Especial de Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación
En Argentina, conocemos muy bien sus efectos dañinos porque forma parte de nuestra cotidianidad: la inflación devalúa rápidamente ingresos y ahorros, y nos impone un doble esfuerzo que analizamos hace un tiempo en este espacio. Hay que saber ganar dinero y cuidar nuestro poder de compra para que el trabajo no haya sido en vano.
Esta patología económica que en las últimas décadas estuvo circunscrita a países de monedas históricamente débiles como el bolívar venezolano, la libra libanesa, el peso argentino, el kwanza angoleño y la lira turca, ahora amenaza seriamente al resto del mundo, sin distinción de banderas.
En consecuencia, la extendida costumbre de comprar dólares con pesos en los mercados formales e informales para guardar los billetes verdes en el hogar o en una caja fuerte bancaria perdió sentido.
¿Qué está pasando con los precios a nivel global? ¿Qué puede pasar el año próximo? ¿Qué debería hacer una persona que invierte sus ahorros frente a esta realidad? ¿Comprar ahora lo que mañana saldrá más caro es una opción viable?
Hoy intentaremos responder cada uno de estos interrogantes.
Inflación global: por qué está emergiendo y cuán serio es el problema
El fenómeno que dio origen a la inflación en EE.UU. y que la principal potencia del mundo exportó al planeta entero es bastante reciente y simple de comprender.
Ante los efectos recesivos que causaron en la economía la pandemia de coronavirus y las restricciones a la circulación de personas, la mayoría de los gobiernos optó por una batería de medidas expansivas a nivel monetario que incluyó la emisión de dinero a mansalva y su inyección en el consumo y distintos sectores de la industria.
Se estima que más del 30% de los dólares que están circulando actualmente dentro y fuera de Estados Unidos fueron emitidos por la administración de Donald Trump durante 2020, lo que habla de una expansión monetaria de magnitudes antes desconocidas.
El primer efecto inflacionario de tal nivel de emisión no se observó en los precios al consumo, sino en los precios al ahorro: como se sabe, en EEUU la inversión en acciones es una costumbre entre ahorristas y lo que ocurrió entre fines de marzo de 2020 y el mismo mes de 2021 fue un aumento promedio en los precios de las acciones del índice S&P 500 del 80% en dólares. Es decir que ahorrar en los mismos bienes (acciones de empresas) se encareció en un 80% para el estadounidense medio y para cualquier persona que operase en el mercado de Nueva York.
Si pensamos en las tecnológicas, el fenómeno es aún más notorio: una persona amante de los productos de Apple que ahorra 260 dólares por mes pudo comprar 5 acciones de su empresa favorita en marzo de 2020, mientras que un año después solo pudo comprar 2 acciones de la misma compañía con el mismo dinero. Su capacidad de inversión bajó notablemente y sus ahorros ya no valían lo mismo. En el mercado este fenómeno se denomina “inflación de activos”.
La emisión monetaria sin precedentes comenzó a impactar de lleno en los precios al consumo en EEUU este año, más precisamente en abril, cuando pegó un salto desde el 1,80% anual promedio de la última década al 4,2% en la comparación interanual.
“No se preocupen, la inflación es un fenómeno transitorio”, aseguró Jerome Powell, el presidente del Banco Central estadounidense, popularmente conocido como la FED.
Muchos le creyeron, pero estaba equivocado: la inflación interanual fue del 5% en mayo, saltó al 5,4% en junio, repitió performance en julio, marcó 5,3% en agosto, 5,4% en septiembre y en octubre trepó al 6,2% respecto de un año atrás.
Para colmo, la inercia alcista no se detiene y hay quienes pronostican una cifra cercana al 9% para fin de año, siempre en la medición de 12 meses.
Algo similar está ocurriendo en el resto de las potencias: en China el Índice de Precios de Producción saltó al 13,5% anualizado en octubre, en la Eurozona promedió el 4,1% con varios países arriba del 5% y muy cerca nuestro, en Brasil, superó los dos dígitos hasta el 11,1%.
Frente a este panorama, cabe esperar que los líderes mundiales comiencen a aplicar más pronto que tarde una serie de medidas contractivas (baja del gasto público, aumento de los tipos de interés) semejantes a las que propone el Fondo Monetario Internacional para la Argentina como antídoto contra la inflación, aunque el realismo político nos puede llevar a pensar que ningún presidente ni primer ministro querrá realizar el trabajo sucio, sino más bien seguir la línea de Joe Biden y su plan de infraestructura billonario, una política fiscal sumamente expansiva que no hará otra cosa que echar más leña al fuego de la inflación.
En materia de precios locales e internacionales, el escenario no se presenta alentador. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿Qué podemos hacer para cubrirnos del doble ataque inflacionario?
Inversiones y rotación de porfolios desde renta fija a renta variable
La tasa de los bonos del Tesoro de los EEUU (Treasury Bonds) a 10 años se encuentra en estos momentos cerca del 1,60% anual. Su rendimiento real es claramente negativo (-4,6%) si le descontamos la inflación en el país del norte, lo que vuelve muy poco atractiva la inversión en esos bonos. Lo llamativo del contexto es que no solo esos bonos que aparecen entre los más seguros del mundo pagan intereses por debajo de la inflación global. Lo mismo ocurre con los bonos High Yield (alto rendimiento) de empresas de segunda línea estadunidenses, que están rindiendo el 4,41% anual, cifra que refleja una tasa real negativa del -1,79%.
Invertir en los pagarés de estas empresas no es tan seguro y, sin embargo, el mercado rebosante de dólares los compra, aun cuando su promesa de pago no alcanza para cubrirse de la suba de precios al consumo.
¿Por qué entonces el precio de esos bonos no se derrumbó? Fundamentalmente, porque para inversores e inversoras seguir comprándolos equivale a pagar por el mal menor, puesto que quedarse en cash sería aún peor. Al menos estos bonos pagan un interés anual, aunque los riesgos pueden ir in crescendo si en un momento se disparan las tasas de interés en la economía estadounidense o si los sorprende una recesión.
En la vereda de enfrente, la renta variable (acciones y criptomonedas) vive su momento más glorioso a causa del mismo fenómeno: el Bitcoin acumula una suba cercana al 100%, el Standard and Poor’s 500 supera el 20% e incluso el Merval argentino viene recuperándose en dólares después de tres años de profundas caídas con una ganancia medida en dólares mayor al 30% (24% rendimiento real).
Observando semejantes subas, muchos especialistas afirman que tanto acciones como criptomonedas están caras y plantean que deberían sufrir una corrección en sus precios, pero lo que nadie sabe responder es qué harían los inversores con el dinero en caso de vender sus activos de renta variable. ¿Acaso encontrarían otro destino más conveniente para no perder su poder de compra en poco tiempo?
Todo indica que, al menos por el momento, la renta variable es el mejor lugar posible. Al fin y al cabo, muchas empresas logran sobrevivir e incluso obtener ganancias crecientes en períodos inflacionarios.
Lamentablemente, nuestros defaults recurrentes y las dificultades del país para generar divisas, reducir el déficit fiscal y limitar la suba de precios le restan atractivo a los bonos argentinos, que hoy se pueden comprar en el mercado a solo un tercio de su valor nominal y pagan cerca del 20% anual en dólares, en contraste con el magro interés que ofrecen los títulos de deuda de casi todo el mundo.
Conclusión
Quien mantuvo los dólares debajo del colchón a lo largo de 2021 tomó la segunda peor decisión posible. La peor fue quedarse con los pesos en la mano y no depositarlos siquiera a plazo en un banco o comprar cuotapartes de un fondo de inversión money market.
Claramente, la renta variable viene siendo la gran ganadora de este combate, aunque no la única: el rendimiento a tasa fija de los stablecoins que siguen al dólar va del 9 al 14% anual, lo que convierte a las criptomonedas estables en la mejor opción dentro del universo de la renta fija.
Quisiera concluir la columna brindando un pronóstico más alentador en lo que refiere a la inflación global, pero me cuesta encontrar argumentos para robarles una sonrisa.
¿Qué pasaría si el mundo deja de confiar en el dólar como reserva de valor ante un aumento aún más pronunciado de los precios en EEUU? Es una pregunta sin respuesta hoy. Lo único claro es que debemos mejorar nuestra capacidad de adaptación e incorporar conocimientos y herramientas para capear un posible -y cada vez más probable- temporal.
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