Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
Sueldo a principios de mes, aguinaldo, vacaciones, obra social, beneficios corporativos y posibilidad de hacer carrera son promesas que satisfacen las mentes de muchos asalariados incluso desde su formación como ciudadanos, mucho antes del ingreso al mercado laboral.
En este espacio, hablamos en numerosas ocasiones de la “mentalidad de empleado”, esa que les permite a los empleadores utilizar el tiempo de otros para desarrollar sus proyectos y aumentar sus ganancias.
La columna de hoy está especialmente dirigida a aquellas personas que comienzan a darse cuenta de que la fábula del empleado no tiene un final feliz, ni desde lo económico ni en lo que refiere a la realización personal: los sueños se postergan por falta de tiempo o ni siquiera se los deja florecer como ideas por el riesgo que generan, puesto que nos llevan a rebelarnos contra la rutina y la obediencia a quien nos paga el salario.
A continuación, plantearemos 3 distinciones necesarias para abandonar la mentalidad de empleado.
1) Ingresos pasivos:
“Los ingresos pasivos no existen porque nunca nadie te va a pagar por no hacer nada”. Esta reflexión suele repetirse entre las personas con mentalidad de empleado. El problema es que esconde errores y evidencia falta de conocimiento.
Que los ingresos sean pasivos no significa que desde el inicio se consiguieron sin hacer nada. De hecho, durante la construcción del ingreso pasivo se debe invertir mucho tiempo, más de lo que el trabajador en relación de dependencia dedica a su labor diaria. Lo bueno es que, una vez edificados, los ingresos pasivos no demandan tiempo y permiten que nos dediquemos más a otras actividades creativas y placenteras.
Por otra parte, los ingresos pasivos puros (principalmente los financieros) son solo una parte de los existentes. También tenemos los ingresos pasivos monitoreados, los ingresos pasivos patentados y los ingresos pasivos propietarios. En esta nota que escribí hace algunos años te enseño 4 pasos para agregar ingresos pasivos a tu vida.
2) Activos y pasivos en las nuevas finanzas personales:
“Mi casa y mi coche son los activos más valiosos que tengo”, suele sostener -también erróneamente- la mentalidad de persona empleada. Sucede que, según la vieja escuela de finanzas personales, la casa y el auto, al tener un valor de mercado, eran consideradas como activos. Por lo tanto, el sueño del techo propio era una meta a cumplir. El problema es que muy pocos empleados cuentan con el dinero como para afrontar ese gasto, con lo que terminan tomando un crédito y endeudándose para toda la vida por culpa de un objetivo que no se animaron a revisar o redefinir.
Más allá de la trampa del endeudamiento por el techo propio, las nuevas finanzas personales nos enseñan que un activo es algo que pone dinero en tu bolsillo todos los meses, mientras que un pasivo es justamente lo contrario: algo que origina una erogación monetaria permanente.
En el caso de la casa o el auto podemos ver claramente que no generan ingresos, sino gastos. ABL, Bienes Personales, expensas extraordinarias, patente, cochera y seguro son algunos de los costos que deben afrontar los dueños de los mal llamados “activos”.
Confundir un activo con un pasivo constituye una de las principales barreras a la hora de abandonar la mentalidad de empleado.
3) Supremacía de flujo sobre stock
“No gano tanto pero no importa, porque tengo casa propia”, suele esgrimir la mentalidad de persona empleada, cometiendo dos errores importantes en su razonamiento: la casa (como vimos anteriormente) no es un stock o activo, y el flujo es siempre más importante que el stock.
El flujo es el dinero que mes a mes entra y sale de nuestros bolsillos, mientras que el stock refiere a aquello que tenemos como patrimonio y nos permite generar ingresos mediante su explotación. El stock está dentro del patrimonio, pero no todo patrimonio es stock, puesto que, como vimos anteriormente, la casa y el auto no generan ingresos y no constituyen stock.
¿Qué cosas que nos pertenecen son stock? Podemos nombrar a los plazos fijos, los bonos, las acciones, las criptomonedas, los bonos, las letras del Tesoro y las acciones preferentes, los inmuebles y otros bienes en alquiler, las franquicias otorgadas, los derechos que generen regalías, las stablecoins colocadas a tasa y cualquier otro bien tangible o intangible que genere ingresos.
El conocimiento financiero avanza cuando la persona comprende que, en su economía, el flujo de dinero es más importante que el patrimonio.
En general, las personas con mentalidad de empleado poseen un flujo de ingresos único y un flujo de egresos múltiple. Los ingresos provienen de una sola fuente: la salarial. Llegan a su órbita como un meteorito que atraviesa la atmósfera y se desintegra en tres etapas: la primera corresponde a los gastos familiares prioritarios (vivienda, comida, educación, viáticos, etc.), la segunda se vincula con el pago de las deudas contraídas para financiar el déficit entre los flujos de ingresos y egresos (pago de compras con tarjeta de crédito, cuota hipotecaria, préstamo personal, etc.) y la tercera etapa corresponde a la nueva refinanciación del déficit personal a tasas aún más altas que las anteriores.
Los que buscamos la independencia económica, en cambio, utilizamos el ingreso activo (salario o ingreso como cuentapropista) en parte para cumplir con los gastos, pero también para generar ahorros que nos permitan construir con el tiempo un ejército de stocks que tienen por misión generar flujos de ingresos adicionales. Estos ingresos adicionales terminarán aumentando cada vez más los ingresos totales y nos permitirán relajar el gasto, evitar que los egresos se vayan en intereses de deudas, y llevar, finalmente, una vida más relajada y menos austera.
Lo dicho nos permite sostener que nuestro “segundo trabajo” consiste en la búsqueda de los mejores stocks en base a la ecuación riesgo/rentabilidad. Para encontrarlos, debemos realizar pequeñas pruebas: compramos cuotapartes de fondos comunes de inversión en letras y bonos, abrimos una cuenta en una sociedad de Bolsa, compramos bonos en distintas monedas, colocamos dinero en stablecoins que luego prestamos al 7% en dólares, acudimos a charlas y seminarios sobre alternativas de inversión, colocamos dinero en Finanzas Colaborativas y P2P, ahorramos para comprar una cochera para alquilar, evaluamos los nuevos préstamos hipotecarios para ver si el cobro de un alquiler nos alcanza para pagar la cuota de un emprendimientos desde el pozo, etc. Siempre es más importante construir una base firme de stocks que nos provea ingresos antes que apuntar a un patrimonio enorme, pero tal vez difícil de mantener.
Conclusión
Que no se malinterprete: desde esta columna no busco menospreciar a los millones de trabajadores y trabajadoras que día a día le ponen el hombro a la difícil situación social y sanitaria. Mi intención pasa por compartir experiencias personales y ayudar a quienes necesitan un empujón a tomar la decisión de comenzar a formarse en el mundo de las finanzas personales, por más lejano e inaccesible que les parezca.
Los beneficios económicos son demasiado importantes como para dejarse arrastrar por la corriente y el camino del conocimiento será siempre placentero, más allá de los resultados.
Aunque mantengas tu trabajo en relación de dependencia, podés decirle “chau” a la mentalidad del empleado y darle paso a la persona creativa e inversora que hay en vos.
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