Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
El short selling (invertir a la baja) es un tipo de operación financiera bastante popular en el mundo de los traders y los inversores bursátiles más avezados. Implica apostar a que un determinado activo bajará de precio próximamente e intentar ganar dinero con esa caída.
Cuando un inversor principiante descubre el short selling, suele ocurrir que queda maravillado. Se le abre un mundo tan desconocido como tentador, en especial en la Argentina, donde las crisis recurrentes dejan atrapadas a miles de personas que no saben cómo proteger sus ahorros.
En la columna de hoy, detallaré cómo funciona esta operatoria y los argumentos por los cuales les recomiendo mantenerse alejados de ella.
Cómo funciona el short selling o modelo de operatoria bajista
Imaginemos que el inversor Juan analiza a la empresa XYZ y llega a la conclusión de que sus acciones están muy caras. Según sus cálculos, las acciones deberían bajar de precio en lo inmediato. La enorme mayoría de los inversores, ante una conclusión semejante, optarían por dejar de lado esas acciones y buscar otras que estén baratas, puesto que la empresa emisora vale -siempre según el análisis del inversor- mucho más que el precio que reflejan sus acciones en el mercado.
Sin embargo, hay una minoría amante de la adrenalina que sostienen el siguiente principio: “Si la acción está cara, significa que pronto va a caer. Si cae, yo puedo ganar dinero.”
Aquí es donde se pone en marcha el short selling. En la historia aparecen otros dos actores con papeles relevantes: el agente de Bolsa y otro inversor al que llamaremos Carlos, quien apuesta al crecimiento a largo plazo de la empresa XYZ.
El agente de Bolsa toma las acciones de Carlos y se las presta a Juan. Juan las toma prestadas y las vende en el mercado. Juan no está vendiendo acciones propias, por lo que está en deuda con el agente de Bolsa, a quien le debe las acciones que tomó prestadas (él no sabe de quién). A su vez, el agente de Bolsa actúa como garante frente a Carlos, quien en realidad nunca se enterará de la apuesta a la baja de Juan. Si Carlos en algún momento quiere vender sus acciones, entonces el agente de Bolsa las tomará prestadas de otro cliente para que Carlos las pueda vender o bien obligará a Juan a recomprar las acciones que debe al precio de mercado de ese momento para cerrar la operación regresándoselas a su dueño original.
Centrémonos en Juan, el inversor que apostó a la baja: vendió las acciones de XYZ sin tenerlas, por lo que le corresponde cobrar un monto de dinero determinado, pero debe acciones de XYZ. Si esas acciones caen de precio, Juan podrá comprarlas en el mercado, devolverlas y quedarse con la diferencia. Imaginemos que realiza un short selling de 1000 acciones de XYZ a 50 pesos cada una y el precio en el mercado se derrumba a 20 pesos. En ese caso, a Juan le corresponde cobrar 50.000 pesos y podrá comprar las 1000 acciones que debe con solo 20.000, por lo que, de cerrar en ese momento la operación, habrá ganado 30.000 pesos ($ 50 menos $ 20 y ese resultado multiplicado por 1000 acciones).
Hasta aquí, parece un sueño hecho realidad, pero la realidad no es necesariamente un sueño. Esta operatoria conlleva riesgos y es mejor conocerlos antes de ponerla en práctica.
Riesgos de jugar a la baja
Cuando compramos acciones de una empresa, estamos realizando una inversión que tiene un riesgo acotado: no podemos perder más dinero del que invertimos. Si compramos acciones por $ 10.000 y la empresa emisora se declara en bancarrota, habremos perdido los $ 10.000, no más. Por el contrario, la potencial ganancia es ilimitada porque no se sabe hasta dónde puede subir una acción durante un rally alcista.
Cuando realizamos un short selling, ocurre exactamente lo contrario: la potencial ganancia es limitada (porque menos de cero no puede valer una acción), mientras que el riesgo se torna ilimitado, puesto que la suba en el precio de la acción se convierte en pérdida para el inversor “shorteado”. Supongamos que nuestro amigo Juan shorteó los 1000 papeles a 50 pesos cada uno y que, en lugar de bajar, esas acciones suben de precio y pasan a negociarse en el mercado a 150. Juan habrá perdido 100.000 pesos, el doble del máximo que podría haber ganado si la empresa en cuestión quebraba y las acciones caían a cero. Como vemos, al no tener certeza de cuánto es lo máximo que podemos perder, es posible que la incertidumbre se apodere de nuestro amigo inversor y, ante la suba de la acción, apure el cierre de su posición sin esperar una posible caída, tal como preveía en un comienzo.
Para colmo, si en el lapso en que el inversor está “shorteado” la empresa XYZ realiza un pago de dividendos, nuestro amigo deberá abonarle de su bolsillo ese monto al inversor que tenía las acciones que él tomó prestadas y vendió en el mercado.
Últimas consideraciones sobre las operaciones bajistas
Dicen que la Bolsa sube por la escalera y baja por el ascensor. Como toda generalización, la afirmación no es rigurosa. Sin embargo, es cierto que en muchos casos las subas de precios suelen ser lentas y escalonadas, mientras que las caídas (por lo general, menos importantes que esas subas) se muestran rápidas y violentas. Cuando esto sucede, los ojos del inversor bajista brillan: se imagina ganando dinero fácil, pero una encerrona alcista puede terminar llevándolo a la ruina.
Un caso paradigmático es lo que está sucediendo este año con los short sellers de las acciones de la automotriz de perfil tecnológico Tesla. En conjunto, estos inversores bajistas llevan perdidos más de 18.000 millones de dólares.
Lo dicho implica un llamado de atención a los inversores bursátiles que creen que todo está caro y pretenden ganar mucho dinero con una eventual caída generalizada de precios en los mercados. Evalúen bien los riesgos antes de involucrarse en una operatoria de este tipo.
En el largo plazo, los precios de las acciones suben. Al menos así lo vienen haciendo desde las primeras operaciones bursátiles de la historia.
Frente a esta realidad, los bajistas deben saber que su salud financiera dependerá exclusivamente de acertar el mejor momento de entrada y salida de una apuesta, aunque es un terreno donde se suele fallar mucho más de lo que se acierta. La clave, dijo alguna vez un gran inversor, pasa por ganar mucho cuando se acierta y perder poco cuando se muerde el polvo, no por acertar siempre y no equivocarse jamás.
Es mucho más fácil ganar dinero en la Bolsa apostando al alza en el largo plazo que jugando a la baja en el corto.
“En la Bolsa, contrariamente a lo que muchos creen, los buenos negocios son aburridos”, escuché alguna vez decir a otro inversor exitoso.
Claro que jugar a la baja es pura emoción y vértigo, pero. ¿no será mejor ganar dinero en el mercado y buscar la diversión en otro lado?
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¡Hasta la semana próxima!
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