Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
Rentabilidad es, palabras más, palabras menos, la relación entre los beneficios que genera una operación o activo y la inversión o el esfuerzo que se ha hecho para conseguir esos beneficios. Esta definición poco nos dice sobre el riesgo asumido, aspecto que resulta central en la historia y que muchas personas ignoran a la hora de invertir.
En la columna de hoy, hablaremos del vínculo ineludible entre rentabilidad y riesgo con el objetivo de facilitar decisiones de inversión acertadas en el futuro inmediato.
Cálculo de rentabilidad
Hoy, por disposición del Banco Central un plazo fijo rinde cerca del 37% anual. Por lo tanto, si una persona deposita 10.000 pesos a un año de plazo, recibirá 13.700 pesos al momento de cobrar. Si dividimos la ganancia nominal (3.700 pesos por el monto invertido para obtenerla (10.000 pesos) y al resultado (0,37) lo multiplicamos por 100, obtendremos la rentabilidad, que en este caso es del 37%.
Como dijimos antes, el 37% de rentabilidad al que llegamos es un número nominal. No nos dice nada sobre la ganancia real que genera esa inversión. Hay variables como la inflación que deben ingresar al cálculo para evaluar, una vez retirado el dinero, si la inversión generó beneficios o si, en realidad, perdimos poder adquisitivo porque los precios aumentaron más. Eso es con el diario del lunes. Si se trata de proyectar, entonces deberemos incluir en el cálculo las proyecciones de inflación que manejamos y las expectativas de devaluación del peso frente al dólar, por ejemplo.
Como vemos, el principal riesgo de un plazo fijo pasa por una potencial pérdida de dinero a causa de la inflación o por una pérdida frente al dólar en sus diferentes versiones.
Sin embargo, hay otro riesgo que en nuestro país se hizo carne allá por 2001 y 2002. Refiere a la imposibilidad de los bancos a devolver el dinero. Cuando depositamos ahorros, el banco se vuelve nuestro deudor. Toma ese dinero para hacer negocios vía créditos y otros instrumentos y en nuestra cuenta figura que podemos retirar ese dinero cuando queramos o cuando venza el plazo fijo, en caso de tenerlo. De todos modos, el riesgo hoy para los depósitos en moneda local es muy bajo y no debería incidir en el cálculo del riesgo.
La máxima conocida por todos indica que, a mayores riesgos, mayores ganancias esperadas. Por lo tanto, la clave pasa por saber calcular los riesgos. En el caso del plazo fijo, es bastante sencillo. Si esperamos una inflación del 30% y el banco nos ofrece un 37%, podemos sostener que la operación promete generar ganancias, pero en otros casos no es tan sencillo calcular el riesgo. ¿Cómo podemos hacer?
Respondamos esta pregunta con más ejemplos.
Rentabilidades actuales y riesgos
En el mundo financiero se considera que la tasa que pagan los Treasury Bonds a 10 años (bonos T-10 emitidos por el Tesoro de Estados Unidos) es la tasa de los bonos de deuda que están libres de riesgo, puesto que se pagan en dólares y es justamente EEUU el que emite los dólares. Todos los demás títulos de deuda del mundo emitidos en dólares se rigen por esa tasa. Cuanto más riesgosos se consideren, mayor será la tasa que les exigirá el mercado para comprarlos.
Actualmente, el rendimiento anual de los T-10 es de apenas 0,86%. Por lo tanto, si un bono emitido por la empresa Apple a 10 años de vencimiento ofrece un rendimiento del 2,65% anual, se dice que el “spread over treasury” (diferencia por sobre los bonos del Tesoro de EEUU) es del 1,79% (o 179 puntos básicos). Se trata de una diferencia mínima que habla de una percepción de riesgo mínima para los bonos de la gigante tecnológica.
En el otro extremo, un bono emitido en EEUU por YPF con vencimiento en 2027 se negocia con un rendimiento anual superior al 10% debido al alto riesgo que le asigna el mercado a la hora de cobrar la deuda de la petrolera argentina.
Ahora que nos acercamos a las ideas de rentabilidad y riesgo, pasemos a analizar el escenario de posibles inversiones.
El escenario actual de las rentabilidades
Se le dice benchmark un punto de referencia necesario en las inversiones en cuanto a la rentabilidad de otros activos comparables. Como vimos antes, el rendimiento actual de los T-10, que funcionan como benchmark (punto de referencia para el mercado), se encuentra en niveles históricamente bajos y cercanos a cero, lo que nos da una idea de lo difícil que es conseguir en el mundo rentabilidades atractivas.
Los bonos High Yield (de alto rendimiento, propios de empresas de segunda línea estadounidenses) que en la última década ofrecieron tasas de entre el 6 y el 9%, hoy pagan menos del 5% anual. Pensemos que, si ese es el rendimiento de un bono considerado riesgoso, cualquier título de deuda que pague una tasa por encima del 5% habla de un riesgo mayúsculo, al menos desde la perspectiva del mercado.
Utilizar los benchmark como referencia resulta muy útil para evitar las apuestas más riesgosas. Por ejemplo, si el rendimiento del Standard and Poor’s 500 (índice bursátil compuesto por las 500 empresas más importantes de EEUU y el mundo) promedió el 11,3% anual en las últimas décadas y esperamos que continúe, cualquier acción que prometa duplicar el dinero en un lapso de tiempo acotado conlleva, de por sí, un riesgo enorme de caída abrupta.
Lo podemos ver en la acción de Zoom, que pasó de menos de 100 dólares a principios de año a casi 600 en octubre, para caer por debajo de 400 y recuperar un poco de terreno en las últimas semanas. Impulsada por la pandemia y los encuentros virtuales, la empresa vale casi 100 veces sus ventas, un número que ni siquiera Amazon ostenta. La euforia y el vértigo, ante todo.
Entre los millennials argentinos de familias con alto poder adquisitivo se está poniendo de moda el trading diario en plataformas de brokers online estadounidenses. Los tientan las promesas de multiplicar en poco tiempo el monto invertido. Ahora bien, ¿es posible obtener una ganancia anual del 120% cuando el promedio de los inversores que pone su dinero en los índices de acciones obtiene un 11%? La realidad marca que más del 90% de los day traders fracasan y no solo no ganan el 120% que esperan, sino que terminan perdiendo dinero. Las promesas de altas rentabilidades esconden mayores probabilidades de pérdida patrimonial.
Conclusión
Tal como sucede con el dólar y el 5% de tasa anual que observamos como frontera, cualquier inversión financiera en Argentina que ofrezca más del 40% anual en pesos conlleva un riesgo elevado.
Aceptar estos postulados no significa descartar cualquier inversión con rendimientos esperados superiores a los benchmark, puesto que un inversor inteligente no elude los riesgos, sino que aprende a manejarlos y busca aquellos activos olvidados por el mercado o juzgados de manera equivocada y subvaluados. En este punto, es importante aclarar que un activo subvaluado no necesariamente tiene un precio nominal barato, sino que tal vez es caro a la vista, pero promete subir mucho más de la mano de buenas estrategias de negocios, como sucedió con Amazon o nuestra más conocida Mercado Libre.
Construir un portafolio de inversiones con una mayoría de activos estables que ofrezcan un rendimiento de hasta el 5% en dólares (no más) y una minoría de activos que prometan ganancias superiores suena lógico en el actual contexto de rendimientos cercanos a cero en el mundo. La distribución podría ser 80 a 20, por ejemplo.
Para lograrlo, hay que tomar conciencia de los riesgos y resistir la tentación en que nos quieren hacer caer muchos asesores financieros, que se benefician con cada operación que realicemos y no corren riesgos. Cuantas más compras y ventas realicen sus clientes, más dinero ganarán en concepto de comisión.
La cruzada no es sencilla, pero es posible salir airoso y lograr ganancias reales si se evita que la ambición y los intereses ajenos manejen nuestro dinero.
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