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No todo lo que brilla es Bitcoin

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

La guerra comercial entre China y EE.UU. sigue escalando y, con ella, el riesgo geopolítico. La consecuencia inmediata es la caída generalizada de las Bolsas y la devaluación de la mayoría de las monedas frente al dólar. Los temores a una crisis económica inminente se sienten en el ambiente y los inversores corren en busca de un refugio seguro o safe haven, como gustan en llamar en Wall Street. Lo único que se dispara es el valor del oro y la cotización de los bonos del Tesoro estadounidense, de Suiza y de algún otro emisor catalogado entre los más fiables del planeta.

La preocupación es tal que nadie parece prestarle atención a otro activo que, silenciosamente y producto de la tensión geopolítica, sube con fuerza. En apenas diez días, pegó un salto del 20% y superó el 200% de rendimiento este año, luego de un 2018 para el olvido. Ya hay quienes lo llaman el “oro 2.0”. Es una joya de la era digital dispuesta a reemplazar, algún día, al viejo, conocido y aún codiciado metal precioso.

¿Cuáles son los argumentos detrás del fenómeno Bitcoin? ¿Es correcto dejar de pensarlo como una moneda para considerarlo como el reemplazante a futuro del oro? Si esta lectura se amplifica y se vuelve popular: ¿qué podría pasar con su precio?

Valor intrínseco del oro y del Bitcoin

Las razones de la elección del oro como dinero miles de años atrás responde a una mirada pragmática. De los elementos de la tabla periódica, los gaseosos fueron los primeros a descartar en busca del candidato perfecto para convertirse en moneda. Luego, les tocó el turno de abandonar el juego de la silla a los altamente reactivos (de fácil explosión) y a los corrosivos (que se deterioran). Les siguieron en ese destino fatal los muy abundantes como el cobre y los realmente escasos como el osmio, hallado solo en meteoritos. En pie quedaron apenas cinco de los ocho metales nobles: rodio, paladio, platino, plata y oro.

El rodio y el paladio fueron descubiertos recién en el Siglo XIX, mucho después de que surgiera la necesidad de utilizar una medida de valor para el intercambio de bienes y servicios. Por otra parte, el punto de fusión del platino era demasiado alto para los hornos preindustriales, lo que dejaba todo en manos del oro y la plata. Dado que la plata se luce menos y suele ser de gran utilidad en aplicaciones industriales, el oro termina siendo el gran ganador de la contienda. Cumple los requisitos esenciales: es escaso, durable, portable, difícil de falsificar y fácil de autentificar.

Ahora bien, ¿qué es lo que le determina que una onza de oro valga 100, 1000 o 2000 dólares? El simple juego de la oferta y la demanda, influenciado por variables endógenas y exógenas.

Los defensores de la definición del Bitcoin como oro 2.0 argumentan que este criptoactivo no solo cumple con las mencionadas condiciones sino que las supera, a saber: es igualmente escaso (solo se emitirán 21 millones de Bitcoin en total), portable (se puede enviar desde una punta a la otra del globo en minutos sin tener que pasar por ningún organismo de control gubernamental), imposible de falsificar (en diez años de vida nunca nadie ha podido hackear al Bitcoin) y fácil de autentificar (se autentifica de manera descentralizada y confiable). Supera al oro en varios aspectos: cada Bitcoin puede ser divido en 100 millones de partes, para adquirirlo solo se necesita es un smartphone y conexión a Internet, su almacenamiento es infinitamente más simple que el del metal precioso y resulta mucho menos costoso guardarlo.

A esta altura, el lector podría preguntarse con total justicia si el Bitcoin tiene algún otro atributo que los enunciados para determinar su valor intrínseco. La respuesta vuelve a ser tajante: el grado de belleza matemática que hay en torno a su mecánica y funcionamiento con algoritmos, teorías económicas y nuevas tecnología impacta a los ojos. Si a esto se le suma la autopista informática y de empresas que se han creado al calor de este criptoactivo, nada lo derriba. El ecosistema que hoy crece de la mano del Bitcoin ya ronda en valor de mercado los 200.000 millones de dólares (200 billones según la forma de medición estadounidense).

Pero entonces, ¿el Bitcoin no es una criptomoneda?

Aquí las aguas están divididas: para algunos pioneros del sector como Roger Ver, el Bitcoin debiera ser considerado un reemplazo del dinero, mientras que para otros como los gemelos Winklevoss (cocreadores de Facebook junto a Mark Zuckerberg) estamos en la génesis del nacimiento del nuevo oro digital. Esta controversia está muy bien narrada en el libro “Bitcoin Billionaires” de Ben Mezrich.

Lo cierto es que los últimos acontecimientos parecen estar torciendo la contienda en favor de quienes lo ven como el sucesor del oro, habida cuenta de lo siguiente:

i) Los organismos reguladores se han mostrado más laxos en los últimos meses en numerosos países respecto de las operaciones con Bitcoin. Levantaron prohibiciones y bajaron el tono beligerante en defensa del dinero fiduciario. El oro es un activo financiero más. Al colocar al Bitcoin en esa liga, la mirada de las autoridades cambia sensiblemente.

ii) La correlación entre la variación de precio del oro y el Bitcoin se ha duplicado al pasar de 0,496 el último año a 0,837 desde mayo hasta el presente. Una correlación de 1 significaría que las cotizaciones de ambos activos se mueven exactamente igual.

iii) Las perspectivas devaluatorias del yuan parecen aumentar el precio del Bitcoin. Dados los fuertes controles que existen en China a la compra de dólares, la mencionada facilidad para adquirir Bitcoins lo convierte en un codiciado resguardo de valor en el país más poblado del mundo.

A modo de conclusión: ¿qué se puede esperar del precio del Bitcoin?

En abril de este año, alertábamos sobre la posibilidad de que el Bitcoin acelere su marcha alcista. Desde entonces y en apenas 5 meses, subió más del 100%. Pasó de 5000 dólares por unidad a más de 11.000. Si la tesis del Bitcoin como competencia del oro es correcta, estaríamos recién en el comienzo de un movimiento alcista.

El valor actual de mercado del oro es de 7,7 trillones de dólares y el Bitcoin representa hoy menos del 5% de ese monto. Para que ambos se igualen, cada Bitcoin en circulación debería valer más de 400.000 dólares.

Como se ve, los entusiastas del Bitcoin tienen argumentos cuantitativos y cualitativos para reforzar su sentimiento alcista. El aumento de barreras arancelarias, los frenos al comercio mundial y el retorno de la guerra de monedas no deberían hacer otra cosa que “apalancar” ese optimismo. Las empresas digitales más representativas (Amazon, Google, Apple) ganaron ya su batalla contra sus pares industriales para subir al podio de las más valiosas del mundo. ¿Habrá llegado la hora de que la tendencia se replique en los activos financieros?

Tal vez pronto debamos aggiornar algunas frases: “No haré eso ni por todos los Bitcoin del mundo”, “no todo lo que brilla es Bitcoin” y más.


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