Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
Hace 17 años ya que convivimos con una inflación creciente y, como están las cosas, no parece que la situación vaya a cambiar en breve.
El constante aumento de precios dividió las aguas: mientras que unos pocos no solo se adaptaron al contexto y supieron sacarle provecho para realizar importantes diferencias económicas, la gran mayoría lo sufre y se empobrece mientras sueña con que en 2019 el escenario al fin cambiará y despertará de una pesadilla denominada inflación.
En la columna de hoy, dejaremos de lado los tecnicismos financieros que buscan explicar las causas y consecuencias de la permanente suba de precios para centrarnos en el bolsillo de los ciudadanos de a pie, quienes deben lidiar todos los días con este fenómeno económico tan argentino como el dulce de leche. Analizaremos su influencia en aspectos de la vida cotidiana y sumaremos tips a los brindados en notas anteriores.
Inflación y overshooting del tipo de cambio
Cuando hablamos de overshooting del tipo de cambio nos referimos a una sobrerreacción en la cotización del dólar antes de alcanzar su precio de equilibro. Durante la corrida cambiaria de mayo, el dólar subió mucho de golpe frente al peso para aplacarse luego y ubicarse temporariamente en un nivel de equilibrio. Luego retomó el camino alcista, pero ese es otro cantar.
Cuando el overshooting tiene lugar, los precios de la economía doméstica tardan en acomodarse y se generan buenas oportunidades para realizar gastos en pesos con una parte de los dólares ahorrados. Si demoran mucho, perderán la chance, puesto que el efecto de la devaluación se irá notando en los precios internos.
En épocas de turbulencia cambiaria como la actual, estar posicionado en dólares permite aprovechar los momentos de sobrerreacción del mercado para realizar gastos en construcción, automóviles y alimentos, por ejemplo. Se trata de una buena forma de generar ahorro en el gasto.
Inflación y cuotas fijas en pesos
Hay momentos en que las creencias populares resultan muy dañinas para el bolsillo de la gente con escasa cultura financiera. Una de ellas es la que sostiene que es posible ganarle a la inflación comprando en cuotas porque supuestamente se licuan con la suba de precios.
La realidad es que ni la empresa que vende el producto o servicio ni el banco emisor de la tarjeta tienen almas tan caritativas como para asumir esas pérdidas y regalarnos dinero: el interés de la cobertura (que depende del plazo de las cuotas) estará inserto en el costo total de lo adquirido o en interés explícito u oculto del plan de financiación.
Hay mucha gente que aún piensa que “cuotas fijas en pesos” equivale a “cuotas fijas sin interés”. En el primer caso, que las cuotas sean fijas (mismo monto durante el lapso de financiación de lo comprado) nada dice sobre el interés que estamos pagando. En el segundo, si bien nos prometen que las cuotas no tienen interés, habrá que bucear en la letra chica del contrato para saber si no nos cobran ese interés disfrazado, por ejemplo, de gastos administrativos, seguro de vida o renovación del plástico.
Una cosa es tener el dinero para comprar lo que deseamos o necesitamos, pasarlo a dólares y pagarlo en cuotas especulando con que la devaluación sea superior al interés pagado y otra muy distinta es no contar con dinero y pagar con tarjeta esperando que la devaluación termine licuando nuestra deuda como si fuéramos los únicos que están viendo que los precios seguirán subiendo.
Inflación y contratos (alquileres)
Según datos recientes, en promedio los inquilinos destinan el 45% de sus ingresos a pagar el alquiler, porcentaje que sube a nada menos que el 70% si se le suman las expensas.
La nueva reglamentación, que exime a los inquilinos de pagar la comisión de la inmobiliaria al alquilar o al renovar el contrato de alquiler, no resultó muy útil para equilibrar los tantos: se sabe que actualmente las inmobiliarias acuerdan con los dueños incorporar esa comisión en el precio del pago mensual para que el inquilino continúe siendo el que pague los platos rotos.
De todos modos, la recesión económica y la caída real del salario promedio pone un límite a esta práctica abusiva y los alquileres se actualizan hoy en un 20 o 25% anual, cuando la inflación, al menos este año, terminará muy por encima de esos valores. Es el resultado del juego entre la oferta y la demanda: los propietarios saben que, si siguen aumentando los precios de los alquileres, sus departamentos quedarán vacíos y deberán afrontar el pago de expensas, impuestos y otros servicios con dinero de sus bolsillos.
Inflación y débitos automáticos
Pagar servicios con débito automático es sin duda una comodidad a la que gran parte de los consumidores adhiere para no tener que preocuparse por fechas de vencimiento y posibles olvidos.
Sin embargo, cuando la inflación se dispara, conviene revisar uno por uno estos débitos en busca de aumentos excesivos que no compartamos, a fin de cancelar el pago automático y reclamar a la empresa correspondiente desde el lugar del cliente que tiene la posibilidad de dejar de contratar el servicio o rechazar la boleta.
Caso contrario, uno queda rehén de las arbitrariedades de municipios y empresas que pueden aplicar subas de precios injustificadas y “flojas de papeles”.
Conclusión
Hemos analizado juntos el impacto desigual de la inflación en cuatro aspectos de nuestra vida económica diaria con el objetivo de mejorar nuestras conductas financieras y amortiguar el impacto de la suba permanente de precios en nuestros bolsillos.
Podemos vivir despotricando contra el gobierno de turno y esperar que alguien solucione los problemas por nosotros mientras nuestra situación financiera se deteriora más y más. También podemos actuar y evitar que esto último ocurra.
Cada uno sabe cuál es el camino que debe tomar
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