Especial de Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación
“El principal problema del inversor, incluso su peor enemigo, es probablemente él mismo”, dijo alguna vez Benjamin Graham (1894 – 1976), maestro de Warren Buffett y autor de “El inversor inteligente”, un libro considerado la biblia del Análisis Fundamental de acciones.
La frase de Graham nos obliga a abordar un problema fundamental: la falta de disciplina de la mayoría de los inversores para seguir el camino trazado desde un principio o, peor aún, la ausencia total de ese camino.
En la columna de hoy, detallaremos los 3 pilares de una inversión exitosa. Constituyen una suerte de GPS financiero que nos permitirá elegir activos donde depositar nuestra confianza y, sobre todo, nuestro dinero.
Los pilares actuarán, además, como ancla en la tempestad. Cuando la volatilidad se haga presente en los mercados, nos permitirán evitar los vaivenes emocionales y actuar con tranquilidad para que ni el miedo ni el pánico se apoderen de nosotros y nos lleven a comprar o vender mal, convirtiéndonos en nuestros propios enemigos.
¡Comencemos!
- Definí el horizonte temporal de tus inversiones
El horizonte temporal es el plazo de vida de una inversión. Puede ser de corto plazo (un día a 6 meses), mediano plazo (6 meses a 2 años) y largo plazo (más de 2 años).
Tener en claro el horizonte temporal de nuestra inversión resulta vital para evaluar su marcha y resultado.
En notas anteriores, presenté los argumentos por los cuales sostengo que las inversiones que se planifican para el corto plazo están, en su mayoría, destinadas al fracaso. La utopía de ganar dinero fácil y rápido es uno de los principales cantos de sirena que puede llevar a la ruina financiera a quienes sucumben ante las tentaciones.
En la otra vereda están las inversiones de largo plazo, que requieren ser respetadas por el propio inversor que las inicia. Muchas veces el factor emocional juega en contra y la persona que invierte dinero en un activo sufre por las bajas momentáneas de precio, cuando en realidad se propuso no prestar atención a los vaivenes diarios y confiar en su elección concienzuda del activo elegido.
Claro que no suena muy divertido invertir y esperar años para cosechar lo sembrado. Más emocionante parece ponernos a comprar y vender todo el tiempo para ver si podemos atrapar un fuerte y repentino movimiento alcista (o bajista, si estamos jugando a la baja, estrategia que también desaliento) del mercado.
La adrenalina fluye por nuestro cuerpo y en foros, redes sociales y chats nos encontramos con otros traders que participan de la misma aventura y comentan todo el tiempo sus experiencias, pero si hay algo que aprendí con 25 años en el mercado financiero es que los buenos negocios son los aburridos y que para divertirnos hay un mundo entero lejos de las inversiones.
Comprar para invertir de largo plazo y vender a los 6 meses porque estamos 30% abajo y tememos que el activo que compramos siga cayendo de precio o comprar de corto plazo y quedarnos con esa inversión durante años para ver si, al menos, recuperamos el dinero invertido, son ejemplos claros de situaciones que no pueden ni deben pasarnos cuando tenemos nuestro horizonte temporal bien definido.
- Conocé tu nivel de tolerancia al riesgo
El nivel de tolerancia al riesgo refiere al porcentaje de la inversión que estamos dispuestos a perder si la apuesta resulta equivocada.
Por lo general, los perfiles se dividen en Conservador, Moderado y Agresivo.
Un inversor conservador (adverso al riesgo) buscará activos de baja volatilidad de precio. Apuntará a renta fija (plazos fijos, bonos de alto nivel de seguridad, Fondos Comunes de Inversión en mercado de dinero), mantendrá un nivel de liquidez importante en moneda dura para sentirse seguro ante eventuales crisis económicas y apuntará a hacer crecer su capital sin arriesgarse a perder un porcentaje, aunque tampoco esperando una ganancia importante.
Un inversor moderado se mostrará más proclive a invertir en un mix de instrumentos. A las apuestas del perfil conservador les sumará renta variable (acciones, criptomonedas) en porciones pequeñas o medianas. Mantendrá niveles de liquidez bajos, aunque suficientes para conformar un ahorro ante emergencias.
Un inversor agresivo destinará la totalidad de su patrimonio a la renta variable e incluso podrá buscar proyectos corporativos en estado embrionario, persiguiendo altos retornos para su capital y afrontando movimientos bruscos de precio que al resto le resultan difíciles de digerir.
Cuando la economía se muestra robusta y las inversiones resultan en su mayoría lucrativas, todos pensamos que somos inversores certeros y agresivos, y que esta elección es la más conveniente para nuestras finanzas.
Sin embargo, cuando la tortilla se da vuelta (como viene sucediendo desde principios de año), en seguida notamos el exceso de riesgo asumido y buscamos recalibrar nuestro portafolio, aunque para muchas personas suele ser demasiado tarde.
Tu tolerancia al riesgo se define a partir de una combinación de factores: tus objetivos de inversión, tu experiencia, tu horizonte temporal, el patrimonio invertido en relación con tu patrimonio total y, especialmente, la cantidad de horas que podés dormir cuando tus activos bajan de precio.
¿Cómo podés determinar cuál es el perfil de riesgo más adecuado para tu personalidad? Si bien existen varios test muy útiles en la web, lo cierto es que la práctica es la que definirá en el mismo campo de juego tu grado de aversión al riesgo, por lo que recomiendo dar los primeros pasos en el mundo de las inversiones como quien tantea la temperatura del agua en lugar de tirarse de cabeza a la pileta. Para ello es fundamental ir conociendo los tipos de activos disponibles y empezar con una porción menor del capital disponible.
- Aprendé a diversificar correctamente
Entendemos por diversificación la forma como un inversor distribuye su capital en activos de distinta naturaleza o sector de pertenencia.
Algo adelantamos en el ítem anterior en función del tipo de activo elegido (acciones, bonos, criptomonedas, etc.) y del monto a invertir en cada uno en relación con el total del patrimonio.
Uno de los errores más frecuentes -que puede llevar a importantes pérdidas- es el de enamorarse de un activo y, por ende, sobreponderarlo (aumentar su participación) en un portafolio de inversión.
En ese punto, la diversificación es muy útil porque nos sirve para reducir el riesgo de las inversiones totales.
Básicamente, la reducción del riesgo se logra evitando invertir más del 5% del total del patrimonio disponible en acciones o bonos de una empresa, y no más del 20% en una sola industria o sector económico.
Por ejemplo, si proyecto que de ahora en más los bonos en dólares subirán y me gustan las acciones de los bancos argentinos, no debería tener más del 20% de mi portafolio volcado en ellos, más allá de mi expectativa de suba. A su vez, ese 20% debería estar distribuido de tal manera que ningún banco en particular signifique más del 5% de mi inversión.
Otro peligro importante para las inversiones lo encontramos en las inconsistencias entre el perfil de riesgo del inversor y la diversificación que decide llevar adelante.
En lo que refiere a instrumentos de distinta naturaleza, una estrategia de diversificación bien podría consistir en tener 60% del capital invertido en renta fija, 35% en acciones y 5% en criptomonedas.
Conclusión
Hoy aprendimos que sin una férrea disciplina inversora es muy probable que todos nuestros esfuerzos estén destinados al fracaso. Al tiempo que fuimos incorporando a nuestros conocimientos estos 3 pilares de una inversión exitosa, nos encontramos con que se interrelacionan entre sí, lo que nos lleva a mantener una coherencia inversora para aventurarnos con las armas y herramientas necesarias para obtener buenas rentabilidades en la jungla financiera.
¡Ahora, a poner en práctica lo aprendido! ¡Hasta la semana próxima con más finanzas personales!
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