Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
¿Estoy obsesionado con los ingresos pasivos? Llevo una década hablando de ellos. Sin embargo, no creo que sea una obsesión, sino una recomendación basada en la experiencia.
El objetivo es ayudar al lector a comprender su relevancia en el camino hacia la libertad financiera.
Hoy voy a cumplir con los pedidos de varios seguidores de esta columna y ampliar el análisis de los vehículos automatizados de ingresos (VAI) financieros, unos de los generadores más importantes de ingresos pasivos en la economía de las personas.
No toda inversión es un VAI financiero
Un VAI financiero se genera a partir de las inversiones, es verdad, pero no toda inversión es un VAI financiero. Para que sea considerado como tal, debe cumplir con los siguientes requisitos:
- Devolución del capital invertido en algún momento futuro establecido de antemano.
- Ingreso de dinero generado por esa inversión en algún momento o en algunos momentos futuros establecidos de antemano.
- Tasa de rentabilidad conocida al momento de invertir capital.
- Toda diferencia entre la rentabilidad final y la rentabilidad prevista de antemano debe ser marginal.
En la Argentina, los instrumentos que cumplen estos requisitos son: plazos fijos, cauciones, cheques de pago diferido, fondos comunes de inversión de renta fija en pesos o en dólares, títulos públicos, letras del Banco Central o del Tesoro y obligaciones negociables de empresas.
Habrán notado los lectores que hay un gran ausente en esta lista: las acciones bursátiles. Básicamente, no cumplen ninguno de los parámetros expuestos. Alguien podría citar los dividendos que muchas empresas reparten en forma regular entre sus accionistas en base a las ganancias que obtienen por su negocio, pero lo cierto es que, al menos en el mercado local, esos dividendos no suelen ser significativos y, por lo general, no hay una regularidad en los montos que se van distribuyendo a lo largo de los años.
Por otra parte, las acciones no vencen ni devuelven el capital invertido en un origen. Además, es imposible saber a cuánto van a cotizar en un período de tiempo determinado. Esto no quita que los analistas realicen proyecciones en base al análisis técnico de sus cotizaciones o al valor contable y las ganancias esperadas para las empresas emisoras, pero son solo eso: proyecciones. La única verdad la termina dictando la realidad.
Con esto no estamos diciendo que no convenga invertir en acciones, sino simplemente que quien busque generar VAIs financieros deberá, en todo caso, tener en su cartera un porcentaje menor de ese tipo de papeles y más de bonos, letras, obligaciones negociables, fondos comunes, plazos fijos, etc.
Volviendo a los VAIs, lo cierto es que actualmente y en nuestro país se trata de instrumentos generalmente nominados en pesos o con un riesgo mayor al esperado en cualquier otro mercado de renta fija. El nuevo default en el que estamos desde el año pasado es una triste demostración de la fragilidad de los compromisos del Estado con quienes adquieren su deuda.
Por otra parte, la inflación aumenta el riesgo de pérdida: uno puede proyectar una rentabilidad en pesos, pero si la suba de precios es mayor esa tasa de interés pactada terminará siendo negativa para el inversor. Por lo tanto, difícilmente alguien pueda estimar la rentabilidad real de una inversión. Deberá conformarse con conocer el interés nominal a obtener y esperar que la inflación no licúe sus ingresos ni su capital.
Dicho esto, ¿existen posibilidades de generar ingresos pasivos en dólares para un inversor minorista en la actualidad? La respuesta, a continuación.
Ingresos pasivos en dólares utilizando criptomonedas
En columnas pasadas, hablamos del surgimiento de los stablecoin, que fundamentalmente son criptoactivos cuyo valor está pegado al dólar u otras monedas tradicionales. También hablamos hace tiempo del Ethereum y los contratos inteligentes.
La conjunción de ambos dio vida al mercado De-Fi (finanzas descentralizadas), donde se pueden colocar stablecoin y ganar un tasa de hasta el 7% anual fija.
Dado que los stablecoin prácticamente no varían de precio y que la tasa es conocida de antemano, esta inversión cumple con los requerimientos citados para ser considerado un VAI financiero, en este caso en “moneda dura”.
No existen montos mínimos para esta operatoria. Se puede realizar, por ejemplo, con 1000 pesos. El inversor debería comprar el stablecoin en un exchange local transfiriendo previamente sus pesos y desde el exchange debe transferir el criptoactivo a una plataforma de operaciones De-Fi como CoinMarketCap o, ahora también, la más conocida Binance (uno de los exchanges más grandes del mundo que permite multiplicidad de operaciones de criproactivos).
Ahora bien, no todos los criptoactivos son estables. De hecho, la mayoría de la gente conoce solo al más volátil: el bitcoin. En este caso, no se trata de un VAI financiero, porque la variación constante de su precio, en lugar de garantizarnos una renta, podría generar fuertes pérdidas al menos en el corto plazo.
Advertencia: el mercado de las cripto es muy joven aún y, si bien ya supera los 4000 millones de dólares en volumen de operaciones, resulta necesario que seamos extremadamente cautos con el porcentaje de nuestro dinero que allí depositamos.
Conclusión
Hemos visto cómo se generan VAIs financieros con inversiones que tienen más de 100 años y también con otras que recién están naciendo. Claramente, las alternativas aquí mencionadas no son las únicas que existen, aunque sí las más conocidas y utilizadas.
Próximamente, analizaremos otros VAIs que nos pueden acercar a la independencia financiera.
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¡Hasta la próxima semana!
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