Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.
“Lo bueno de tener un ingreso propio es que podés gastarlo sin pedirle permiso a nadie”. Eso me dijeron unos cuantos años atrás cuando asistí por primera vez a una entrevista laboral. Desde ese día, recolecté infinidad de frases en el mismo sentido: “Trabajo para darme los gustos”, “mejor gastar ahora porque nadie tiene la vida comprada y mañana no sabemos qué va a pasar”, “con la inflación que hay prefiero gastarlo todo antes que intentar ahorrar”, etc. Más aún, como el 80% de los argentinos no ahorra, si trabajás para gastarlo todo podrás sentirse del lado de la mayoría y encontrarás rápidamente un círculo de amigos y conocidos que te hará sentir cómodo con tu conducta financiera.
No obstante, tengo una noticia no muy simpática para darte: este comportamiento claramente te perjudica. Le estás robando dinero a tu futuro y te estás condenando a trabajar toda la vida.
Para cambiarlo por una conducta más sana, existen dos alternativas: bajar los gastos o mantenerlos en los mismos niveles incrementando los ingresos, de modo que surja un excedente de dinero capaz de garantizarle capital a tu “yo futuro”. De otro modo, lo estarías dejando sin recursos.
En esta columna, indagaremos sobre los tipos de gasto y sus consecuencias. La aproximación será más emocional que cuantitativa, a fin de encontrar la manera de realizar gastos de manera inteligente y eliminar las prácticas “delictivas” que afectan nuestros propios bolsillos.
Tipología de los gastos
Para dejar de robarle dinero a tu futuro, lo primero que debés hacer es clasificar tus gastos. Esto no implica anotarlos en una libreta o en una planilla de Excel sino conocer los distintos tipos existentes para analizar cómo incide cada uno en tus erogaciones mensuales.
Los gastos pueden ser:
1) Zonzos: Son gastos que realizás como resultado de un capricho, un impulso, una confusión, ansiedad o algún otro motivo difícil de justificar.
La cuestión central es aprender a diferenciar entre lo necesario y lo deseado, discriminación que no siempre resulta sencilla puesto que nuestra mente puede generar una falsa necesidad con el fin de cumplir ese deseo generalmente impulsado por los departamentos de marketing de las empresas.
Una vez que tenemos el producto o servicio deseado a mano, antes de caer en la trampa conviene aplicar la siguiente metodología: en lugar de fantasear y proyectar tu vida con la potencial adquisición, tratá de imaginarte qué cambiaría en caso de no comprarla.
Si aún así seguís pensando que es una necesidad antes que un deseo, te recomiendo posponer la compra un día y volver a evaluarla. El tiempo, muchas veces, nos ayuda a tomar mejores decisiones.
2) Hormiga: El taxi para no tener que esperar el colectivo, la gaseosa a la salida del trabajo, el alfajor para la merienda, el cafecito camino a una reunión, lavar el auto seguido para que se vea siempre reluciente… Se trata de gastos que no los contabilizás pero pueden significar hasta un 15% de tu presupuesto.
Dentro de este universo puede haber gastos zonzos de baja cuantía. Son compras pequeñas que pensás que no van a afectar demasiado tus finanzas, pero lo hacen y mucho.
Los oficinistas y quienes pasan varias horas lejos de su hogar constituyen las principales víctimas de los gastos hormiga, dado que ven en cada compra pequeña un paliativo para soportar la jornada laboral, cuando bien podrían llevar todo lo necesario para alimentarse mejor desde la casa (barritas de cereal, frutos secos, botellas de agua para recargar, etc).
3) De vida o muerte: Comida, alquiler, medicamentos, obra social, higiene personal, impuestos y sigue la lista.
Son gastos verdaderamente necesarios e indispensables para el día a día. De ellos depende tu salud física, mental o emocional.
Generalmente son gastos recurrentes: hay que realizarlos con frecuencia. Por ese motivo, pueden ser presupuestados en una lista de gastos fijos.
Un ejercicio eficaz para mejorarlos es analizar una vez por mes si alguno de los servicios contratados o productos adquiridos puede reemplazarse por otro más barato que sea de similar calidad.
A veces, no hace falta cambiar de producto: pueden surgir promociones por pago con débito automático o tarjeta y descuentos por abonos anuales realmente beneficiosos para nuestros bolsillos.
Tres pasos para analizar cualquier tipo de gasto
Independientemente de los tipos de gasto que estés afrontando, este camino de tres pasos te ayudará a desechar aquellas erogaciones que no son necesarias y generar el excedente buscado.
1) ¿Gasto o inversión?: En primer lugar, debemos tener en claro si estamos ante un gasto, donde lo comprado se consume prácticamente en el momento, o frente a una inversión, donde gastamos ahora para beneficiarnos después.
Algunos ejemplos de gasto: Tomar un café al paso, viajar en taxi por estar apurados, comprar ropa por gusto o tentarnos con bebidas y golosinas en un kiosco.
Algunos ejemplos de inversión: Realizar un curso de idioma, pagar la cuota del gimnasio (siempre que vayamos) o adelantar pagos de consumo corriente (aquí entra el pago anual de Rentas, por ejemplo).
Tanto viajar como ir al cine a ver una buena película o cenar afuera son claramente gastos. Sin embargo, si previamente nos informamos sobre el producto o servicio que vamos a adquirir y éste realmente nos satisface, puede convertirse en una experiencia que recordaremos durante mucho tiempo y la felicidad que genera pasar un gran momento junto con otras personas es un mimo al alma tanto en el presente como en el futuro.
2) Impacto en nuestras finanzas: El segundo paso consiste en analizar con precisión cómo repercutiría un gasto potencial en nuestro presupuesto mensual.
Una vez calculado con realismo el dinero con el que contaremos, asignar un límite a los gastos y un piso a las inversiones puede ser la dieta más sana para nuestras finanzas.
En este sentido, antes de comprar algo en cuotas debemos medir tanto el impacto que la primera cuota tendrá en nuestro presupuesto como el que generarán las siguientes cuotas en los próximas meses, cuando quizá debamos afrontar gastos estacionales que en la actualidad no están contemplados.
Un buen ejemplo es el gasto que podamos realizar en enero vinculado con las vacaciones. Antes de ingresar en un plan de pagos, debemos evaluar si durante el año, con la cuota del colegio o la universidad incluida en nuestro presupuesto, podremos afrontar el gasto de verano sin afectar seriamente nuestras finanzas y los límites que nos habíamos fijado.
3) ¿Hay premio por esperar?: El tercer paso consiste en realizarnos esta pregunta.
Sabemos que el sueño del departamento de ventas de toda empresa es encontrar un grupo de compradores compulsivos para sus productos. Si formamos parte de ese grupo, simplemente seremos presa de sus estrategias.
Por eso, cuando vemos que en Internet se nos ofrece un producto o servicio a un precio y realmente nos interesa, conviene dejar correr los días o simplemente “scrollear” (bajar en la página con el mouse) para ver si encontramos lo mismo a un valor promocional.
En los shoppings siempre hay días de descuento con tarjeta. Hay comercios, incluso, que rebajan el precio aunque uno no posea exactamente la tarjeta del banco que promociona el descuento.
Como comprador, uno puede mostrar interés, pero nunca al punto de que el vendedor lo sepa vencido. Tiene que mantenerse firme hasta que el precio realmente lo convenza.
Casi siempre obtendremos premio por esperar o buscar con paciencia. Eso sí, no debemos comprar a precio promocional sin antes seguir los dos pasos anteriores. De otro modo, podremos estar adquiriendo un producto innecesario y poco gratificante solo porque está de oferta.
Conclusión
Reconocer los tipos de gastos y evaluar su conveniencia es un trabajo de honestidad financiera que tu porvenir merece. Es sencillo sacarle dinero puesto que nadie te reclamará ni retará por eso en el presente. Sin embargo, en el futuro hay alguien que lo hará y con dureza: vos mismo. Y esa crítica será dolorosa puesto que serás el único culpable de una mala situación financiera.
Si querés dejar de engañarte y comenzar a construir un futuro próspero, el momento ideal es ahora. Disfrutá del presente sabiendo que ahorrando e invirtiendo te hacés bien y les hacés bien a tus seres queridos.
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