerzos del Banco Central por mantener el dólar a raya, invertir en esa moneda en el corto o mediano plazo puede resultar costoso para quien busca protegerse de la suba de precios interna. Pagará el spread (diferencia entre precio de compra y de venta) y observará como el Central utiliza su poder de fuego para evitar una escalada verde en su lucha contra la inflación.
Además, comprar dólares no es en sí mismo una inversión. Para convertirlo en un instrumento que otorgue renta, el inversor deberá adquirir bonos o letras que paguen un interés en divisas. No obstante, actualmente las tasas que se ofrecen para las inversiones en dólares de corto y mediano plazo son muy bajas, por lo que en muchos casos la operación no se justifica.
En consecuencia, el inversor moderado debería realizar primero una diversificación entre monedas, pensando quizá en una cuota de inversión del 60% en divisas extranjeras y otra del 40% en moneda local. Esta distribución debería ser revisada al menos cada dos meses en función de las expectativas de inflación y devaluación del momento, contemplando siempre el costo de comisión por iniciar o dar por terminada una inversión.
2. Elegir el plazo de la inversión
Un axioma inquebrantable de las finanzas personales sostiene que a mayor plazo, mejor rendimiento y viceversa.
Por lo tanto, con las inversiones en dólares se puede apuntar al “tramo largo de la curva” de rendimientos. Esto es, buscar bonos que venzan en el largo plazo y paguen altos intereses anuales.
Para las inversiones en pesos que se encuentren cerca del “nivel fronterizo inflacionario” (digamos 22%), las colocaciones no deberían superar los 2 o 3 meses, mientras que para aquellas que ofrezcan una rentabilidad mayor al 33%, el inversor podría “estirarse” un poco más y aprovechar el rendimiento superior a la inflación actual y la esperada.
Cuando hablamos de plazos de inversión y, de acuerdo con lo visto en columnas anteriores, debemos saber que existen inversiones que ofrecen un rendimiento similar o apenas inferior al combo popular de dólar y plazo fijo, pero con una flexibilidad mucho más favorable para el inversor que necesite con urgencia todo o una parte del dinero invertido.
3. No sobreponderarse
Por más buena que parezca una inversión en términos de riesgo/rentabilidad, debemos ser prudentes y diversificar nuestros ahorros en al menos 3 inversiones distintas. Esto nos permitirá no solo estar menos expuestos a riesgos (riesgo crediticio, riesgo devaluatorio, riesgo de variación de precio, etc.) sino también adquirir conocimientos acerca del comportamiento de los distintos activos financieros, que no son otra cosa que fuentes de inversión para nosotros. Nunca aprendemos más sobre un activo que cuando invertimos una parte de nuestro capital en él y vamos monitoreando su rendimiento en el tiempo.
A veces, la inversión a la que menos fe le teníamos termina siendo la mejor de todas, mientras que la supuestamente más segura resulta una decepción absoluta.
4. No confiar en terceros
Hace casi diez años que vengo alertando sobre el conflicto de intereses que existe en la industria financiera entre el inversor y el ejecutivo de cuenta que le asignan. Mientras que el inversor está pensando cómo lograr la mejor rentabilidad posible corriendo un riesgo bajo o soportable, los asesores solo quieren venderle productos del banco o de la sociedad de bolsa para sumar dinero a su bonus de fin de año.
Por esta simple razón es que debemos tomar con pinzas los consejos que nuestro asesor puede darnos y llevar adelante decisiones que cuiden nuestro patrimonio y nos permitan incrementarlo, como las mencionadas en esta checklist.
Delegar el manejo de nuestro dinero en un tercero puede resultar cómodo, pero a la larga será muy costoso.
Conclusión
Como puede verse, ahorrar es solo el primer paso en la vida del ser financieramente saludable. Ese ser deberá hacerle frente al problema siguiente, el de la inversión, si quiere realmente caminar el sendero correcto. Por suerte, el esfuerzo inicial que significa aprender a invertir es algo que se paga con creces y que nos sirve para toda la vida.
Puede no resultar sencillo, pero tampoco es tan difícil como algunos creen. Además, el mundo de las finanzas reconoce siempre con dinero a quien estudia e investiga. No es poco.
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