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El inversor emocional

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

Es común leer que no es bueno que mezclar emociones con inversiones, pero… ¿qué significa exactamente esa frase? Siendo seres emocionales, ¿cómo se hace para abstraerse de los impulsos que nos pueden llevar a la ruina financiera y actuar de manera fría y calculadora?

En la columna de hoy ofreceremos algunos ejemplos donde mandan el rencor y la omnipotencia, algo mucho más frecuente de lo que se cree. El objetivo es que nos veamos reflejados parcial o totalmente en esas situaciones y podamos interpelarnos para mejorar a futuro.

¡Comencemos!

Omnipotencia: creer que se le puede poner piso o techo al mercado

En el mundo de la inversión en renta variable (acciones, bitcoins) suelo ver una actitud muy común: la de creerse con la capacidad de determinar dónde se encuentra exactamente el piso de cotización de un activo cuando está bajando de precio o el techo cuando está subiendo. Vamos con un caso hipotético: luego de investigar el mercado del bitcoin (BTC), Oscar decidió invertir en la criptomoneda, entendiendo que es una apuesta riesgosa y de largo plazo. “La voy a tener al menos 2 años a ver qué pasa”, dijo antes de comprar 50 centavos en julio del año pasado, cuando el BTC rondaba los 9000 dólares por unidad.

El precio se movió de manera muy favorable y para mediados de noviembre se encontraba en 15.000 dólares por unidad. Oscar había ganado más del 60% en 4 meses. “Ya está, subió mucho, vendo ahora y vuelvo a comprar más abajo, cuando el bitcoin afloje”, pensó Oscar e inmediatamente se deshizo de su posición.

El desenlace es conocido: el bitcoin no solo no bajó, sino que aceleró su recorrido alcista hasta niveles de 42.000 dólares por unidad. Cada semana que pasaba, Oscar miraba azorado cómo se le escapaba de las manos lo que hubiera sido la mejor inversión de su vida.

¿Qué falló aquí? Antes de realizar la operación, Oscar había trazado en frío un plan de inversión que incluía un horizonte temporal de al menos 2 años. Luego, ante la suba repentina, se dejó dominar por el miedo y optó por asegurar su ganancia en lugar de verificar si se trataba de una suba exagerada o si quedaba camino al alza por recorrer.

Básicamente, decidió ponerle un techo al rally alcista del bitcoin pensando “hasta acá llegó” y permitió que una reacción emocional como el miedo modificara su estrategia inicial, que había planeado en frío antes de iniciar la operación y quedar expuesto a los vaivenes emocionales de las ganancias y pérdidas diarias de un activo volátil como el bitcoin. Si hubiese sido fiel a su plan, estaría observando en su cuenta una ganancia del 440% a falta de un año y medio para la fecha de venta pautada.

El mercado suele premiar a quienes logran abstraerse de los vaivenes emocionales y cumplen al pie de la letra lo planificado en un origen. Esto, que parece muy simple de cumplir mirándolo desde afuera, es extremadamente complicado. Los activos financieros cotizan todos los días y la tentación de actuar frente a cada número rojo (baja) o verde (suba) es muy poderosa.

Rencor: ofenderse con las acciones

Otra emoción típica que afecta a los inversores consiste en enojarse con las acciones de una empresa por el simple hecho de que arrojaron pérdidas en una oportunidad. Los inversores enojados juran no volver a comprar.

Así es como le pasó a Carla, nuestra amiga imaginaria. Compró acciones de Banco Macro (BMA) a principios de agosto de 2019 a 292 pesos por acción. Le entusiasmaba la idea de que Cambiemos, la alianza gobernante de entonces, pudiera imponerse en las elecciones primarias, allanando el camino hacia la reelección de Mauricio Macri.

Sin embargo, las PASO terminaron con una dura derrota del oficialismo y dos días después Carla vendió cada papel a 201 pesos, asumiendo una pérdida del 30%. Prometió nunca más comprar BMA.

Las acciones del banco siguieron cayendo hasta los 150 pesos en septiembre de 2019 a pesar de que el sector mantenía un nivel alto de ganancias en medio de la recesión y que sus ratios técnicos hablaban de precios de remate en comparación con los principales bancos de la región. Por lo tanto, la probabilidad de un rebote inminente se tornaba cada vez más alta.

Carla había seguido análisis de esta naturaleza en el pasado con muy buenos resultados y estaba de acuerdo en todo, pero el “no vuelvo a comprar Banco Macro nunca más” pesaba demasiado. El rebote se dio con fuerza y las acciones de Banco Macro casi que duplicaron su precio a fines de 2019. Si no fuese por el rencor acumulado, Carla habría recuperado la pérdida de la inversión y ganado un plus interesante en poco tiempo, siempre y cuando hubiese vendido antes de que se desatara la pandemia.

Lo cierto es que no hay que enojarse con las inversiones. Una inversión es una inversión, lo único importante son los fundamentos. Una empresa que en determinado momento nos hizo perder dinero puede tornarse muy atractiva tiempo después.

Ofenderse con una acción bursátil no es otra cosa que deslindar responsabilidades ante el fracaso de una inversión en un momento particular, que a la luz de los hechos no era el más indicado.

Conclusión

Somos seres emocionales. Poder abstraernos del caudal de sentimientos que nos invaden a diario no es ni por asomo sencillo. Se pueden mezclar muchos factores: un mal día en el trabajo, la aparición de gastos inesperados, discusiones en la pareja y más. En el medio del temporal, revisamos una posición y se nos da por salir de una inversión que habíamos planificado durante un buen tiempo para mantenerla en el largo plazo. ¿Pensás que los eventos personales descriptos no tienen nada que ver con la decisión de venta? Si es así, lo pensaría de nuevo. Todo lo que vivimos nos atraviesa en mayor o menor medida y las inversiones no están libres de esos impactos.

En lo personal, la manera que encontré de combatir esos impulsos (que, pese a haber publicado 4 libros sobre el tema y contar con más de 20 años de experiencia en el mercado, sigo teniendo) es tener una cuenta con poco capital y realizar la operación impulsiva en una escala realmente inferior, casi insignificante, como para satisfacer el deseo. Se trata de un mecanismo que cumple con dos condiciones: por un lado es efectivo y por el otro es barato, puesto que dejamos que la inversión principal siga su curso y las emociones no la interrumpan antes de lo planeado.

Cada cual podrá elaborar su propio truco para no caer en trampas emocionales. Cuando se dice en la Bolsa que “el peor enemigo del inversor es el inversor mismo” se está hablando justamente de estos autoboicots que generamos en perjuicio de nosotros mismos.

Ahora que sabemos de su existencia y podemos racionalizarlos, solo queda sincerarnos para entender qué nos pasa cuando invertimos y poder limitar los impactos emocionales, cuando no neutralizarlos.

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