Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
En varias oportunidades, hemos abordado el problema de la falta de ahorro de los argentinos y de la ausencia de estímulos para que invirtamos una parte de nuestros ingresos en nuestro futuro y el de nuestros hijos o simplemente para contar con un paraguas para los “días lluviosos”.
En esta ocasión, para reforzar nuestra postura, vamos a pararnos en la vereda de enfrente y mencionar distintas razones que suelen llevar a una persona a destinar todos sus ingresos a gastos corrientes en lugar de ahorrar.
Son razones que esconden falacias y pueden causar severos daños en las finanzas personales y familiares:
1)Si ganás poco no tiene sentido ahorrar
Hace pocos días nos enteramos que el ingreso promedio de los argentinos no llega a los 10.000 pesos por mes.
Podría pensarse que con un ingreso tan bajo y gastos crecientes por la inflación, el ahorro deja de tener sentido. Resulta difícil destinar el 10% de los ingresos (unos 1.000 pesos, por ejemplo) al ahorro.
Sin embargo, esta premisa parte de un error conceptual, tal como lo demuestran estos dos argumentos:
1. El arte de ahorrar no tiene que ver tanto con cantidades si no con adquirir el hábito, con transformar nuestra conducta diaria incorporando ciertos comportamientos y mecanismos de compromiso que nos lleven a cuidar mejor nuestro dinero.
2. En finanzas existe un aliciente a ahorrar conocido como la magia del interés compuesto, que permite obtener un rendimiento exponencial al invertir no solo el dinero ahorrado sino también los intereses obtenidos en las primeras inversiones.
El punto de partida puede ser muy bajo, pero veremos que irá creciendo con el correr el tiempo y eso nos llenará de satisfacción.
Actualmente, por ejemplo, podemos beneficiarnos con las tasas de interés que pagan las colocaciones a plazo fijo y con la reinversión de esos intereses para incrementar nuestro capital, en especial en un contexto de tasas relativamente altas e inflación en baja.
2) Ahorrar es de avaros
El avaro puede verse a sí mismo como una persona que sabe ahorrar, por lo que es importante tener en cuenta la diferencia entre ahorro y avaricia.
Mientras que la persona que ahorra generalmente lo hace con un fin específico, el avaro no suele tener un objetivo que justifique las privaciones a las que se somete día a día, más allá de la seguridad que pareciera darle el acto de acumular dinero, aún cuando no sepa en qué invertirlo.
De alguna manera, la avaricia es una deformación del instinto de economía. En algunos casos, incluso, se la define como la enfermedad del ahorro.
El ahorrador sufre privaciones momentáneas para satisfacer más adelante y con holgura sus deseos, mientras que el avaro nunca llega a concretar sus fantasías materiales (en caso de que las manifieste) puesto que eso significaría desprenderse, en menor o mayor medida, de lo acumulado. Vive el dinero como una parte de su cuerpo y el gasto duele como una herida.
El avaro buscará evitar cualquier situación de gasto. El ahorrador se concentrará en detectar aquellos gastos excesivos o improductivos que pueden ser reducidos sin generar un trastorno en su vida cotidiana.
En consecuencia, por más que el ahorrador y el avaro coincidan en algunas conductas puntuales, sus razones y sus objetivos son totalmente diferentes. Las personas generosas y previsoras saben guardar e invertir dinero a conciencia y demuestran que ahorrar no es de avaros.
3)Si te cuesta ahorrar, ingresá en un plan de ahorro forzado
Sabiendo que la mayoría de las personas tienen ciertos inconvenientes a la hora de ahorrar, algunas empresas buscan capitalizar el fenómeno ofreciendo “programas de ahorro forzado”: desde un autoplan hasta la estafa de moda conocida como “la Flor de la Abundancia”. Son mecanismos que dicen solucionar el problema del ahorro en personas que carecen de determinación y disciplina, pero esconden fallas y mentiras.
Lejos de otorgarles la posibilidad de ahorrar de manera fácil y sin esfuerzos, aquellos que confían su dinero a terceros para que “trabajen” el dinero por ellos terminan viéndose perjudicados de distintas maneras:
Planes de autoahorro: hay que tener en cuenta que, en el mejor de los casos, accederemos rápidamente a un pasivo y no a un activo, dado que el auto que nos otorguen en algún momento comenzará a devengar gastos ni bien lo saquemos a la calle. Además, todos saben que en este tipo de planes existen gastos ocultos como el seguro de vida y el seguro del auto brindados por empresas afines a las concesionarias, que cobran precios más altos que los del mercado. Por estas razones, el plan de autoahorro termina siendo, en realidad, un plan de descapitalización.
La Flor de la Abundancia: “Si nos das 2.000 pesos, en poco tiempo te retirarás con 16.000”. Esta es una de las promesas típicas de la modalidad de fraude que se está expandiendo a pasos agigantados a través de grupos de WhatsApp, por ejemplo. No es otra cosa que el sistema de estafa conocido como Esquema Ponzi o Piramidal. Para que funcione, se necesita que continuamente ingresen al juego nuevos aportantes. Cuando, por alguna razón, ese flujo de dinero se interrumpe, como pasa en el 100% de los casos, la estructura se derrumba y terminan perdiendo su dinero todos los participantes, incluidos muchas veces los amigos y familiares que ingenuamente creyeron en el administrador del fondo.
Claramente, nadie ahorrará por nosotros. El ahorro sencillo y sin esfuerzo no existe. Si nos cuesta ahorrar, no queda otra que enfrentar el problema para cambiar de a poco nuestras costumbres y hábitos a fin de crear una nueva realidad financiera.
4)Pensá qué te querés comprar y empezá a ahorrar
Hay algo que poca gente tiene en cuenta a la hora de ahorrar y es la importancia del fin que perseguimos al hacerlo. En esta columna, podemos mencionar los tres objetivos de ahorro más importantes:
Ahorro para emergencias: Implica guardar dinero para poder hacer frente a acontecimientos inesperados como accidentes, despidos o enfermedades. Es altamente recomendable. Todos deberíamos practicarlo, aunque sin exceder un monto equivalente a seis meses de ingresos, aproximadamente, y asegurándonos poder contar con el dinero fácilmente.
Ahorro para consumo: Es la conducta que llevamos a cabo cuando queremos comprar algún bien (televisor, celular, ropa, etc.) o contratar un servicio como el alquiler de un departamento o un auto en vacaciones. Si bien es un buen ejercicio el de ahorrar puntualmente para consumir, el problema es que, una vez cumplido el objetivo, debemos volver a empezar de cero.
Ahorro para inversión: Representa uno de los mejores estímulos para el ahorro y permite poner en práctica lo que llamo el Ciclo Natural de las Finanzas Personales, donde separamos parte de nuestro ingreso para destinarlo a un instrumento que luego nos generará más ingresos. Es producir dinero con dinero e ingresar en el ciclo de los ingresos pasivos que hemos detallado en columnas anteriores.
Como vemos, el ahorro para consumo no es ni por asomo el más productivo de todos.
5)No tiene sentido ahorrar cuando hay inflación
Me pasé los últimos 10 años pensando y recolectando argumentos para sostener que el ahorro es posible incluso en escenarios inflacionarios como los vividos recientemente en nuestro país.
La inflación no es un limitante para el ahorro, aunque sí nos obliga a ser más precisos en cuanto a la elección de los instrumentos con los que pretendemos proteger nuestro poder adquisitivo e incluso incrementarlo. Sobran ejemplos de acciones y bonos que superaron la suba de precios en la última década.
Respecto de la inflación, lo positivo es que el panorama está cambiando y lo seguirá haciendo en el futuro inmediato: se espera que los aumentos se morigeren en 2017 y 2018. Al menos, eso es lo que piensa el mercado al convalidar tasas inferiores al 17% anual en pesos para el tramo largo de bonos de la deuda emitidos por el Estado. De todos modos, nadie descarta aún un escenario de inflación para los próximos años.
Lo cierto es que pensar que con inflación no conviene ahorrar puede hacernos perder la oportunidad única de posicionarnos en instrumentos en pesos de mediano y largo plazo para lograr lo que hasta hace poco parecía imposible: obtener tasas de rentabilidad reales positivas para las inversiones gracias a una suba de precios que pierde terreno de manera gradual.
Inflación, crisis económica o desconfianza en los bancos. Podemos encontrar mil excusas para no ahorrar, pero ninguna es válida: íntimamente sabremos que estamos actuando irresponsablemente de cara a al futuro.
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