Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
Imaginemos por un momento esta situación: Primera cita. Él la pasa a buscar y le pregunta adónde le gustaría cenar. Ella le da dos opciones: una es un restaurante caro y exclusivo. La otra, un lugar más común. Él elige la primera y allá se dirigen. En el camino ella piensa: “¡Qué bueno! Le debo gustar mucho como para haber elegido ese restaurante”. Él, por su lado, se dice: “Es una buena oportunidad para conocer ese restaurante, seguramente pagaremos a medias”.
La velada es un éxito, todo son risas y seducción hasta que llega el momento de pagar la cuenta. El mozo la deja en el centro de la mesa y él la toma, mientras espera que ella le pregunte cuál es el importe para dividirlo. Pero ella no sólo no se hace cargo de la situación sino que, mientras él tose y saca su billetera en cámara lenta, se pone a mirar su celular y a responder -o a fingir que responde- mensajes o correos. Él se decide por su tarjeta de crédito y hace un gesto al mozo para indicarle que se acerque. De golpe, la magia del encuentro se desvanece.
¿Qué fue lo que salió mal en esta salida? Podríamos señalar diferencias en cuanto a las expectativas de cada uno, distintas formas de ver la “caballerosidad” o de interpretar la igualdad de género, pero el quid de la cuestión está más bien relacionado con una pregunta que hoy intentaremos contestar en esta columna: ¿Quién debe pagar la cuenta en una primera cita?
Para analizar cómo los cambios en cuestiones de género pueden impactar en una situación de flirteo, David Frederick, profesor de la Universidad de Chapman de California, EEUU, realizó en 2013 un estudio titulado “Research on Which Gender Pays for a Date Shows Changing – but Also Resistance to Changing – Conventional Gender Norms” (Sondeo sobre qué género debe pagar la cita muestra cambios, pero también resistencia a los cambios con respecto a las normas convencionales).
El estudio observó cómo se comportaron 17.000 personas en una primera cita a la hora de pagar la cuenta. Los resultados fueron los siguientes:
El 84% de los hombres dijo que suele correr con la totalidad de los gastos, no sólo en la primera cita sino también en las que le siguen.
El 64% de los hombres expresó preferencia por pagar a medias.
El 44% de los hombres manifestó una completa pérdida de interés hacia la mujer ante su falta de iniciativa para compartir, por lo menos, la mitad de la cuenta.
El 76% de los hombres que aceptó que la mujer pague la mitad confesó sentirse culposo o incómodo más tarde.
El 57% de las mujeres ofreció pagar la mitad o la totalidad de la cuenta. En el 39% de estos casos, el hombre rechazó la propuesta y corrió con los gastos.
Los resultados de la investigación fueron claros: a pesar de todos los avances que estamos conociendo en cuestiones de igualdad de género, la mayoría de los hombres sigue afrontando los gastos de las salidas.
Al respecto, el académico afirmó: “Todos los hombres suelen aceptar que sus parejas tengan un trabajo e ingresos estables, pero muchos se resisten a hacer el mismo esfuerzo que ellas en lo relativo al trabajo doméstico, tarea que incluye el cuidado de los hijos. Del mismo modo, muchas mujeres se resisten a ciertos cambios en las prácticas de género, como son los gestos caballerosos y el pago de las salidas, ya que esto sería una carga para ellas“.
Esta investigación permite arribar a una conclusión un tanto simplista, donde la figura del hombre como “macho proveedor” se mantiene a lo largo de la historia y las mujeres lo aceptan, a pesar de que suena contradictorio si contemplamos las batallas por la igualdad de género libradas en las últimas décadas.
Tal vez porque existe una tendencia a aceptar los cambios que hacen la vida más fácil y, al mismo tiempo, una resistencia a incorporar aquellos que la hacen más difícil.
Como veremos a continuación, existen otros factores importantes que también deben observarse antes de llegar a una conclusión determinante sobre un tema tan polémico como este.
EL ATRACTIVO FÍSICO COMO VARIABLE DE AJUSTE
Investigadores de la Universidad Saint Andrews, Escocia, liderados por Michael Stirrat, publicaron en 2001 un estudio titulado The Effect of Attractiveness on Food Sharing Preferences in Human Mating (El efecto del atractivo físico a la hora de compartir la cuenta en una cena).
En este caso se tomó una muestra de 416 hombres y mujeres, y se les pidió calificar a una serie de personas del sexo opuesto en función de su atractivo físico. La puntuación iba del 1 (para nada atractivo) al 7 (muy atractivo). Luego se les mostró la fotografía de la persona con la que tendrían una hipotética primera cita y se les preguntó quién debería pagar la salida. Las opciones eran tres: 1) Pagar toda la cuenta, 2) pagar la cuenta a medias o 3) que el otro pague la cuenta.
Con la incorporación de la variable del atractivo físico, la opción predominante fue la de pagar la cuenta a medias (elegida por el 47% de los hombres y el 50% de las mujeres). En segundo lugar estuvieron los que manifestaron preferencia por que sea el otro quien paga la cuenta (30% de hombres y 45% de mujeres) y, por último, los que se ofrecieron a pagar ellos mismos (23% de los hombres y 5% de las mujeres).
Al mismo tiempo, los resultados reflejaron que las mujeres con una imagen positiva de sí mismas en términos de belleza física tenían menor intención de pagar, y los hombres que se consideraban atractivos no estaban dispuestos a afrontar la totalidad de la cuenta y preferían compartirla.
En resumen, esta investigación permite concluir que las personas que se sienten bellas esperan que sea el otro quien paga. Al mismo tiempo, los hombres están mucho más dispuestos a pagar la cuenta cuando se consideran a sí mismos poco seductores y salen con una mujer que les resulta agradable.
EL PAGO DE LA CUENTA COMO REFLEJO DE LAS INTENCIONES A FUTURO
El siguiente estudio es el más antiguo de los tres (data de 1996) pero también, quizás, el más interesante.
Fue realizado por la psicóloga Chris Alksnis, de la Universidad de Guelph, Canadá, y se titula “Gender differences in scripts for different types of dates” (Diferencias de género en los “guiones” para las diferentes citas).
Alksnis analizó el lenguaje no verbal de las citas, relacionado con la carga de significado que tiene la decisión sobre quién será el que paga la cuenta.
Según este hilo argumental, el hecho de pagar la cuenta para un hombre podría asociarse con cierto interés en la otra persona y con una intención de volver a verla mientras que una mujer, al permitir que la inviten, podría dejar ver que está dispuesta a tener una segunda cita.
De la misma manera, y siempre con conclusiones obtenidas sobre lo que no se dice, la decisión de pagar a medias podría ser una señal de que la cita no ha ido del todo bien, esto si se piensa en una potencial relación amorosa.
CONCLUSIÓN
En los comienzos de la historia humana, los roles eran muy primarios: el hombre salía a morirse de frío y pelear con animales mucho más fuertes que él sin más armas que un pedazo de piedra tallada con el objetivo de conseguir la comida, y la mujer se quedaba adentro para procurar que la casa fuera un lugar cálido, cómodo y ordenado; cuidando a los hijos si los tenían. Ese modus operandi fue el que hizo que lleguemos a sobrevivir y desarrollarnos como especie, y de alguna manera podría estar presente en nuestros genes en la actualidad e influir a la hora de determinar quién es el encargado de proveer la comida.
Como se ve, el tema es más complejo de lo que parece, ya que se ponen en juego cuestiones culturales que, muchas veces, cambian en función del país analizado.
Por ejemplo, en muchos países, y a pesar de los cambios producidos en el último siglo, la figura del hombre sigue siendo la del proveedor y, por lo tanto, hacerse cargo de la cena es una demostración de su capacidad para brindar seguridad y bienestar a la mujer, una manera “invisible” y sutil de darle a entender que podrá cuidar de ella mejor que otros hombres.
Al mismo tiempo, y según la cultura del lugar en que esto suceda, puede considerarse ofensivo que una mujer pague la cena, ya que para algunos pueblos equivale a señalar que el hombre es más débil.
En nuestro país está bien visto que una mujer ofrezca pagar la cena porque refleja una cultura más igualitaria y comprensiva en los escenarios que nos toca vivir. Pero que la mujer proponga pagar no quiere decir que el hombre tenga que aceptar.
Si tomamos como base las estadísticas de los sondeos analizados en esta columna, podemos decir que si una mujer ofrece pagar la mitad de lo que consumió con un hombre que le gusta, tiene un 61% de posibilidades de que él acepte y un 41% de que no. Al mismo tiempo, al sugerir hacerse cargo, la mujer se asegura de que el hombre no pase a formar parte del 44% que pierde automáticamente el interés en la mujer al ver que se hace la distraída cuando el mozo trae la cuenta.
Desde el punto de vista del hombre, lo más probable es que ofrezca pagar la totalidad de la cuenta (el 84% lo hace). En este caso, el dilema se presenta cuando la mujer ofrece pagar a medias: ¿debe aceptar o no? Podría pensarse que eso depende del interés que tenga en ella, por lo menos en lo que respecta a esta primera cita, aunque desde el principio de los tiempos existe en el colectivo la idea de que los hombres deben ser caballeros, más allá de la atracción que sientan por una mujer, y asumir el trabajo pesado.
Lo más llamativo es cómo ciertas costumbres antiguas persisten incluso entre los más jóvenes, a pesar de los progresos alcanzados y del cambio de mentalidad hacia una situación de género más igualitaria.
Como se ve, determinar quién corre con los gastos en este tipo de situaciones no es tan “inocente” como parece y encierra variables interesantes que podremos analizar cuando tengamos nuestra próxima cita.
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