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La filosofía del dinero en las finanzas personales

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

La palabra filosofía tiene sus orígenes en el griego y significa amor (filo) a la sabiduría (sophia). El fin de la filosofía es plantearse las grandes preguntas que inquietan al ser humano, de manera tal que podamos repensar aquello que damos por establecido y abrir nuevas ventanas de razonamiento que nos ayuden a comprender mejor o de manera diferente la realidad y actuar en consecuencia.

En la columna de hoy, hablaremos sobre el amor a la sabiduría del dinero, la filosofía del dinero. Que no se malinterprete: no es amor al dinero, sino más bien una búsqueda de preguntas importantes que nos ayuden a cuestionar las creencias sobre el tema.

Será una especie de secuela de otras notas publicadas en este espacio, como “La economía de las máquinas deseantes“, en donde analizamos el pensamiento del filósofo francés Gilles Deleuze.

Ahora sí, vistámonos con túnicas blancas, calcémonos las sandalias y caminemos por el ágora de Atenas filosofando sobre el dinero y nuestras finanzas personales.

El dinero: preguntas existenciales

¿Para qué sirve el dinero?

Los griegos, fundadores de la democracia, no solo tenían esclavos, sino que lo consideraban algo natural e indispensable. ¿Por qué hablamos de los griegos y los esclavos? Porque en la actualidad, donde el sistema capitalista es el que impera, podemos defender con argumentos la línea de pensamiento que sostiene que la función principal del dinero es el acceso a la libertad, al poder elegir y diseñar nuestras vidas.

No estamos hablando acá de la libertad de elegir entre una marca de gaseosa u otra, entre irnos de vacaciones al mar o la montaña. Hablamos de la libertad de hacer lo que nos gusta a diario, tener tiempo para desarrollarnos en ámbitos distintos al trabajo, poder dedicarnos a nuestros afectos, etc.

Sin embargo, poseer grandes sumas de dinero no garantiza per se esa libertad. De hecho, existen patologías vinculadas con el dinero (como la avaricia) que no permiten gozar del capital de manera emancipadora.

Al mismo tiempo, hoy se puede gozar de esa libertad sin ser millonario llevando adelante un plan de “diseño de realidad financiera” donde se accedan a las múltiples fuentes de ingresos que existen y que nos facilita el estudio de distintas técnicas, como te lo conté hace ya mucho tiempo en esta columna sobre “La historia del esquimal millonario“.

En resumen, el dinero sirve para generar libertad, pero no lo hará si no nos preparamos. Esa libertad material se asocia con dos tipos de independencias:

a. Independencia laboral: no tener que trabajar o poder trabajar de lo que queramos y el tiempo que queramos.

b. Independencia económica: no tener que preocuparnos por temas de dinero cotidianos.

La primera es más fácil de alcanzar que la segunda, pero es la sumatoria de ambas la que nos otorgará la libertad deseada.

¿Cómo influye el dinero en el mundo de los afectos?

El sistema económico mundial atraviesa inevitablemente la forma mediante la cual nos vinculamos. Casi todo está mediado por el cálculo económico, lo que genera confusión en mucha gente incapaz de discernir entre afectos e intereses.

Definimos interés como el valor o utilidad que tiene una cosa, mientras que afecto (que viene del latín affectus y significa pasión del ánimo) es un sentimiento humano de empatía o atracción hacia otras personas.

En esta ensaladera que damos en llamar sociedad, el interés y el afecto pueden acercarse al punto de chocar, como sucede con las empresas de amigos o familiares que no llegan a buen puerto y terminan con todos distanciados, cuando no abiertamente enfrentados.

Cuando dejamos que el dinero se meta en las entrañas del mundo de los afectos, los vínculos corren peligro. En el esquema familiar, la cuestión de la herencia suele ser un disparador de peleas eternas.

Separar intereses de afectos implica evitar los negocios (término derivado de “negar el ocio”) con las personas que queremos y disfrutar con ellas de ese ocio. Se debe negociar en el ámbito que corresponda y con las personas que corresponda. Al respecto, otra práctica equivocada es fingir un falso afecto con quienes nos vinculamos estrictamente por intereses. Cuando ello ocurre, se confunden los fines y se generan expectativas de tratos diferenciales que no tienen por qué darse.

El dinero impacta en el terreno de los vínculos de muchas maneras. Aprender a separar intereses de afectos puede generar un cambio positivo tanto en nuestras relaciones como en nuestras finanzas.

¿El dinero tiene en cuenta la muerte?

La muerte es uno de los grandes temas de la filosofía. Jean-Paul Sartre decía que “todo lo que existe nace sin razón, se prolonga en la debilidad y muere por casualidad”.

Entre tantas dudas y ambigüedades, hay una sola certeza que sabemos desde el momento en que comenzamos a tener uso de la razón: algún día nos vamos a morir. Es, al menos para nuestras generaciones, algo inevitable. A todos nos va a llegar el día, tengamos el dinero que tengamos. Eso influye (de manera consciente o no) en casi todo lo que hacemos en vida.

Sin embargo, en lo que respecta al dinero, pareciera ser que esta idea de finitud no impacta demasiado, habida cuenta de la cantidad de personas que pasan sus últimos años aferrándose a lo acumulado sin posibilidad de desprenderse, privándose así de un mayor disfrute de la vida en la recta final.

En este punto, podemos volver al tema de la herencia (para mí, uno de los grandes pilares del capitalismo) y ver la enorme influencia que tiene en estos comportamientos irracionales. Si, por ejemplo, se dictaminase por decreto que al morir todo nuestro dinero y nuestros bienes deben pasar al Estado, seguramente esa norma motivaría un mayor disfrute en vida del capital acumulado. Además, terminaría con lo que el legendario Warren Buffett llama “el club del espermatozoide afortunado”.

Hay una frase que me encanta que dice: “algún día nos vamos a morir, pero todos los demás días no”. Con suerte, vamos a vivir más de 28.125 días (algo así como 77 años). Entonces, ¿qué sentido tiene preocuparse durante tanto tiempo por el día en que nuestro cuerpo dirá “basta”?

En finanzas personales, una planificación inteligente consiste en proyectar que vamos a vivir al menos esa cantidad de días y que, a partir del número 22.000, conviene iniciar un proceso paulatino inverso donde un gasto mayor y bien orientado nos permita mejorar aún más nuestra calidad de vida.

Conclusión

Vínculos, libertad, muerte… Hemos abordado algunos de los temas existenciales más relevantes desde la filosofía del dinero. El objetivo de esta columna dista mucho de bajar línea sobre lo que debe hacerse. La meta está puesta en plantearse las preguntas de fondo, por lo general difíciles de responder, para que podamos desechar aquello que hemos aprendido desde pequeños y que, en rigor de verdad, no nos sirve. Cuestionemos nuestras supuestas certezas y abramos la mente a nuevos conocimientos y reflexiones que nos pueden cambiar la vida.

Al fin y al cabo, solo sabemos que no sabemos nada.

Si estuviésemos en la escuela peripatética de Aristóteles, donde las clases de filosofía se daban en plena caminata, les diría que por ahora descansemos. Hemos llegado a nuestro primer destino. Nos reencontraremos la semana que viene para seguir filosofando juntos.


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